Sociedad de la información

AutorJosé Justo Megías Quirós
CargoProf. Titular de Filosofía del Derecho
Páginas85-108

SECCIÓN

Sociedad de la información

José Justo Megías Quirós

Prof. Titular de Filosofía del Derecho

Universidad de Cádiz

SUMARIO. I. Unos números que crecen. II. Los riesgos de adicción. III. Un tratamiento fiscal diferente. IV. Evolución de la banca online. V. Nombres de dominio. 1. Tendencias en los registros. 2. Continúan los problemas con la ciberocupación. 3. Los problemas de la ICANN. VI. La ética hacker y la sociedad de la información.

I. Unos números que crecen

Los internautas europeos crecieron un 14% más que los estadounidenses de febrero a mayo, llegando a representar un tercio de los 580 millones de usuarios en todo el mundo. Estados Unidos, con un 31%, se situaba en segundo lugar según el informe hecho público el pasado septiembre por NEconomía. El último estudio elaborado por la Interactive Advertising Bureau estima en 186 millones los internautas europeos, frente a los 183 de Estados Unidos y 168 de Asia[1]. Entre los países destacados se encuentra un buen número de los europeos, como Islandia, que alcanza un 70% de penetración de Internet entre sus habitantes. Le siguen Suecia con un 65%, Dinamarca con un 60%, Holanda con un 58%, Gran Bretaña con un 57% y Noruega con un 54 %. En el resto del mundo destacan Hong Kong con un 60%, EE.UU. con un 59% y Canadá con un 53%. España se encuentra en el penúltimo lugar europeo, sólo por delante de Grecia, con un total un 22,7%, aunque el estudio nos augura 18 millones para el 2005. De momento Cataluña y Madrid son las comunidades que reúnen el mayor porcentaje con un 36,1 y 35,8%, respectivamente.

Estos datos confirman que Estados Unidos, aunque sigue a la cabeza de los nuevos retos tecnológicos, ha visto frenado su dominio de la red, dato que se pone de relieve también en cuanto a la penetración de banda ancha; si a finales del segundo trimestre de 2001 figuraba en la primera posición del mundo con casi nueve millones de personas[2], ahora se ve rebasado por Europa. Según un estudio realizado por el Departamento de Comercio de Estados Unidos, prácticamente el 50% de los hogares norteamericanos podrían tener conexión de banda ancha, pero el precio no la hace atractiva y sólo un 10% ha contratado este tipo de conexión[3]. Por el contrario en Europa sigue creciendo la demanda y en los últimos meses se han adoptado medidas para abaratar al máximo su costo y evitar que decaigan las solicitudes. En algunos casos se han originando verdaderas batallas entre las distintas operadoras, como ha ocurrido en Gran Bretaña. BT, que ahora cuenta con unos cuatrocientos mil clientes, ha lanzado recientemente una oferta de alta velocidad a un precio de 27 libras al mes; su objetivo es alcanzar un millón de conexiones para junio del 2003 y cinco millones en 2006. La división británica de American Online (AOL) también pretende hacerse con este sector, y por ello ha ofrecido un paquete de Internet de alta velocidad a 27,99 libras al mes. Las demás operadoras también han entrado en liza, Virgin.com realiza una oferta de 24,99 libras al mes, la de Freeserve ‑filial de Wanadoo‑ se queda en las 29,99 libras al mes, y la de Tiscali en 27 libras. Hasta ahora el Reino Unido figura entre los países con baja penetración de banda ancha, con un 14% de los hogares. En nuestro país el número de conexiones ADSL contratadas durante el mes de septiembre fue de 24.474, ascendiendo en total según datos de las operadoras a unas 735.000. Sin embargo, desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología se estimaba la cifra total en 900.000 a principios de octubre, siendo Madrid y Barcelona con más del 40% del mercado las ciudades que destacan.

Por otro lado, a mediados de septiembre se hizo público el inicio del Programa Operativo para la Sociedad de la Información, cuyo objetivo será la sustitución de las líneas TRAC (líneas telefónicas rurales de acceso celular). Desde la entrada en vigor de la Ley de Servicios de la Sociedad de Información y Comercio Electrónico, Telefónica está obligada a sustituir estas líneas por otras que permitan el tráfico de datos antes de que finalice el 2004. Para llevar a cabo este programa se contará con 145 millones de € procedentes de los fondos FEDER, aunque el costo total se estima en una cantidad muy superior. Pero no parece fácil la solución de este problema, pues las operadoras no tienen interés en realizar fuertes inversiones en el medio rural, en el que no están asegurados los beneficios[4].

II. Los riesgos de adicción

Hace aproximadamente dos años, un informe de la Universidad de Stanford ponía de relieve el riesgo de mayor aislamiento que podía suponer Internet para aquellas personas de difícil relación con su entorno inmediato. Unos meses más tarde publicaba Bristish Telecom su estudio Aquí no pasa nada, realizado sobre la base de cientos de hogares familiares conectados a la red. La conclusión fundamental quería transmitirnos que el uso de Internet no transforma a las personas, de modo que una persona sociable continuará siéndolo se conecte o no a la red, mientras que la persona aislada tampoco modificará sus hábitos por contar con una conexión a Internet. Manuel Castells no coincidía con esta visión –catalogada de excesivamente conservadora‑ por entender que sí que pasa: Internet es un instrumento que desarrolla pero no cambia los comportamientos, sino que los comportamientos se apropian de Internet y, por tanto, se amplifican y se potencian a partir de lo que son [5]. El uso de la red no deja indiferente al usuario porque puede contar con un medio impresionante para desarrollar notablemente su forma de ser. Es decir, a la persona sociable la hace más sociable aún, mientras que a la persona aislada le brinda la oportunidad de aislarse más aún, y aquí es donde radica el problema. En ocasiones se ha pretendido poner de relieve la independencia y autonomía que otorga la red, que nos puede hacer prescindir en gran medida de quienes nos rodean y hacernos autosuficientes. Baste recordar, por ejemplo, la publicidad que se dio el cuatro de mayo de 2000 al encierro de un estudiante chileno, Enrique Piracés, en una casa donde tendría que permanecer durante ocho meses sin más ayuda que su ordenador conectado a la red. Se trataba de comunicar a la sociedad que la red nos puede hacer autosuficientes.

En los últimos meses han visto la luz los primeros informes españoles en torno a esta cuestión. En el primero de ellos, de finales de verano del pasado año, se hicieron públicos los datos de un estudio elaborado por investigadores de las Universidades de Gerona y Politécnica de Cataluña sobre los efectos secundarios del uso de Internet. A la encuesta habían respondido 1.332 usuarios españoles y se pudo constatar que el 16% podría ser catalogado como adictos a la red[6]. La imagen positiva de Internet que había prevalecido hasta ahora como medio de relación social, facilitadora de relaciones personales que jamás hubieran tenido lugar de no existir la red ‑por ejemplo, por la distancia‑ quedaba un tanto en entredicho. Aun admitiendo que esta faceta positiva es la más importante, sin embargo, no podemos ignorar que existe la otra cara no tan agradable, cuando no se hace un uso moderado de la navegación, que puede llevar a la ansiedad[7], a la desconexión del entorno familiar y social inmediato, abandono laboral[8], etc. Entre las personas conscientes de su adicción, un 59% se considera incapaz de restringir su uso de la red, mientras que un 62% confiesa alguna culpabilidad por conectarse más del tiempo conveniente, según revelaba el estudio de las Universidades catalanas[9].

Otro informe más reciente ‑realizado por adictosainternet.com sobre una muestra de 2.500 usuarios‑ rebajaba el índice de adicción hasta el 8,8%, aunque un 30% de los usuarios evaluados corrían también el riesgo de convertirse en adictos en breve plazo si no moderaban el tiempo dedicado a la red. Se considera zona de riesgo cuando se superan las veinte horas semanales de navegación, mientras que dedicar más de treinta horas debe ser considerado como un uso patológico, que suele ir acompañado de ansiedad cuando no se está conectado y de una tendencia a refugiarse en el ordenador para huir de las realidades cotidianas. El adicto no siempre es consciente de su adicción[10], entre otras razones porque ‑a diferencia de otras adicciones‑ no suele encontrar rechazo entre las personas que se encuentran en su entorno. A esta razón habría que añadir que normalmente todo ha comenzado siendo un hobby, y la barrera que lo separa de la adición se presenta invisible para quien sucumbe.

Entre las actividades que mayor adicción generan, destacan los chats y los juegos. El chat puede aparecer, sin embargo, como una vía para ganar en relaciones sociales, pues supone interactuar constantemente con otras personas. La diferencia es que aunque se busca compañía en la red, se rehuye el compromiso que acompaña a cualquier relación interpersonal: cuando queremos nos conectamos y cuando no, cortamos. Es una relación egoísta, en la que en muchísimas ocasiones lo que se da, se da interesadamente[11]. En las relaciones interpersonales nos encontramos ante la existencia de lazos sociales fuertes y lazos débiles; los primeros se dan dentro del entorno familiar y limitadamente al margen de ese entorno (profesional, deportivo, etc.), mientras que los segundos pueden surgir de muy diversas maneras y cesar con la misma facilidad con la que surgen. Resulta que Internet es apta para desarrollar lazos débiles, para crear lazos débiles, pero no es apta para crear lazos fuertes, como media, y es excelente para continuar y reforzar los lazos fuertes que existen a partir de la relación física [12].

No puede pasarnos por alto la encuesta de Cyber Dialogue publicada en agosto de 2000, en la que destacaba el dato de 28 millones de usuarios que habían decidido desconectarse a causa del síndrome de la fatiga tecnológica ; o el sondeo de Harris Online, que cifraba en un 30% los americanos que padecían la ansiedad tecnológica ; o las...

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