La industria de ropa e indumentaria en centroamérica y la responsabilidad social empresarial

AutorGrupo de Monitoreo Independiente de El Salvador (GMIES)
Páginas253-276

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1. Introducción

Debido en buena medida a las estrategias empresariales para ampliar el mercado, el público consumidor se ha vuelto un actor con un peso propio y con cierto protagonismo frente a las compañías multinacionales.1 Las marcas buscan cautivarlo y mantenerlo fiel a su producto. El consumo está en el centro del interés de las marcas y el mercado, como lugar en que se realizan las mercancías, ocupa un espacio central en las sociedades capitalistas actuales.

En la industria de la indumentaria existen compañías de ropa que venden en tiendas especializadas y que alcanzan a un público consumidor preocupado por el prestigio que le da el uso de tal o cual etiqueta. Otras, en cambio, están interesadas en atrapar consumidores a través de los bajos precios de sus productos y no venden, necesariamente, en tiendas especializadas sino en minoristas. Sin embargo, en ambos casos se trata de empresas que comercializan ropa más que fabricarla.

Y es que, si bien algunas manufacturan sus productos, cada vez es más pronunciada la tendencia a desligarse del proceso de la fabricación y, por ende, todo el trabajo se hace a través de un complejo sistema de contrataciones, subcontrataciones, licencias y aprovisionamientos que desvinculan a las grandes compañías transnacionales del acto de producción mismo. Así, resulta aún más complicado responsabilizar a las marcas por el mal desempeño en el respeto a derechos humanos que tienen las fábricas pues, no obstante que moralmente sí tienen una responsabilidad, ésta no ha llegado a ser vinculante.

Sin embargo, el interés de las marcas por cautivar al público consumidor no ha pasado inadvertido para los activistas de derechos humanos. La imagen de las marcas constituye la piedra angular de grandes compañías de indumentaria y es, asimismo, su talón de Aquiles. Esta vulnerabilidad ha sido aprovechada por los activistas laborales alrededor del mundo para exigirles cuentas sobre el trato que reciben las personas que elaboran sus mercancías.

Así, grupos de activistas en los países consumidores han descubierto que las campañas de denuncia y exposición de abusos que comprometen la imagen de las marcas y que podrían afectar sus ventas, son una forma efectiva de involucrar a las grandes compañías transnacionales en la resolución de problemas en las fábricas maquiladoras, aunque no existan mecanismos legales que les obliguen. Page 254

Por ejemplo, Adidas ha mantenido presencia en los medios de comunicación no sólo por las estrellas que la promueven, sino por las múltiples denuncias en materia de derechos laborales que ha recibido.

En medio del mundial de fútbol de 2006, activistas de la Campaña Ropa Limpia y trabajadoras de maquilas salvadoreñas se apostaron en las entradas de los estadios de fútbol en Alemania para denunciar las pésimas condiciones de trabajo de la fábrica Hermosa que, desde El Salvador, producía para Adidas, Nike y Russell. Hermosa había cerrado sus instalaciones en medio de un escándalo de violaciones a derechos laborales2 y las trabajadoras y activistas habían dirigido sus críticas a estas marcas, al mismo tiempo que demandaban al Estado salvadoreño por inacción frente a los abusos (ICR, 2007).

Para julio de 2007, las trabajadoras seguían sin que sus demandas fueran atendidas. Sin embargo, Adidas, motivada por la campaña de denuncia, inició un cabildeo ante el gobierno salvadoreño para que éste remediara la situación de las trabajadoras y para que sus instituciones mejoraran su monitoreo de cumplimiento a las propias leyes en este país centroamericano. Esto representa una forma de involucramiento sin precedentes de las marcas en la resolución de violaciones a derechos laborales en las fábricas que elaboran sus productos.

Las protestas de las trabajadoras de Hermosa contra Adidas se enmarcan en esta novedad, pero no son las únicas. Daisy Fuentes, la famosa presentadora y modelo que tiene su propia línea de ropa que se produce en Guatemala, también ha enfrentado mala prensa y protestas por abusos a trabajadoras en una de las fábricas (NLC, 2007). Levi Strauss ha sido denunciada en EEUU, Canadá y Europa por permitir abusos a trabajadoras haitianas en la frontera con República Dominicana (CIOSL, 2005). El Corte Inglés también ha sido blanco de quejas por condiciones deplorables en las fábricas que producen para esta empresa en Marruecos (CRL, 2007), y la lista de marcas y celebridades denunciadas aún da para largo.

En el caso de algunas empresas como Nike, que ha estado expuesta a múltiples campañas de denuncia sobre malas condiciones de trabajo en sus fábricas proveedoras, las ventas se redujeron sensiblemente luego de 1995 -año pico en materia de denuncias- y los beneficios trimestrales se redujeron en un 70% hasta 1999, fecha en que estos rendimiento se recuperaron. Page 255 Sin embargo, esta mejora no parece haber sido producto de un alza en las ventas, sino a costa, según la misma empresa, de una reducción de personal y de contratos (Klein, 2001).

Después de 1995, el año en que más protestas aparecieron en los medios estadounidenses, muchas empresas de ropa se sumaron a iniciativas de responsabilidad social. Crearon o tradujeron sus códigos de conducta3 a los idiomas de los proveedores locales y establecieron que todas las empresas con quienes se relacionan a lo largo de su cadena de producción debían cumplir con tales disposiciones. A la fecha se sabe que existen cientos de códigos de conducta y cada una de estas empresas tiene o debería tener un sistema de monitoreo de los mismos.

Ciertamente, el interés de mantener un código de conducta aceptable y buenos mecanismos de monitoreo no es el mismo para todas las marcas. Algunas han respondido mejor que otras a las presiones, especialmente aquéllas que basan su estrategia de mercado en la promoción de su propia imagen y no en los bajos precios.

En estos casos, las marcas demandan de sus proveedores la observancia de sus códigos de conducta. Los códigos y el cumplimiento de los mismos son vistos como estrategias para reducir el riesgo de que la reputación de la marca se vea afectada por denuncias. Un proveedor que no esté respetando los derechos de sus trabajadoras y trabajadores puede dañar significativamente la imagen de la marca, afectar sus ventas y el valor de sus acciones en el mercado. En ese sentido, los mismos proveedores ven sus cumplimientos como un prerrequisito para formar parte de la cadena global de ciertas marcas, especialmente de aquéllas que son más atractivas para el público consumidor. En ciertos casos, mantener buenos estándares sociales y ambientales podría generarles acceso a otros clientes, obtener contratos de trabajo más estables e incluso algunas tarifas premium.

Poco a poco, el llamado de los activistas y de las personas trabajadoras ha movido a las marcas a actuar y Centroamérica ha sido un terreno fértil para estas acciones. En Guatemala, Honduras y El Salvador se dieron las primeras experiencias en que marcas de ropa -Phillips Van Heusen, Gap y Katie Lee- aceptaran responsabilidad por las violaciones a derechos humanos cometidos por subcontratistas en estos países.

En medio de este auge del interés por la responsabilidad empresarial, se destaca la publicación del informe de la empresa Gap del 2004 sobre la situación de Page 256 sus proveedores en todo el mundo. Según este informe, Gap estaría utilizando el cumplimiento de su propio código de conducta como criterio para seleccionar sus proveedores alrededor del mundo. Dicho informe manifiesta que cerca de un 16% de las plantas visitadas por sus auditores internos4 fueron rechazadas por no cumplir con el código de la compañía y, además, a varias otras se les habrían aplicado sanciones por incumplimiento. Gap habría cortado relaciones con no menos de 136 fábricas en el 2003 por serias violaciones a su código de conducta, tales como trabajo infantil o forzoso, horas extras forzadas, incorrecto pago de salarios y violaciones en libertad de asociación (Gap, 2004).

Hay noticias de empresas, tales como Nike y Adidas, que catalogan a sus proveedores según su desempeño en diferentes áreas y que otorgan dobles puntos por cumplimientos en materia social y ambiental. Así, se supone que los proveedores de Nike con puntajes más altos ganan los mejores contratos y los de puntajes más bajos, los pierden. Ciertamente, muchos de estos monitoreos son realizados por la misma empresa y la opinión pública no siempre confía en las autoevaluaciones. Sin embargo, es destacable cómo el tema del cumplimiento en Responsabilidad Social Empresarial (RSE) se vuelve parte de las preocupaciones de las marcas y de los proveedores (O'Rourke, 2003).

Levi Strauss, por su parte, se convirtió en la primera compañía en elaborar un código de conducta de cumplimiento obligatorio para sus licencias. Esta empresa es una de las que más énfasis ha puesto en que el cumplimiento de su código de conducta es un criterio relevante para establecer negocios. Las auditorías sociales de Levi Strauss son efectuadas rigurosamente y sus proveedores saben que si no logran garantizar el respeto a los derechos laborales, ésta probablemente decida no mantener su producción en la fábrica, ya que supone que los dictámenes de las inspecciones de cumplimiento se toman en cuenta en el departamento de compras. También ha hecho importantes acciones para trabajar de manera coordinada con ONG locales, grupos de monitoreo y organizaciones de defensa de derechos humanos en aquellos casos que recibe quejas de irregularidades.

Hay que destacar, eso sí, que las marcas comenzaron su participación en la resolución de problemas en empresas subcontratadas o proveedoras en contra de su voluntad. Los primeros casos se dieron luego de intensas campañas de años de duración, donde las marcas siempre se negaban a tomar cartas en el asunto, partiendo...

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