La crisis de 1917-1923: Rupturas estructurales y conceptuales

AutorOlga Paz Torres
Cargo del AutorProfesora Lectora de Historia del Derecho y de las Instituciones, Universidad Autónoma de Barcelona
Páginas25-55

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"Los procesos de concentración y las crisis tienen como consecuencia que caiga el velo del cambio de equivalencias, para dejar al descubierto la estructura antagónica de la sociedad"1.

1 Planteamiento de la cuestión: minorías y bases sociales

El Estado liberal y constitucional, fundamentalmente liderado por la burguesía, como en su momento afirmó Habermas "llevaba a cabo una democracia de minorías sobre la base de una jerarquía social"2. Tal identificación practicada entre sociedad burguesa y sociedad en general provocó el conflicto según el cual una parte de ésta -que no se identificaba tanto, podríamos añadir- pasó a una situación de subalternidad y dependencia, poniendo en jaque los aireados principios de libertad, igualdad e interés común. El su-

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puesto armonicismo social al que daban lugar evidencia la apremiante cuestión social y, con ella, la organización de las fuerzas sociales antagónicas a las que se alude en la cita que abre este capítulo.

La Restauración española, parte de la cual se analiza aquí, fracasa en la integración en el sistema de las bases sociales amplias y en la dificultad para abordar la complejidad política, especialmente de la periferia, fuera del turno de partidos3. La quiebra del sistema se acelera a lo largo del reinado de Alfonso XIII, y con ella la crisis del rumbo político y del texto constitucional, en un periodo de evolución socioeconómica y de avance revolucionario, en el que "marxistas y anarquistas son puntas de lanza"4. A finales del siglo XIX, la irrupción de las masas en el escenario público, después de su marginalización por el sistema político, aumenta la conflictividad en un momento en el que el gobierno había desplegado las primeras medidas legislativas en materia social.

Los intentos de abordar la "cuestión social" en la legislación parten de las experiencias en la Primera República, en 1873, y más tarde, de la Comisión de Reformas Sociales (1883)5. La vía para institucionalizar la reforma social en España se concreta en la puesta en marcha del Instituto de Trabajo (1902), convertido un año más tarde en el Instituto de Reformas Sociales6, y en las insuficientes medidas implementadas en el terreno social por estadistas como Eduardo Dato. La carestía de la vida y la precariedad de salarios contribuyen a la aparición de iniciativas paliativas. Como lo refleja la creación de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, que surge de este contexto, y cuyo impulsor, Francesc Moragas i Barret, sacudido por la huelga general convocada por los anarquistas en 1902 en Barcelona, se empeña en la creación de una institución protectora, con el lema de ayuda de las "clases directoras al obrero"7, forjado en la ideología liberal y filantrópica.

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La huelga de La Canadiense, en la primavera barcelonesa de 1919, constituye un hito en este sentido porque ejemplifica la desvinculaciones y las rupturas entre gobierno, sindicatos y patronal. La llamada "guerra social" de los años sucesivos se alarga hasta el golpe de estado de Primo de Rivera de 13 de septiembre de 1923. Más allá de los conflictos, y de la recesión que repercutía en la capacidad adquisitiva, aumentaron el utopismo y el radicalismo lo que provocó, a su vez, el miedo en una patronal temerosa del impacto de la Revolución rusa.

El cambio de rumbo que, en un sentido más amplio, tiene lugar en el periodo analizado, coincide con el hundimiento del sistema canovista a la vez que impulsa, de manera definitiva, el movimiento revolucionario. A raíz de huelgas como la general de 1902 en Barcelona, los movimientos de protesta que se registran en España en julio de 1917 o la misma Canadiense, se constata que "el anarquismo era algo más que una ideología"8.

2 La crisis del parlamentarismo y del constitucionalismo

La revisión crítica del sistema liberal se acentúa con el fin de la Primera Guerra Mundial, momento en el que empiezan a cuestionarse las formas de vida, el liberalismo en la política, y el pensamiento socialista, por lo que 1918 puede considerarse el inicio del descrédito del liberalismo9. El estudio de la descomposición del sistema canovista, analizado en su momento por Lacomba desde una triple crisis -política, con la Asamblea de Parlamentarios no enrolados en el turno10; militar, con las juntas, y social, con la huelga revolucionaria de agosto de 1917- está en permanente renovación historiográfica11.

Más allá de la historia política, la reforma social, las identidades de clase y las instituciones han demostrado que la crisis del régimen liberal en el siglo XX "es un episodio

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más del proceso general de crisis que experimenta el liberalismo al final de la Gran Guerra y que las alternativas que se plantearon a la misma, tanto las de la derecha como las de la izquierda, no fueron esencialmente diferentes a las de otros países próximos, como tampoco lo fue la respuesta de la sociedad"12. El parlamentarismo se diluye durante la Primer Guerra Mundial, no solo en España sino en toda Europa, derivando en un reforzamiento del poder ejecutivo en detrimento del legislativo.

La crisis del Parlamento, y de la forma de Estado, se traduce en fracturas entre los partidos políticos, ataques del ejército al poder civil, movilizaciones obreras, etc. Aún así, las Cortes españolas funcionaron hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera, hecho que pone fin a más de cincuenta años de parlamentarismo y de constitucionalismo. La transición del constitucionalismo liberal a la democracia se produjo en España con una primera ruptura, la Dictadura de Primo de Rivera. Paralelamente, con dos cuestiones no resueltas, la nacional -irrupción de nacionalismos y regionalismos-, y la militar, con el trasfondo colonial y sus implicaciones para Alfonso XIII, especialmente tras el Desastre de Annual el 22 de julio de 1921.

2. 1 Constitución de 1876 y forma de Estado

La Constitución de 1876, con un largo recorrido histórico pero escrita ad hoc a los intereses de los grupos dominantes en un momento dado es, en pleno siglo XX, un obstáculo a la evolución social y política, permaneciendo alejada a los profundos cambios sociales13. El fracaso del Estado liberal español decimonónico radica en el poder político apoyado en manos de unas élites gubernativas, representativas de los sectores más conservadores de la burguesía. Aquéllas, incapaces de articular un proyecto de modernización social, incapacitan al régimen para democratizarse, algo que se concreta en la ausencia de instrumentos de consenso político, de elecciones libres y de alternancia en el poder14.

Las principales instituciones afectadas son el Parlamento y la Corona con la consecuente quiebra del parlamentarismo y de la forma de Estado, como hemos apuntado más arriba. El régimen liberal, anclado todavía en la soberanía compartida entre el Rey

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y el Parlamento por la Constitución de 187615, con efectos perversos traducidos en una democracia inconsistente16, se ve matizado por cierto equilibrio de poderes y por la democratización formal a partir de 1890, cuando se había fijado el sufragio universal masculino de los varones mayores de 25 años17.

La traducción en el lenguaje constitucional se cierne sobre dos preceptos. El prime-ro, el artículo 50, que concede al Rey "la potestad de hacer ejecutar las leyes" extendiendo su autoridad "a todo cuanto conduce a la conservación del orden público en lo interior y a la seguridad del Estado en lo exterior, conforme a la Constitución y a las leyes". Y, el segundo, el artículo 54 que otorga al soberano la facultad de nombrar y separar a sus ministros, haciendo de él un árbitro político18. El Parlamento constituye la pieza central del Estado liberal, siendo el primer objetivo concreto de la burguesía hacerse con el poder legislativo19, con lo cual las opciones de democratización eran más bien escasas.

Los problemas de la democracia liberal están basados fundamentalmente en cues-tiones que atacaban a la legitimidad, al origen de su poder, a la falta de representación, ineficacia en la gestión pública, etc. La recuperación del sufragio universal masculino, en 1890, no modificó la organización de los dos grandes partidos dinásticos:

"Tanto el Liberal como el Conservador siguieron siendo partidos de notables, coaliciones de prohombres políticos que asentaban su poder sobre grandes clientelas a las que debían satisfacer"20.

Al comenzar el siglo XX, varios cambios afectaron al régimen oligárquico más tradicional: avance de diputados republicanos, crecimiento de la Lliga Regionalista, el primer escaño socialista ganado por Pablo Iglesias en 1910... Puede afirmarse que hacer de la "demo-

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cracia una bandera para los trabajadores correspondió a los partidos republicanos y al socialista"21.

La fragmentación parlamentaria disputó el liderazgo bajo el amparo del Reglamento del Congreso, el cual permitía una cierta obstrucción desde las Cortes a la obra legislativa del gobierno, constituyendo la única arma de las minorías cuando gobierno y mayorías trataban de extremar sus derechos22. A partir de 1913 crece el número de grupos dispuestos a gobernar, cuestionando el duopolio ejercido por liberales y conservadores fruto de la crisis de...

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