Mujeres renacentistas en la «Res Publica Litterarum»: Sobre autoría y canonización femenina

AutorLaura Calvo Valdivieso
Páginas87 - 104

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Mi contribución a este volumen sobre Género y espacio público pretende aportar algunos elementos de reflexión pertinentes para los estudios de género y el examen del lugar de lo marginal y lo periférico en la cultura institucionalizada. Para ello partiré de la historia literaria y de la historiografía de la literatura y del lugar de las mujeres en ella. Se trata de un punto de vista que también tiene que ver con la historia cultural y de cómo se ha ido cimentando nuestra visión del papel de la mujer como agente activo en lo social y en lo cultural, qué consideración y evaluación hacemos hoy de cuál ha sido nuestra historia como generadoras de discursos y lenguajes y de si estos se han movido en una determinada dinámica con los discursos y lenguajes que podríamos llamar dominantes y que identificamos con lo masculino; o si bien se han movido, en mayor o en menor medida, en sus márgenes, en una cierta periferia y en algunos casos en abierta confrontación.

Al abordar estas cuestiones en relación con el tema del espacio público en el Renacimiento, me viene en mente uno de mis libros de cabecera: Una habitación propia de Virginia Woolf, cuyo título (A Room of One’s Own) bien podría traducir-Page 88se como Un espacio propio, Un espacio para sí. Un espacio físico y económico (bien conocemos la insistencia de Woolf en la importancia para el trabajo intelectual de la disponibilidad de un lugar y de una independencia económica, una liberación de las necesidades materiales, en definitiva, que siempre han limitado a las mujeres, casi de cualquier condición, al no depender de sí misas), pero se trata también de un espacio mental, de un lugar en la cadena y en la historia de otras mujeres del pasado que se enfrentaron a los mismos condicionantes y aspiraron a las mismas realizaciones. Un espacio que desde el feminismo se ha entendido «como colocación simbólica, como lugar-tiempo provisto de referencias sexuadas femeninas, donde poder estar significativamente para un antes y un después de preparación y confirmación»1. Es decir, un espacio de legitimación y un espacio que provea de modelos, de una tradición en la que situarse. Son especialmente relevantes para mi planteamiento las páginas en que Woolf manifiesta una impresión que es muy típica en quienes se aproximan al estudio de las creadoras y las intelectuales en las sociedades precapitalistas: el absoluto desequilibrio entre la importancia de la mujer agente es decir, de la mujer que crea y que actúa en la realidad histórica y la de la mujer como objeto o tema de creación y de discurso por parte de los autores masculinos:

[…] Si la mujer solo existiese en la literatura escrita por hombres, una se la imaginaría como una persona de la máxima importancia: muy variada; heroica y mezquina; espléndida y sórdida; infinitamente hermosa y repugnante en extremo; tan grande como el hombre, incluso más grande, piensan algunos. Pero esta es la mujer de la literatura. En la realidad,Page 89como indica el Profesor Trevelyan, a ella la encerraban, la zurraban y la zarandeaban por la habitación.

Surge así un ser mixto y muy extraño. En la imaginación, es de la máxima importancia; en la práctica, es del todo insignificante. Impregna la poesía del principio al fin; está casi ausente de la historia. En la novela, domina las vidas de reyes y conquistadores; de hecho, era la esclava de cualquier chico cuyos padres la pusieran a la fuerza un anillo en el dedo. De sus labios han salido algunas de las palabras más inspiradas de la literatura, algunos de sus pensamientos más profundos; en la vida real, casi no sabía leer, casi no sabía deletrear y era propiedad de su marido2.

Desde esta perspectiva quiero analizar el ejemplo de algunas autoras de la literatura española a partir de los conceptos de autoría y canon.

Autoría femenina y canon

Empezaré tratando la cuestión de la autoría femenina y su posición en el mecanismo de institucionalización por excelencia de la cultura escrita: la formación del canon de autores excelentes, aquellos, esto es, que por su importancia y méritos literarios o artísticos merecen formar parte de la nómina de autores dignos de estudio, exégesis e imitación por parte de los pósteros. El ya no tan reciente debate acerca del canon literario que se ha venido desarrollando sobre todo en ámbitos académicos anglosajones, inspirado, por una parte, por las reivindicaciones «anticanónicas» de los Cultural Studies y, por otra parte, por encendidas apologías de signo tradicionalistaPage 90como las de Harold Bloom y George Steiner, está reavivando, de rebote, el interés por de la historización de los procesos de canonización literaria en la Historia de la literatura española3.

Es consabido que la conformación del actual canon de autores excelentes de la literatura española se gesta durante los siglos XVIII y XIX, fundamentalmente a través de lo que José Mª Pozuelo llama «repertorios institucionales», es decir: «las antologías, las historias literarias y las poéticas y retóricas que funcionaban como manuales escolares que enseñaban en nuestros siglos XVIII y XIX»4. No obstante, en los últimos años se está señalando también la importancia de un período de importancia excepcional en nuestra literatura, como fue la Edad de Plata, en la rehabilitación, el destierro y la reinterpretación de esas piezas móviles que conforman un constructo tan cargado de ideología como es el canon.

Pero de entre los resquicios de la historiografía oficial, de las grandes construcciones nacionales y de la reivindicación de los grandes autores, se va conformando paralelamente un subcanon: el canon de la literatura de autoría femenina. Proceso que cuenta con dos hitos críticos fundamentales al principio y al final de la Edad de Plata: la obra de investigación bibliográfica que Manuel Serrano y Sanz plasmó en sus Apuntes para una biblioteca de autoras españolas (1903-1905) y el panorama Las escritoras españolas (1930) de Margarita Nelken. Trabajo erudito-filológico el primero, sistematizador y reivindicativo el segundo, simbolizan las dos tendencias que todavíaPage 91hoy continúan marcando la investigación en literatura femenina: la exhumación de textos y la elaboración de marcos críticos generales5.

Como señala Ana Navarro, después de los trabajos pioneros de Manuel Serrano, pocos han sido los historiadores o antologadores que han incluido un número significativo de autoras en sus panoramas sobre la literatura áurea, con la excepción en la mayoría de los casos de Santa Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz. Mucho más abultada es, en cambio, la nómina de mujeres literatas de los siglos XIX y XX, por razones obvias. Para el período clásico de las letras españolas, en definitiva, todavía hoy faltan estudios que aporten un catálogo verdaderamente representativo de la literatura femenina y distribuyan los nombres entre géneros y tendencias6.

El caso de la autora renacentista Luisa Sigea: un ejemplo de canonización intermitente.

El ejemplo de la autora más representativa del humanismo latino hispánico –no sólo femenino, sino también excepcional en el panorama general de la literatura neolatina en la Península ibérica del período, tal como señala Luis Gil–7 es clarificador de cómo una presencia que había sido tradicionalmente «canónica» –es decir, había estado presente como figura ejemplar, como modelo a imitar y a considerar– de forma prácticamente ininterrumpida en la tradición erudita, no sólo española, sino también europea, es silenciada sistemáticamente enPage 92las historias literarias más influyente e autorizadas desde el siglo XIX. Hay que señalar, por otra parte, que la naturaleza ejemplar de la autora radicaba más en su carácter excepcional, fuera de lo común y de la normalidad de su sexo, que la exalta hiperbólicamente convirtiéndola en exemplum puellae doctae. En definitiva, Luisa Sigea acaba convirtiéndose más en un personaje que en un modelo de virtudes literarias, pues, hasta su rehabilitación completa en la Edad de Plata, a la exaltación de la Sigea erudita no va acompañada la exaltación y el análisis crítico de su producción literaria: apenas se conocen, de primera mano, sus textos.

Luisa Sigea de Velasco nació alrededor de 1530 en el reino de Toledo. Seguramente no habría pasado de ser uno de los tantos ejemplos de doncellas cultas que, educadas por, o junto a, sus parientes masculinos en los studia humanitatis, actúan como comparsas celebrativas de los fastos renacentistas. No obstante, la niña Sigea pronto dio muestras de excelencia en el conocimiento de...

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