DUKAS, Stratís, Historia de un prisionero, trad. del griego, prólogo y notas de M. González Rincón

AutorJosé Calvo González
CargoUniversidad de Málaga
Páginas343-346

    DUKAS, Stratís, Historia de un prisionero, trad. del griego, prólogo y notas de M. González Rincón, Labrys Eds., Sevilla, 2001, 79 pp.

Page 343

"Nada puede encomendar las historias a la memoria con mayor insistencia, que la continente concisión que las sustrae del análisis psicológico. Y cuanto más natural sea esa renuncia a matizaciones psicológicas por parte del narrador, tanto mayor la expectativa de aquélla de encontrar un lugar en la memoria del oyente, y con mayor gusto, tarde o temprano, éste volverá, a su vez, a narrar" [Walter Benjamin, "El narrador" (1936), trad. de R. Blatt, en Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV, Taurus, Madrid, 1991, p. 1181. Acude Benjamin para esta reflexión a un fragmento de las Historias de Herodoto (cap. XIV, lib. III), donde se cuenta de Psamenito, rey de los egipcios, derrotado por Cambises, rey persa, mientras asiste al desfile de su vejamen público. Frente a sí discurre el cortejo en cuya carrera ve pasar a su hija, rebajada a sirvienta, que carga un cántaro camino de la fuente, y también a su hijo, en la comitiva hacia su ejecución. En todo el pueblo de los vencidos, arrebatado por la desventura, se alzan grandes ayes de lamento, pero Psamenito se mantiene "aislado, callado, inmóvil, los ojos dirigidos al suelo". Y es sólo al descubrir en la cuerda de prisioneros a uno de sus criados, "un hombre viejo y empobrecido", cuando precipita en un completo abatimiento moral: "comenzó a golpearse la cabeza con los puños y a mostrar todos los signos de la más profunda pena". Es cierto que hasta entonces Psamenito puede que no mostrara con fortaleza suficiente, con marcial compostura, toda su majestad; tal vez soportaba el espectáculo con decorosa abnegación. En todo caso, fue sólo a la vista de aquella imagen que su título y distinción le abandonan definitivamente, abismándole en una ya irrefrenable aflicción. Y comprendemos esa caída, y el irreparable derrumbamiento, y la devastación de su desconsuelo.

Walter Benjamín elogia que las historias de los antiguos estuvieran libres de sobreabundancia, porque sabían avenar, porque desaguaban el curso de los hechos de toda corriente psicológica. Contaban los desnudos hechos en una narración nunca excedida por la superfluidad, y el relato, sencillamente contenido a desgranar los hechos como fueron acaeciendo, no se desbordaba de crecidas informativas, en la incontenible riada hacia la inundación de otros panoramas. Así sucede también en este relato sencillo, extraordinariamente sencillo en su estructura, forma y construcción.

Escrito en lenguaje directo, el de un campesino, narra un sufrimiento prolongado, el que invade a quien hubo de sobrellevar y resistir demasiado tiempo el dolor de la guerra y el miedo que constantemente persigue al prisionero evadido, que en su objetivo de regresar a ser él mismo ha de hacerse pasar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR