¿Por qué la responsabilidad social de la empresa no convence a todos?

AutorMª del Pilar Muñoz Dueñas
CargoProfesora en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de Vigo
Páginas121-134

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1. Introducción

La configuración de la empresa en la actualidad ha sido determinada, en gran parte, por factores tales como los avances tecnológicos, la fragmentación de la demanda y el desarrollo de nuevas formas y principios organizativos. Estos últimos han permitido la adaptación de las empresas y la obtención, por parte de éstas, de ventajas competitivas, tanto en los mercados nacionales e internacionales como en el tipo de actividad elegida.

La gran empresa de producción que ha sobrevivido, lo ha logrado gracias a que ha liderado la creación de estructuras organizativas en forma de redes de productores. Éstas distribuyen el riesgo y concentran en una parte de la red las consecuencias de producir equivocadamente en un mundo de tecnologías, productos y demandas cambiantes1.

Así, esta reorganización, sustentada en las ventajas proporcionadas por las sofisticaciones tecnológicas en la información, la comunicación y el transporte, permite a las compañías conseguir capital y aprovechar la mano de obra y cualquier otro tipo de materiales más baratos que los existentes en los países donde llevan a cabo su actividad2.

Paradójicamente, este desarrollo material y expansión a escala global de las organizaciones ha provocado efectos adversos sobre aquellos agentes que influyen o son influidos por las empresas.

Dadas las anteriores circunstancias, no han sido pocos los debates surgidos a cerca

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de lo que es o debería debe ser una empresa, su legitimidad, los valores culturales que, en este contexto, deben sustentar sus actuaciones y si los mismos deben estar al servicio de la máxima capitalista de la obtención del mayor beneficio en el menor periodo de tiempo o a la creación de riqueza tanto empresarial como social.

Esto nos conduce al debate actual de la responsabilidad social empresarial (a continuación, RSE). En éste, se trata de determinar si la responsabilidad de la empresa se circunscribe sólo al marco legal vigente o si la misma debe abarcar cuestiones preocupantes y demandadas por la sociedad (la libertad, la igualdad, la inclusión y exclusión social, entre otros), y si, por lo tanto, la empresa debe tener otras finalidades y objetivos que se ubiquen más allá de la esfera del sistema económico.

En esta disensión, mantenida tanto por aquellos que defienden la responsabilidad social empresarial como por aquellos que la niegan, se ha puesto el acento en distintas cuestiones. Ahora bien, existe una serie de argumentos nucleares que centran el mencionado debate, que exponemos en los dos apartados siguientes, y que pueden ayudar a poner de relieve los aspectos que facilitan la comprensión de la responsabilidad social de la empresa.

2. Argumentos a favor de la rse

La idea de la responsabilidad social de las organizaciones avanza aceleradamente. En los discursos políticos y en documentos de organismos internacionales (Banco Mundial, OIT, OCDE...) este concepto es usualmente utilizado. Sin embargo, no hay unanimidad acerca de lo que es o debería ser.

Aparicio Tovar y Valdés de la Vega, debido a la escasa linealidad temporal en el establecimiento de actuaciones empresariales de carácter social y ante la dificultad de acotarlas en un periodo de tiempo preciso, entienden la RSE como "la evolución de políticas llevadas a cabo anteriormente, en ocasiones durante largo tiempo, que ahora reciben un nuevo nombre y una mayor diversificación de contenidos en su desarrollo"3.

Por otra parte, la definición más convencional acerca de la RSE es expresada como "la asunción voluntaria de responsabilidades que van más allá de las puramente económicas y legales por parte de las empresas"4, sosteniéndose en este debate que la RSE incluiría cuatro tipos de responsabilidades que, pudiendo coexistir simultáneamente, las empresas tienen hacia la sociedad y que se organizarían en las siguientes categorías: la económica, la legal, la ética y la discrecional5.

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Todo esto deriva de la propia concepción de la empresa, a la que no se la considera una institución neutra e independiente de la sociedad, por lo que su papel no debe limitarse a cumplir una función económica y de respeto a la letra de las leyes, sino que debe ir más allá, involucrándose en la vida social y cultural.

Esto implica, por tanto, una evolución del sistema de gestión tradicional de la empresa hacia otro que ponga en valor aspectos de la gestión desde una perspectiva económica, social y ambiental. En éste último, en el cual los procesos empresariales se llevan a cabo sustentados en los principios y valores de la sostenibilidad, subyace el principio de voluntariedad6.

En el debate de la RSE dos son las corrientes defensoras de la mencionada voluntariedad.

Una primera corriente7es la que entiende que la RSE debe ser de aplicación voluntaria, y así es como queda reflejado en un gran número de documentos e informes que versan sobre la RSE, los cuales remarcan el carácter voluntario de la misma8.

Una actitud proactiva por parte de la empresa, que se anticipe a las demandas sociales, además de poder ser eficaz y menos costoso, evitará la acción reguladora por parte del gobierno, asegurando un mayor grado de libertad9. Además, la ley sigue a la sociedad y no se anticipa a ella, por lo tanto no se puede esperar que sea la legislación la que determine la necesidad y actuación de la empresa bajo criterios de responsabilidad social.

Por otra parte, las prácticas de RSE voluntarias suelen ir acompañadas de herramientas de autorregulación o códigos de conducta y esta idea de autorregularse se prefiere en mayor medida y es más compatible con el modelo, defendido por las empresas, de liberalización del comercio, desregulación de mercado y flexibilidad del mercado laboral10.

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Esta aplicación de códigos de conducta voluntarios 11 permite extender la aplicación de estándares laborales y sociales mínimos "por encima de las fronteras nacionales y a lo largo de las cadenas empresariales internacionales de producción"12.

Su no cumplimiento, por parte de las compañías, puede originar campañas de protesta y denuncia de la sociedad civil que, en numerosas ocasiones, han logrado un resultado social positivo13. A modo de ejemplo citamos el caso del grupo de presión Christian Industrial Committee de Hong Kong que en el año 2000 publicó un informe sobre las prácticas laborales existentes en cinco empresas proveedoras de McDonald´s, fabricantes de muñecos Disney. Tras el continuo rechazo de estas acusaciones por parte de la firma y la aparición de otras nuevas, McDonald´s tuvo que admitir haber tenido "problemas con los salarios, la duración de la jornada laboral y las contrataciones" y canceló los contratos existentes con sus fábricas proveedoras14.

Resaltamos en este punto la importancia de extender el compromiso social a toda la cadena de valor empresarial, de tal forma que los proveedores asuman la responsabilidad social de sus actuaciones. Esto implica, que la empresa matriz, en la aplicación de su compromiso social, no se limite, bien a una simple cancelación de los contratos con los proveedores que públicamente hayan sido denunciados por sus prácticas de no responsabilidad social para, a continuación, contratar a otros que, fabricando con las misma prácticas, aprovechen su anonimato15, o bien a la inclusión de una simple cláusula de respeto a la legislación ( laxa o casi inexistente) del país en el que opere la firma, eludiendo con ello el cumplimento de los estándares laborales internacionales ya pactados (OIT, OCDE...)16.

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Una segunda vertiente defiende adoptar voluntariamente la cultura corporativa de la responsabilidad social. Ésta está basada en lo que se ha dado en denominar "la razón de ser empresarial" (business case), pues se da "la evidencia de que en el largo plazo los resultados empresariales mejoran si se mantienen relaciones no oportunistas con los diferentes grupos de interés que concurren en la actividad empresarial: empleados, clientes, proveedores y comunidades sociales donde opera"17. Forética recoge, en este sentido, que un 73,9% de los directivos encuestados en 2008 consideraban que una política activa en RSE podía verse traducida en una mayor fidelidad por parte de los clientes18.

Por otra parte, la adopción de prácticas de gestión que impliquen un compromiso social, medioambiental y económico parece demostrar que produce beneficios a largo plazo al mejorar el entorno social en el que se hallan, las relaciones con la comunidad y mostrar una correcta imagen en materia social ante los consumidores, consiguiendo con ello el beneplácito del público.

Numerosos estudios empíricos han demostrado, por una parte, que existen correlaciones positivas entre el comportamiento social de las empresas y sus resultados financieros19y, por otra, que las empresas pueden beneficiarse de las acciones socialmente responsables porque, en primer lugar, las mismas influyen positivamente sobre la motivación de los empleados y su productividad y, en segundo lugar, porque permiten minimizar las consecuencias sobre la reputación de la empresa y, por ende, sobre su nivel de ventas, de una campaña realizada en su contra20.

Por el contrario, un tipo de posturas reduccionistas, valedoras del principio rector del modelo financiero de la empresa, que la entiende como un conjunto de nexos contractuales en el que la satisfacción de los intereses de los accionistas (cobro de los dividendos y aumento de la cotización de sus acciones) se consideran como prioritarios, ha conducido a los gerentes y directivos a tomar decisiones que han perjudicado tanto al conjunto de los stakeholders (despidos masivos, deslocalización de factorías, uso de mano de obra infantil, uso abusivo de recursos naturales...) como a la propia firma. Así, tal y como se recoge el Libro Verde21menos del 25% de las reestructuraciones logran sus...

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