Libertarios versus liberales

AutorMiquel Izard
Páginas54-62

Texto también leído en el I Foro Editorial de Estudios Hispánicos y Americanistas.

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Civilización y barbarie

Los arqueólogos parecen concordar en que la humanidad, que surgió en África y se desplazó a Europa y Asia hará unos setenta y cinco mil años, pasó mucho más tarde al continente que los europeos bautizaron como América. Al producirse la definitiva irrupción occidental, en 1492, la estructura socioeconómica tenía, por doquier, características singulares, en la mayoría del ámbito vivían naciones autosuficientes conservando los trazos primigenios: vivir de caza, pesca y recolección no generaba excedentes, lo que implicaba que no precisaran poder, religión o represión. Los primeros castellanos los tacharon, despectivamente, de gente «sin dios, rey, ni ley», definición que se tendría por paradigmática. Las peculiaridades esenciales de todas estas naciones eran similares aunque hubieran diferencias muy notables en lo secundario; los yaganes de Tierra de Fuego andaban desnudos y combatían el frío polar ingiriendo muchísimas calorías, pero forjaron una de las gramáticas más complejas del pasado; tribus federadas en la Liga Iroquesa, con una agricultura notable, trabaron un sistema político que provocó la admiración de Franklin, quien dijo: «Resultaría bastante extraño que seis naciones de ignorantes salvajes fueran capaces de establecer un proyecto de unión de este tipo, y capaces de ejecutarlo de manera tal que subsista desde hace siglos y parezca indisoluble; y que, sin embargo, una unión semejante sea impracticable para diez o doce colonias inglesas».1Todas las naciones autosuficientes, porfío que con disparidades notables, señoreaban un 80 % del continente y englobaban a la mitad de su población. Mientras, en el 20 % restante y acogiendo la otra mitad del censo habían surgido -de forma antagónica- Estados capaces de generar, gracias en buena parte a una agricultura protagónica con técnicas muy complejas, notables sumas de excedentes, causando que se apoderaran de ellos una mínima parte de sujetos y que para mantener una situación arbitraria debieran idear un sistema punitivo y represor basado en poder, religión, ejército, escuela o familia. Además estas sociedades alcanzaron en lo científico, técnico o sanitario desarrollos muy superiores a los coetáneos de Europa. Me limitaré a un caso: los mayas fueron una de las dos comunidades humanas, con los hindúes, capaces de idear algo tan genial como el cero, lo que les permitió asombrosos cálculos matemáticos.

Esta distribución antitética a la de Europa -casi todo el territorio de la península de Asia que es en realidad el Viejo Continente estaba sometido a reinos y similares- engendró una actitud de desprecio y tuvo secuelas en el devenir de la colonización; en efecto, los primeros, los autosuficientes, libres y nómadas en potencia, rechazaron la civilización, y los agresores del este no ocuparon gran cosa, no más que un 20 % de América, la tierra sojuzgada por los aztecas y los parajes del sur, los valles andinos agru

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pados por los incas, alguna Antilla, costas y orillas fluviales. Castilla llamó Indias a su territorio; más tarde, holandeses, franceses e ingleses ocuparon pequeños enclaves.

En las Indias, y durante la etapa colonial, los nativos antes súbditos de sus soberanos, por lo que ya habían interiorizado la extorsión, fueron esclavizados, al margen de la ley, por supuesto, y esto, junto a la implacable sobreexplotación y las epidemias llegadas con los invasores que incidieron en poblaciones desnutridas, exhaustas y frustradas, causó la hecatombe demográfica, quedando en demasiados lugares la colectividad reducida en un siglo al 10 % inicial o menos. Pero debemos recordar una obviedad, todos los originarios eran -y son- mortales, el atroz desplome demográfico se debió, simple y llanamente, a que las mujeres se negaron a parir y, por tanto, no repusieron a los finados. Sin mano de obra las Indias no tenían viabilidad económica, por lo que se sustituyó por esclavos africanos y el incremento de la explotación degeneró en una pasmosa lucha de clases que a la vez lo era de castas, ya que todos los explotadores eran blancos y todas las víctimas de color.

Al contrario, en el ámbito franco no ocupado, porfío que el 80 %, creció la población, casi sin contacto físico apenas contaminaron las epidemias, se esclavizaron algunos en las fronteras, pero no incidieron en la suma total y, por añadidura, allí hallaron refugio miles de gentes, huyendo de la atmósfera irrespirable que generó en Europa la Inquisición y sus secuelas y en las Indias la vesania de los invasores. Podría recordar a judíos, moriscos o gitanos acosados por cuestiones étnicas o religiosas, mujeres calificadas de brujas, lo que sin duda alguna no eran, y muchos varones a los que se podía tachar de homosexuales, lo fueran o no. Recordando que el Santo Oficio se basaba en delaciones anónimas y en la tortura para arrancar autoinculpaciones, es más comprensible el entorno de horror, temor y sordidez que aconsejó a tantos marcharse a algún lugar donde poder vivir en paz; y en los mismos barcos en que éstos escapaban, iban marinos y soldados que hartos del trato y de la explotación desertaban en cuanto tocaban puerto, hay suficientes evidencias de ese escabullirse que, además, ayudaría a entender la caída demográfica metropolitana y la crisis ética que dio lugar a la picaresca. Muchos de estos forajidos ya en América se unieron, ya lo dije, a los que tampoco toleraban la dantesca sociedad colonial, mujeres y jóvenes en primer lugar, y buscaron su salvación en el interior, donde recurrieron a la solidaridad espontánea de los originarios, para poder sobrevivir en un ambiente que les era hostil por desconocido. Con mucha frecuencia unos y otros se amalgamaron dando lugar a las que algunos llamamos sociedades cimarronas.

Llevo algunos años trabajando y publicando sobre el tema.2Fue una gratificante sorpresa descubrir hará 5 años que los profesores Peter Linebaugh y Marcus Rediker habían detectado casi lo mismo en el Atlántico Norte;3y voy a pormenorizar alguna de sus aportaciones: entre los escurridizos que pasaron a América había irlandeses, campesinos en la miseria al liquidarse los espacios comunales, herejes, algún papista, gitanos, mujeres acusadas de brujería, artesanos víctimas de la incipiente industrialización, pícaros y mendigos, presidiarios, soldados y marinos, resaltando que las naves eran excelentes puntos de encuentro y conspiración; detallan asimismo cantidad de rebeliones de esclavos en el Caribe en el XVIII; comunidades trirraciales entre seminolas del sureste o mucho irlandés viviendo con nativos, emparejándose sin alterar el panorama familiar por ser sociedades matrilineales.

En 1780, al invadir los ingleses Nicaragua intentando desconectar las Indias, evitaron cualquier contacto entre sus soldados y los misquitos, mezcla de nativos, afros y

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europeos, que vivían en armonía realizando todas sus tareas de forma colectiva. Conzemius dijo de ellos: «no tienen interés alguno por la acumulación de propiedades, por lo cual no trabajan para conseguir riquezas. Viven en la más perfecta igualdad y en consecuencia no se sienten impulsados a la laboriosidad. Como se sienten satisfechos con sus sencillos medios, no muestran deseo alguno de emular hábitos u oficios de los colonizadores». Un oficial británico dijo: «tienen el concepto más elevado de libertad». Los soldados negros dormían dentro del fuerte para evitar que huyeran, a pesar de lo cual en una expedición al río San Juan de 2.000 afroamericanos sólo regresaron 100.

En 1802 se destapó una conspiración radical dirigida por los Despard, Edward Marcus y su esposa Catherine. El fiscal pidió la pena de muerte para él por su «torpe esquema de igualdad impracticable» y sus «principios de igualdad universal, salvajes e igualitaristas» que imaginó por sus lecturas sobre nativos de América del norte.

Hace doscientos años

En 1810 se desencadenó de forma...

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