Semblanza personal y universitaria de Manuel de Rivacoba y Rivacoba (1925-2000). In memorian

AutorMiguel Polaino Navarrete
CargoCatedrático de Derecho Penal. Universidad de Sevilla
Páginas5-28

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I Introducción

Ha muerto el Prof. Dr. Don Manuel de Rivacoba y Rivacoba, Catedrático de Derecho penal, Filósofo del Derecho, Humanista, Académico y escritor, y me siento vivamente contristado. En estos momentos, una serie de sentimientos contradictorios se entremezclan en mi pensamiento. Ante todo, el recuerdo y la admiración por un hombre sabio y bueno que nos acaba de dejar. Y una multitud de gratos momentos compartidos, interferidos en el tiempo pero jamás olvidados. En estas páginas rápidas, escritas todavía con la conmoción que me produce la noticia del fallecimiento del querido amigo y colega, intentaré hacer una semblanza personal y universitaria delPage 6 compañero desaparecido: algo así como una «liebre en forma de elegía», para decirlo con expresión del poeta santanderino Gerardo Diego.

II Primeros datos biográficos, universitarios y políticos

Manuel de Rivacoba y Rivacoba, madrileño de nacimiento, vino al mundo en 9 de septiembre de 1925. Cursó estudios de Derecho y Filosofía en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció en ambas carreras con sobresaliente calificación. Destaca su Premio Extraordinario de Licenciatura en Filosofía y Letras, Sección de Filosofía. Más tarde, realizó el Doctorado en la misma Universidad, obteniendo el grado de Doctor en Derecho, con la calificación de Sobresaliente.

Versó su Tesis Doctoral sobre las Relaciones entre las diversas disposiciones legales que regulan la ejecución de las de privación de libertad en el Derecho positivo español (1957), tema muy escasamente tratado a la sazón, y que habría de quedar desgraciadamente inédito -obra de juventud- debido al excesivo celo de su autor. Al respecto consignó Jiménez de Asúa: «Pocos podrán como él escribir sobre este tema con más conocimiento de causa: sus estudios filosóficos, históricos y jurídicos dan a su obra una solidez científica poco común, y su permanencia en las prisiones españolas dota a sus páginas de cualidades de experiencia que, si no envidiables, son harto valiosas» 1.

Quiero llamar la atención sobre el tema de su Tesis Doctoral, a propósito de las palabras acabadas de citar. En efecto, el conocimiento del autor no se limita, en este caso, a una amplia y profunda, como la suya, investigación teórica. No. Desgraciadamente resultó ser la problemática tratada en el trabajo doctoral un lacerante episodio de su biografía personal, una vivencia particularmente traumática -en cuanto injusta- por sí mismo experimentada, sufrida en sus propias carnes. Pues aquel estudio doctoral sobre la privación dePage 7 libertad -y creo que es un dato que muy pocos conocen- fue concebido, pensado y escrito, en su mayor parte, hallándose en estado de privación de libertad su propio autor. Brevemente aludiré a tan triste y miserable secuencia histórica, que quizá debiéramos, como el propio Don Manuel trató, definitivamente olvidar.

Durante sus años de estudiante universitario, en concreto en 1945, fue Rivacoba en Madrid miembro fundador de la Federación Universitaria Escolar (FUE), asociación clandestina en la España de la postguerra fratricida. Detenido y encarcelado, fue juzgado en Consejo de Guerra y condenado a pena de muerte, luego conmutada por la de treinta años de reclusión mayor, en Barcelona, acusado del delito de rebelión militar. Pasó una década de su vida, desde 1947 hasta 1956, en la prisión franquista, símbolo de represión punitiva de la ideología. En 10 de noviembre de 1957, alcanzó a hacer realidad su anhelo de exilio político, sin haber claudicado jamás ni un ápice en su ideología liberal y antigubernamental: pasó clandestinamente la frontera de Francia, por Vera del Bidasoa. A partir de allí, seguidamente inició un largo peregrinar, que le llevaría a arribar a amplias y cálidas tierras hispanoamericanas, a lo largo y a lo ancho de las cuales dio en todo momento muestras de su gran valía intelectual y de su excepcional formación científica, haciendo profesión de indómita actitud crítica, en toda iniciativa académica y en toda actividad universitaria, quehaceres que al unísono colmaron el sentido pleno de su vida, al otro lado del océano, y en la orilla del otro océano, donde definitivamente arraigó en su entrañable Viña del Mar.

Políticamente no ocultó jamás Rivacoba sus manifiestas preferencias republicanas, ni -por tanto- su frontal oposición al régimen franquista. Admirador y estudioso de la figura de Manuel Azaña 2 (1880-1940), Presidente de la Segunda República Española, Rivacoba participó activamente en la causa republicana (fue miembro fundador del partido Acción Republicana Democrática Española, ARDE, en el exilio, en 1960), y llegó a ocupar altos puestos al servicio de la República, como el de Ministro Plenipotenciario,Page 8 Delegado Diplomático Oficioso de aquel -casi fantasmal, por clandestino y oficioso- Gobierno de la República Española en el exilio (sede en Chile), nombrado el 11 de febrero de 1970, y Ministro sin cartera, en misión en América del Sur, en el último Gobierno de la República Española en el exilio, presidido por Fernando Varela Aparicio, desde el 1 de marzo de 1977 hasta la disolución de las instituciones republicanas el 21 de junio de 1977. La República Española en el exilio había sido presidida, en otro tiempo, por su maestro, el magno penalista Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), así como por el eximio historiador Claudio Sánchez-Albornoz y Menduiña (1893-1984).

III Actividad docente en España, durante el exilio en Hispanoamérica (Argentina y Chile), y de nuevo en España, con el recuerdo de algunas anécdotas personales

No pueden por menos de rememorarse las actividades universitarias, centradas en una plena entrega vocacional a la docencia, en las aulas y foros estudiantiles, y a la investigación, en bibliotecas y seminarios, que magistralmente desplegó el Profesor ahora evocado. Rivacoba era -parafraseando al maestro Jiménez de Asúa-, ante todo y por encima de todo, un universitario, un académico, un estudioso, un sabio. Esta idea encarnaba la propia esencia de su personalidad, y le impuso como indeclinable autoexigencia de por vida una dedicación absoluta, en cuerpo y alma, al oficio universitario, cuyo desempeño resultó ser inseparable del espíritu liberal que inspiró su existencia toda. Él vivió por y para una Universidad libre, crítica, acaso un punto utópica, por él idealizada, a la que entregó lo más hondo de su ser, sus ilusiones más sinceras, sus desvelos más profundos, sus empeños más abnegados, en condiciones a veces, contrariamente a las apariencias, no fáciles ni cómodas. En el fondo -y también en la forma-, él nunca fue advenedizo a convencionalismo alguno, ni acomodaticio a ningún sistema preestablecido.

Creo que pueden distinguirse tres básicas etapas en la carrera docente de nuestro colega y amigo desaparecido. La primera, muy breve, en su España natal, antes de su obligado exilio político. La segunda, constreñida por las tristes circunstancias histórico-políticasPage 9 que acompañaron sus avatares biográficos, en la Argentina primero y en Chile después -paradojas de la vida-, durante la mayor parte de su madurez científica e intelectual. La tercera, asimismo breve -efímera, en verdad, según mi propia vivencia-, en la Universidad de Córdoba (España), en cuya Facultad de Derecho tuve el honor académico y la satisfacción personal de ser sucedido por él, en la Cátedra de Derecho Penal que yo ocupé hasta octubre de 1988, y que él desempeñó hasta el instante mismo de cumplirse el término legal para la jubilación en la actividad docente. Finalmente, y como reanudación de la que fuera la segunda etapa de su vida universitaria, ha de consignarse una última fase, la de su jubilar madurez, en la que reanudó el magisterio propio de su Cátedra en la chilena Universidad de Valparaíso, a cuyo lustre científico y realce académico contribuyó de modo relevante el Profesor Rivacoba, con los mejores frutos de su brillante carrera académica. A continuación haré un sucinto recorrido por la triunfante carrera docente, que le correspondió en suerte transitar a quien, sin duda, ha sido uno de nuestros más significativos maestros penalistas itinerantes en el exilio por lejanas tierras de Hispanoamérica.

En su breve primera etapa de actividad docente española, en plena juventud, ya dio Rivacoba tempranas e inequívocas muestras de su valía personal y de una profunda preparación intelectual. En el año 1956, recién salido de prisión, fue nombrado Profesor Ayudante de Fundamentos de Filosofía en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de la Universidad de Valladolid, con sede en Bilbao, así como Profesor Ayudante de Filosofía en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Masculino de Bilbao. Desempeñaría tales cargos durante ese mismo año académico y el siguiente, compaginando la tarea docente con la actividad investigadora, que le llevó a la culminación de su Tesis Doctoral, presentada en la -a la sazón denominada- Universidad Central de Madrid en 1957.

Posteriormente se vio obligado Manuel de Rivacoba, como antes he mencionado, a iniciar su penoso y triste periplo biográfico del exilio, que le acompañaría hasta el final de su vida. He dejado constancia escrita líneas atrás de su inmensa labor investigadora, universitaria y divulgadora en Hispanoamérica. Forzado a abandonar su país natal en tiempos extremadamente difíciles, que resultaron dramáticos para una larga generación de intelectuales, él fue acogido, como otros muchos intelectuales españoles, por diversos países de Hispanoamérica. Fue Argentina su primer puerto de arribo, y allí habría de seguir...

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