Valorar (o cómo hablar de lo que se debe callar). Nuevas bases para el emotivismo

AutorGeorg H. Von Wright
CargoUniversidad de Helsinki
Páginas385-395

Page 385

  1. La teoría de los valores está en uno de los rincones más oscuros de la filosofía. Incluso las forma más normales de hablar sobre los valores se caracterizan por la ambigüedad y la confusión. Para disponer de una mejor perspectiva parece por ello necesaria una crítica de los usos lingüísticos ordinarios. Esto es lo que ocurrirá en mi artículo. Con este propósito hablaré de «valoraciones» y no de «valores». «Valoraciones» se refiere a algo que hacemos, y de lo que se puede dar una descripción relativamente unívoca. «Valores» parece referirse a un reino de entidades difíciles o hasta imposibles de abarcar. Es más, en sentido estricto puede que tal reino ni siquiera exista en absoluto.

    Empezaré con una referencia al punto de vista de Wittgenstein en el Tractatus. De acuerdo con él, los enunciados con significado son o verdaderos o falsos, de modo que si no son verdaderos son falsos, y si no son falsos son verdaderos. Esto significa que un enunciado que es verdadero podría haber sido falso, y que un enunciado que es falso podría haber sido verdadero. Esto es, que los enunciados con significado son contingentemente verdaderos o falsos. Tienen sentido en virtud de sus relaciones bipolares con la verdad y la falsedad. Las denominadas verdades necesarias son tautologías: no dicen nada. Las falsedades necesarias son contradicciones: tratan de decirlo todo. Los enunciados sin valor de verdad carecen de sentido. Es el caso, desde la perspectiva del Tractatus, de los enunciados éticos, estéticos y religiosos. No dicen nada, pero sin embargo pueden mostrar cosas de importancia.

    Page 386

    Creo que se trata de un punto de vista consistente, aunque difícil de entender. En mi artículo haré un esfuerzo por hacerlo inteligible. No obstante, en mis argumentaciones no seguiré al Wittgenstein del Tractatus, ni tampoco al de las Investigaciones filosóficas y otros escritos posteriores.

  2. Existe una frecuente y criticable confusión sobre el uso del término «valor» que debe ser aclarada antes de continuar. Entenderé por términos valorativos las palabras que se caracterizan por oponerse a sus correspondientes términos contrarios, de forma que cada palabra en sí misma se usa normalmente con un significado aprobatorio, y la contraria con un significado desaprobatorio. Ejemplos: «bueno-malo», «bello-feo», «justo-injusto», «amable-repulsivo». Estas palabras son adjetivos. De sus formas sustantivizadas se suele decir que denotan valores. Por ejemplo, bondad, belleza o justicia. Esta postura me parece desafortunada, puesto que, como ya se ha insinuado, sugiere que los valores son una clase de «entidad» que habita en un «reino de valores». Sería mejor evitar el uso de esta expresión. Pero su uso se ha hecho común, al menos entre los filósofos.

    Hay un gran número de cosas denominadas comúnmente «valores» que son conceptualmente de una naturaleza diferente de la de aquéllas que se acaban de mencionar. Por ejemplo, democracia, libertad de expresión, de culto y de mercado, igualdad de oportunidades, derecho a la alfabetización y a la información. Se habla de valores a los que una persona o una sociedad tiende, de valores occidentales, de valores culturales y religiosos. Pero las cosas a las que tiende una persona o una sociedad no son en sí mismos valores. Son objetos de valoración, cosas valoradas. Cuando la valoración se hace desde el punto de vista de la bondad en cualquiera de sus muchas formas, la cosa valorada es en sí misma llamada también un bien. La democracia, por ejemplo, puede ser estimada o valorada como una buena cosa; pero eso no significa que sea en sí misma un valor. Cuando, por ejemplo, el Guillermo Tell de Schiller dice que «la vida no es el mejor de los bienes» («Das Leben ist der Güter höchstes nicht»), la vida no es tratada como un valor sino como un bien. Dejar clara la distinción entre valores y cosas valoradas (bienes) es a mi juicio de gran importancia para un correcto entendimiento del tema del presente artículo. La cuestión es complicada por el hecho de que los valores pueden ser también objetos de valoración. Por ejemplo, cuando se los sitúa en un lugar más bajo o más alto de la escala de valores. Pero éste es un caso excepcional que no trataré aquí.

  3. Una valoración presupone un sujeto valorante y un objeto valorado. El sujeto es normalmente un individuo humano, aunque puede también ser una colectividad, como por ejemplo una sociedad, una tribu o una «cultura». También tiene sentido hablar de valoraciones de sujetos animales, como cuando hablamos del apego de un perro a su dueño o de sus gustos hacia determinadas comidas. Pero las valoracio-Page 387nes humanas tienen además peculiaridades conceptuales que las distinguen de las animales, haciéndolas más ricas y variadas.

    Las valoraciones dependen del tiempo, son cronodependientes. El mismo objeto puede ser valorado de modo diferente por un mismo sujeto en distintos momentos. Cuando el sujeto es una colectividad, de sus valoraciones se puede decir que son histórico-dependientes. Esta dependencia es de particular interés cuando el sujeto es lo que llamamos una «cultura».

    De acuerdo con los rasgos mencionados, propongo considerar las valoraciones como ineludiblemente subjetivas y relativas. Esto significaría un memento para todos aquéllos que buscan o que creen conocer «valores objetivos (eternos, perpetuos)». Yo diría que, simplemente, no existen tales cosas. O que, si existieran, serían valores en algún sentido muy especial, un sentido que yo no acierto a comprender. Hablar de valoraciones éticas o estéticas objetivamente válidas me parece algo carente de sentido a no ser que se trate de un modo de poner énfasis o subrayar las valoraciones relevantes del propio sujeto. Quizá se pueda pensar que es deseable o importante que las valoraciones en cuestión sean comúnmente compartidas por todos los sujetos. Pero siendo conscientes de que esto es en sí mismo una valoración, que, como tal, es subjetiva y cronodependiente.

    Las valoraciones sólo pueden ser «objetivamente válidas» en el relativo sentido de que pueden durar y ser estables durante un largo período de tiempo, o en el de que son compartidas en un determinado momento por un buen grupo de gente (sujetos valorantes).

  4. ¿Qué es entonces una valoración? Mi respuesta es: una valoración es una actitud aprobatoria o desaprobatoria de un sujeto s respecto a un objeto o. No argumentaré a favor de mi respuesta, sino que la consideraré verdadera como definición de ese...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR