Las Crónicas de Enriq: Via Crucis

AutorJorge Ramiro Pírez Suárez
Páginas63-66
Las C ni ca s de En ri q:
Via Crucis
Enriq yace sobre la alfombra blanca en una postura imposible;
la truncada simetría de una vida robada. Su verdugo blande una
llave inglesa, instrumento de esta siniestra apoteosis. Mientras, la
vida de Enriq pasa ante sus ojos como una película desenfoc ada y
líquida, formando una sinfonía sincopada y desafinada en la que los
fragmentos ya no son parte del todo. Enriq es un hombre grande y
fornido, de barba desarreglada, pelo negro encrespado. Sus ojos os-
curos, como un estanque de alquitrán del mismo color que los tatua-
jes tribales que marcan su cuerpo. Ahora parece un juguete olvidado
tras la noche de Reyes.
Enriq Llorens Puig nace en Barcelona en 1975, hijo de un padre
funcionario de prisiones y un ama de casa. Su padre es un alcohólico
devoto y su madre una acólita del credo de las benzodiacepinas.
Dentro de Enriq habita una pasión ardiente por la vida, una furia
incesante que marca una zozobra persistente, un pico de constan te
paroxismo. Todo ello combinado por una adicción al dolor y el sufri-
miento (propio y de otros).
El boxeo es su pasión, su válvula de escape. A los veinte años se
convierte en un profesional de esta disciplina y al poco tiempo co-
mienza a enseñarlo en varios gimnasios de su Barcelona natal. Enriq
no tiene estudios, pero su empleo le permite una vida ciertamente
relajada aunque siempre disipada. Con treinta años su inquietud le
lleva a Valencia, ya que le es imposible establecer una rutina.
Y es ahí donde comienza su particular via crucis, sus catorce
estaciones de una cruz que solo se detiene algún que otro domingo.
Noches de alcohol y desenfreno, cocaína esnifada en baños de disco-

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