DE LA CRUZ, Juan L. Teoría de fragmentos. Vitoria, Arte Activo, 2012

AutorJesús Camarero
Páginas209-211

Page 209

El lirismo de un pensamiento sobre la existencia humana

Habría que empezar explicando el cálculo matemático de este libro, cuyos epígrafes van numerados de un modo que llama la atención.

Comienzo en clave humorística, pero no tanto.

Este libro de Juan L. de la Cruz, titulado precisamente Teoría de fragmentos, es un libro infinito, si se considera el número de entradas, epígrafes o capítulos que contiene: exactamente 99.999 sextillones, de los cuales la mayoría carece de texto lógicamente, porque su autor nos entrega realmente 254 textos o fragmentos, cifra suficiente para constituir la materia gramatológica de este libro. Lo importante es la idea que esta escritura proliferante y exponencial nos transmite: que el pensamiento no tiene límites, es infinito, y ubicuo, y quizá hasta galáctico, y que por supuesto los escritores y lectores que la frecuentan no tienen límite, ni tampoco están limitados por las interpretaciones que lleven a cabo hasta la infinitud de los tiempos. Sin duda la cantidad elevadísima de millones de millones de posibles textos, aparte el ludismo antojadizo o caprichoso del autor, siempre asociado a una tierna ironía, tiene que ver con la posibilidad de pensar más allá de los límites racionales, irracionales, reales, mundanos, objetivos, subjetivos. Porque, ¿cuáles son los límites del pensamiento? Acaso Juan L. de la Cruz se habrá planteado, cuando estaba pensando, cómo había logrado llegar a pensar eso que estaba pensando, qué es lo que estaba pensando exactamente, cómo lo estaba pensando o cómo iban y venían aquellas ideas al principio tan extrañas, de dónde venían sus pensamientos, o a dónde le llevaban. Luego, claro, pensaba que todo eso lo estaba escribiendo. De ahí el texto de este libro, que ya está publicado y en nuestras manos. Y ¿luego? Pues, el pensamiento: una cierta sensación de arrepentimiento (no se sabe por qué: por no haber llegado a lo que se pensaba, o por haber dicho precisamente lo que se pensaba). Y por supuesto la dimensión trascendente de todo libro: el pensamiento del lector (cómo no), que sería un pensamiento alejado del pensamiento del escritor y también complementario de lo expresado en el texto. Creo que el autor se habrá planteado, en sus cálculos infinitesimales, posibilidades infinitas de escritura y de interpretación, porque el pensamiento, y este libro es una buena prueba de ello, es una materia abstracta en...

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