Unas primeras aproximaciones a los sesgos cognitivos en el análisis de inteligencia

AutorEnrique Sáiz Vicente
CargoUniversidad de Valencia
Páginas197-230

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1. Naturaleza de las necesidades de inteligencia (planes y programas)

En agosto de 2009, la Oficina del Director Nacional de Inteligencia de Estados Unidos publicaba las principales directrices de la estrategia nacional de

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seguridad que deben seguir las 16 agencias de seguridad que conforman la comunidad de inteligencia norteamericana. En ella, el DNI Dennis C. Blair, como máximo responsable del NIP (National Intelligence Program), plantea los objetivos e iniciativas que permiten comprender y abordar los retos, riesgos y amenazas de la globalización, a través de los cuales se espera que la comunidad de inteligencia de Estados Unidos tenga la agilidad necesaria para afrontar los desafíos a los que se enfrenta junto a sus aliados.

En líneas generales, cualquier máximo dirigente -como decisor- de un Estado necesita inteligencia, lo cual requiere que se elaboren planes y programas que le permitan afrontar y adaptarse a las situaciones problemáticas tan variopintas que le rodean, tomando decisiones más o menos arriesgadas o acertadas. Sus decisiones están apoyadas por los servicios de inteligencia, quienes obteniendo información de diferentes fuentes, y tras un elaborado proceso intelectual, emiten un informe de inteligencia, que no es vinculante (Navarro, 2009), y que presentan como producto al consumidor de la inteligencia (Esteban Navarro, 2007).

La tarea del analista consiste en emitir un informe de inteligencia referido a cuestiones de Seguridad Nacional, que contribuya a reducir la incertidumbre en los procesos de toma de decisiones y maximizar el esfuerzo del Estado en algún área de interés. Son cuantiosos los interrogantes que a diario plan-tea el panorama internacional a los dirigentes de los Gobiernos, a las FFAA, a las FCSE, a los empresarios, a los cooperantes, etc.

Los decisores políticos pueden tener necesidades de inteligencia, como conocer cuáles serían las consecuencias de un fracaso de la Constitución Europea; si la zona de África Occidental y Central supone un desafío por el incremento de actividades relacionadas con la inmigración ilegal, el crimen organizado, el terrorismo internacional y el narcotráfico; si en el interior de un Estado se está desarrollando algún movimiento desestabilizador o amenazante, como algún grupo que trafique con armas químicas o fuentes huérfanas radiactivas, etc. Se trata también de elaborar inteligencia para comprender la naturaleza de la política exterior de un país; saber cuán elevado es el riesgo que asumen las tropas españolas enviadas a una misión en el exterior; saber si el Arenaviridae virus Lujo (LUJV) aislado recientemente en Sudáfrica , y que cursa con los mismos signos hemorrágicos que el virus Ébola detectado en 1976 y 1977 en Zaire, y en 1976 y 1979 en Sudán, puede tamizarse y transportarse con facilidad para exportarlo a un país occidental;

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conocer si se va a desatar alguna crisis en algún país donde España tenga importantes intereses nacionales; comprender las motivaciones, las causas y seguir la evolución del terrorismo internacional, etc.

2. El factor humano en el analista de inteligencia

En algunos casos, cuando los analistas de inteligencia emiten sus informes, se pueden apreciar actividades cognitivas sesgadas, como fallos en sus inferencias causales al sobrestimar, subestimar o ignorar algún elemento clave del análisis. Conviene resaltar que, en muchas ocasiones, la elaboración de inteligencia, por ejemplo, la que hubiera llevado en 1995 a anticipar un atentado en el metro de Tokio, no la produce una única persona. En esa tarea de elaboración había varias personas implicadas y todas iban aportando al proceso múltiples sesgos cognitivos y errores comportamentales. Paradójicamente, cada analista habría elaborado unos planes de actuación y unas expectativas, para conseguir unos objetivos concretos, que podrían ser diferentes e incluso contrapuestos; el resultado final fue la pérdida de vidas humanas, un enorme sufrimiento y cuantiosas pérdidas económicas.

2.1. El caso de Aum Shinrikyo

¿Cómo se explicaría, si no, que las autoridades japonesas no fueran capaces de detectar y neutralizar la amenaza que supuso la secta Aum Shinrikyo?1 Este ataque dejó doce muertos, mil cincuenta intoxicados y más de cuatro mil quinientas personas que presentaron cuadros de ansiedad y necesitaron atención psicológica. Desde 1989, cuando obtuvo su licencia legal como asociación religiosa, hasta el 20 de marzo de 1995 que atentó contra el metro de Tokio, las autoridades acumularon numerosos indicios de que Aum, en sus plantas Satian 7 y 2, fabricaba agentes neurotóxicos de guerra; además, conocían las denominadas «giras de salvación» que tenían como objetivo planificar viajes, a países como Zaire o Rusia, para conseguir virus Ébola o aprender a fabricar gas sarín. Las autoridades japonesas conocían el ro-

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cambolesco merchandising que ofrecía la cadena de tiendas Satian (entre ellos un videojuego, denominado Kasumigaseki, que consistía en matar gente con gas sarín en el metro de Tokio y que, curiosamente, fue donde se produjo el atentado), y los carísimos seminarios semanales que suponían una enorme inyección de capital a la secta; se estimaban en cuarenta mil sus seguidores, casi todos ellos de clase social media-alta: diez mil en Japón y treinta mil en Rusia. Esto le permitió a Aum disponer para sus actividades de una liquidez superior al billón de dólares. Se conocía la existencia de desapariciones de adultos y menores de edad; de asesinatos selectivos de arrepentidos o personas que investigaban a la secta, la mayoría de ellos afectados por intoxicaciones químicas. También se tenían evidencias de la intención de construir un ejército propio que sirviera en «escuadrones especiales de ataque»; se conocía el contenido de sus sermones, donde se mencionaba explícitamente el uso de agentes neurotóxicos; se sabía sobre el envío de dos miembros de Aum a una escuela de pilotos de Florida, para que aprendieran a pilotar un helicóptero Mi 17, que compraron en Rusia; existía información sobre la compra de dos mini helicópteros para dispersar sarín por Tokio; se supo que atentaron contra tres jueces que iban a emitir fallos desfavorables a Aum. Además, se hizo frente el 27 de junio de 1994, en Matsumoto, a un primer macroatentado, con siete muertos, quinientos cuarenta y un afectados por intoxicación por sustancias anticolinesterásicas, que las autoridades no fueron capaces de descubrir, aunque un residente médico sí lo hizo pero fue ridiculizado por sus declaraciones; los medios de comunicación recibieron documentos donde Aum se responsabilizaba y culpaba de dicho atentado; por la obtención de panfletos, se conocían dos canciones, con nombres tan sugerentes como «La canción de sarín, el mago» y «La canción de sarín, el valiente»; tampoco fueron capaces los servicios de información de descubrir a los numerosos infiltrados de la policía y el ejército que pertenecían a la secta e informaban a Aum de redadas; se subestimaron las imágenes que, en los medios de comunicación, mostraban equipos de detección de agentes químicos de guerra o los enormes pedidos de antídotos que realizaban sus centros sanitarios; también se obviaron las retiradas de unos visados para entrar en Australia, porque algunos de sus miembros fueron multados por las autoridades de ese país al pretender entrar en él con sustancias tóxicas en sus equipajes, etc. Todo un elenco de indicadores que sugerían un análisis correcto de la inteligencia actual.

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2.2. La influencia de la psicología cognitiva en el factor humano

Los psicólogos cognitivos, como el Premio Nobel de 1978 Herbert Simon; o el creador en 1975 del término «frames» o marcos visuales, el informático Marvin Minsky; o Newell y Simon, que plantearon el método SGP o método Solucionador General de Problemas para personas que trabajan en entornos complejos, o el mismo A. Baddeley, experto en memoria humana, han tratado de explicar, comprender y predecir los sesgos cognitivos y los errores comportamentales, para poder intervenir sobre el factor humano.

Resulta factible descubrir y optimizar los procesos cognitivos básicos que subyacen a las actividades de toma de decisiones, la planificación de estrategias, etc. Todos los entornos de seguridad generan situaciones problemáticas, que requieren diseñar o confeccionar un plan o estrategia de actuación dirigida a optimizar la consecución de un objetivo o meta concretos. Conocer el punto de partida implica concretar un proceso, con tres partes bien diferenciadas: un punto de inicio, un estado final que difiere del inicial y, obviamente, y lo más importante, el desarrollo de una serie de operaciones cognitivas (mentales) que permitan transformar el objetivo inicial para alcanzar el objetivo final y que, entre ambos, la distancia o discrepancia cognitiva sea nula o muy baja.

Este mecanismo cognitivo se...

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