La responsabilidad política en el régimen democrático

AutorPedro Francisco Gago Guerrero
Cargo del AutorProfesor de la Universidad Complutense
Páginas281-296

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I La responsabilidad y la libertad

La idea de responsabilidad se asienta en la libertad individual1. En la democracia el ciudadano debe ser responsable, pues en caso contrario el régimen sería una falsedad, al ampararse en la elección libre de los representantes y en la participación basada en la libre voluntad personal. Sartre no andaba descaminado cuando sostenía que la responsabilidad de la persona o del "para sí" es total, de modo que resulta abrumadora2, pues cada hombre está condenado a ser libre. Sería mejor decir que tiene que ser libre. Se ha de valorar la libertad junto a la responsabilidad3, y juzgar al régimen democrático por la capacidad con que sus ciudadanos asuman la responsabilidad del ejercicio de gobierno.

El régimen democrático presupone otro valor fundamental que le hará medir la situación de responsabilidad: la igualdad aritmética para poder atribuir una responsabilidad, tanto en justicia como en equidad. Decir que en una democracia la responsabilidad es de todos presupone que todos, actúan al unísono, cumpliendo con las obligaciones que implica ser ciudadano.

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II Algunas clases de responsabilidad

Se precisa escoger la idea de responsabilidad en un sentido negativo, como el daño causado que podría ser evitado con otras acciones más adecuadas o dejando pasar la oportunidad de intervenir cuando hubiera sido lo conveniente.

Hay responsabilidades generales determinantes para la sociedad política y otras cuya importancia es menor, por lo que el perjuicio también lo es. Los errores en la responsabilidad pueden ser de extrema gravedad, como en el caso de alguna toma de decisión que puede destruir la sociedad política; graves, por ejemplo, los que pueden llevar a un gran quebranto de la seguridad; o menos graves, como la pérdida de ciertos valores económicos.

La responsabilidad política supone que se ha de tener en cuenta la "decisión reflexiva", que tiene un especial cuidado en los efectos, acertados o no, directos o indirectos, adecuados o inadecuados y que la exigencia de la responsabilidad será mucho más estudiada. En cambio, cuando la "decisión" es inmediata, no puede prestarse atención prudente y solapada a las consecuencias posibles, por la propia exigencia de la inmediatez que, al no ser factible abarcar todos los posibles efectos y aun cuando se produzcan los más negativos, presupondría la aplicación de unos criterios mucho menos exigentes.

III La obligación

La existencia de una sociedad política se debe a que el hombre es débil e incapaz de ser suficiente, aparte de que posee una potencial agresividad que brota en la relación con el otro. A su vez, la vida social le conduce a la ambición de poseer sin límites. Todo ello crea un estado de inseguridad que sólo se puede detener cuando el régimen político o el gobierno es fuerte. En principio, la democracia, al ser aceptadas sus reglas por la mayor parte del cuerpo político, aporta más seguridad. Sin embargo, si en el régimen democrático los ciudadanos no poseían una vida cívica vigorosa y fortaleza de carácter, el pueblo no puede tomar la responsabilidad de fortalecerse y dirigirse a un objetivo. Por ello deben ser muy claras y precisas las obligaciones morales, políticas y jurídicas, que debe respetar el ciudadano4. La única ma- Page 283nera de que la democracia no sea un régimen perverso que provoque el encanallamiento y la corrupción del cuerpo político, es con la práctica general de las virtudes cívicas y que el ciudadano se haga responsable en el sostenimiento y desarrollo de la sociedad política.

Toda responsabilidad nace de la obligación. La responsabilidad empieza por la obligación de cumplir con la función encomendada en la sociedad. En el régimen democrático, a grandes rasgos, se aprecian dos fundamentales responsabilidades: la del ciudadano comprometido con su ciudad, en la que habrá de atender los asuntos públicos con el mismo celo que con los privados y la de ejercer una función institucional que deberá llevar a cabo una labor pública5.

El régimen democrático no sólo se puede distinguir por unas instituciones donde los políticos son elegidos por votación o por sorteo, sino que requiere un ciudadano que se configure con una conciencia democrática, lo que significa respetar los valores del régimen y actuar según la virtud política6.

La responsabilidad política se basa, en última instancia, en el principio democrático de la voluntad, lo que quiere decir voluntarismo perceptible de un pueblo. Al no haber en la democracia actual valores absolutos, la mayo- ría es la que decide sobre la corrección política, lo malo, lo justo, etc. y hasta puede llegar a destruir la unidad política si así lo desea. En este caso, como en otros muchos, será el cuerpo político el responsable, sin posibilidad de ser enjuiciado.

En general, la moral, para el ciudadano de las sociedades desarrolladas, ya no es una categoría principal7. No obstante, en el régimen democrático, la obligación política tiene un sentido moral, práctico y jurídico, como corresponsables de lo político8. La responsabilidad partiría tanto de la naturaleza de la política como de la posibilidad de un procedimiento imprescindible para controlar y juzgar sobre la actuación política9. Casi siempre es un Page 284 problema el cumplimiento del deber político, pero mucho más complicado de controlar es el deber moral de la política por el pluralismo moral.

La responsabilidad política democrática exige la participación, que ha de ser verdadera y múltiple, y su desarrollo incita a tener una condición repleta de actividades. La diversidad no significa romper con la unidad, sino trabajar para mantenerla y acrecentarla. Cada ciudadano le corresponde tener una competencia, dentro de las coordenadas en que vive y que bajo el criterio de la libertad, ha de tomar su propia iniciativa, a la par que cumplirá con las decisiones del Gobierno si es para beneficio de todos.

Es una responsabilidad política el obedecer a los que ejercen las tareas de gobierno, siendo muy perjudicial la desobediencia10. En la democracia actual el ciudadano cree estar desvinculado de la obligación política, por lo que se ve irresponsable de las situaciones creadas. Es decir, que inculpa al sistema de lo negativo. Como esta creencia es tan abstracta, no condiciona ninguna de sus actuaciones11. La irresponsabilidad es de todo el cuerpo político12, al aceptar la responsabilidad subyacente del sistema.

Como señalaba Pufendorf, "todo hombre debe asumir como propio deber el respeto y la provocación de su capacidad social"13. Esto es válido para un régimen basado en la libertad humana y, por tanto, teóricamente más para la democracia, pues el hombre debe asumir su responsabilidad política como ciudadano14. En caso contrario, incurriría en una irresponsabilidad que desvirtuaría la democracia15, lesionando sus principios y reduciendo sus fuerzas.

IV Los derechos y las obligaciones

Lo negativo para la democracia y su exigencia de que sus actos sean responsables ante las generaciones futuras, es que el ciudadano actual no tiene Page 285 conciencia de servicio y no le cabe tener obligaciones. No tiene conciencia de que la obligación hacia el cuerpo político es condición ineluctable de los derechos. De las obligaciones ciudadanas nadie puede estar exento, salvo los que por alguna disfunción, enfermedad, etc. no puedan realizar la totalidad de las obligaciones. El régimen democrático es el que más exige llevar a efecto las obligaciones para con el cuerpo político. Es el régimen que requiere una continua participación y una tensión permanente trasladada a la sociedad. Es un régimen que tiende a politizarlo todo. La responsabilidad implica un deber de exigencia que adquiere todo ciudadano y del que no puede desentenderse. La conciencia responsable es la que permitirá afrontar con mejores garantías los problemas por los que pase la cívitas.

En toda democracia debe haber una cierta tensión en relación con la vida pública. La tensión de lo público mantiene la preocupación por la vida de la ciudad y no convierte a un ciudadano en un ser inútil o un aprovechado del esfuerzo de los demás. La tensión constante es una especie de continuo adiestramiento para poder actuar en los momentos más difíciles por los que pase la comunidad. De este modo, se fortalece el espíritu para asumir las más altas responsabilidades políticas, preparándose para el peligro. Un cuerpo político sólo puede conseguir los más nobles ideales cuando está dispuesto a sufrir por ellos. Un régimen democrático sólo puede mantenerse a partir de las virtudes que surgen del cuerpo social. De ahí la exigencia de una aplicación pública y privada de las virtudes.

V Democracia política y democracia social

Para comprender la idea de responsabilidad en la democracia actual, todavía sirve la distinción entre democracia política y democracia social. En la primera, los más graves errores de los políticos carecen de responsabilidad, no tanto por la incapacidad de las instituciones para llevar a cabo la justicia, como por la indiferencia o por el apoyo mayoritario que encuentran las políticas ideológicas.

En la democracia social los ciudadanos tienen derecho a participar en las elecciones y se confirman como opinión pública. Actuando como movimiento social puede llegar a determinar el ejercicio político. El cuerpo de ciudadanos no es responsable de una mala elección del gobernante, asumiendo sólo los perjuicios que le ocasiona una mala gestión. En el propio secreto del voto queda eliminada toda responsabilidad. El...

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