El primer iberismo de la "reconquista" cristiana

AutorModesto Barcia Lago
Páginas265-306

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La Monarquía leonesa, sucesora de la galaico-astur, era portadora, se sentía portadora y así era considerada por los demás Estados cristianos hispanos emergentes, de una idea germinal de un proyecto político ibérico alternativo del musulmán andalusí, sustentado en el concepto de Imperio hispánico. Aun reconociendo la vivacidad del debate historiográfi co en el que intervinieron principalmente MENÉNDEZ PIDAL, GARCÍA-GALLO y SÁNCHEZ CANDEIRA, entre otros, VALDEÓN reduce la importancia de la dignidad imperial, que insistentemente reclamaban los Reyes astures y después leoneses, a una cuestión meramente doméstica, aduciendo que "en verdad el título imperial leonés tuvo mucha menor resonancia de la que pueda dar a entender la copiosa bibliografía que ha suscitado"664.

Sin embargo, debe destacarse que la sostenida pretensión imperial astur-leonesa apoyaba en una legitimidad y raíces autónomas, contrapuesta, en los inicios galaico-astures, como vimos, al carolingio, y luego al Sacro Imperio Romano- Germánico, y mismamente a las pretensiones gregorianas de la plenitudo potestatis, que tenían en la mendacidad jurídica de las falsedades pías de la Chancillería vaticana su fundamento. El proyecto de afi rmación ibérica expresado sub aespecie de Imperio era concebido como categoría política de segundo grado, capaz, como dijimos, de "expresar el momento político de esa unidad de koinonía"665 de los diversos Reinos, Condados o Principados de la neogénesis de la "Reconquista". La idea de Imperio hispánico no era otra cosa que la representación de aquel ortograma de la unidad política peninsular, de coordinación específica, que, obviamente, sólo podía estar fundada en una unidad fáctica efectiva, "en la unidad de un coorden, reconocido en el ejercicio de la política secular de todos los Reinos ibéricos cristianos", como ya observamos supra con Gustavo BUENO666; esta idea-ortograma seguiría un camino sinuoso lleno de cortes, in- Page 266 flexiones, accidentes y ocultaciones, pero no dejaría de estar presente en el desenvolvimiento histórico ibérico.

En la estela de la recuperación tras los desastres causados por las expediciones de Almanzor, la titulación de Alfonso V como Imperator trataba de revitalizar la hegemonía leonesa como portadora de la vieja ansia unitaria peninsular; pero este anhelo aglutinante, aunque como ambición personal de preeminencia de los Reyes, anidaba también en otros núcleos de la "Reconquista", bien que, de una o de otra manera, vinculada con el Reino de León.

Principiaría a coger cuerpo en la denominada por VALDEÓN BARUQUE "proyección hispánica" de Sancho III el Mayor de Navarra; reviviría en los renovados brios con los que su hijo Fernando I el Magno haría de Castilla el centro de empuje ibérico, mientras poco a poco reunía fuerzas en Aragón; para, al cabo, conseguir que la madurez política en la acción de Alfonso VI de León-Castilla abriese la posibilidad histórica de la unión de las Coronas cristianas peninsulares con el matrimonio de su heredera Doña Urraca con Alfonso I el Batallador de Aragón. "Dedos rosáceos de la aurora"667 ibérica post andalusí, el fracaso sucesivo de estos proyectos no iba a detener el empeño de la coronación imperial litúrgica de Alfonso VII en León, como una institucionalización de la idea imperial hispana superadora de las difi cultades derivadas del testamento de Alfonso I de Aragón; pero concluyendo con su muerte la etapa histórica del primer iberismo, ideal aglutinante desbancado por la energía disgregadora que expresaban los "cinco Reinos" de MENÉNDEZ PIDAL resultantes de la fragmentación del proyecto político de unidad peninsular.

La proyección ibérica de Navarra

Navarra comenzara siendo un pequeño territorio de la montaña vasca que se extendiera hacia el llano por los terrenos de la Ribera del alto Ebro, y había tenido en la dinastía Íñiguez, luego con la de Ximena, procedente de Aragón, la ocasión de afirmarse, en relaciones familiares con los muladíes Banu Qasîm de Zaragoza y Tudela. En el primer tercio del siglo XI, Sancho III pudo engrandecer los dominios originales del minúsculo Reino de Pamplona al amparo de sus éxitos militares y diplomáticos, en el contexto de la crisis terminal del Califato andalusí; abrigaba para su real persona la ambición del protagonismo de aquella proyección hispana asentada en la hegemonía de su estirpe vascona, con un notable desinterés en la política de Al-Andalus en los momentos de la quiebra de su unidad califal668.

Estaba emparentado con todos los Príncipes cristianos, e incluso con Almanzor, que había tomado como favorita a una hermana de su padre. El temido Cau- Page 267 dillo árabe había fallecido en Medinacelli en el 1002, dos años antes de que el joven Sancho entrara a reinar. En una metáfora de la historia, en los "tempranos años del siglo XI, dice SUÁREZ FERNÁNDEZ, en el horizonte peninsular comparten protagonismo dos primos carnales: Sancho III, que se perfi la como sol ascendente, y 'Abd al-Rahman, que es luna menguante del poder militar andalusí. Quizá por eso llamamos al primero el Mayor, mientras que al segundo le colocamos el despectivo Sanchuelo"669; el hijo inepto del gran General musulmán, había tomado el relevo de su hermano, Al-Muzaffar, directo sucesor de Almanzor, en el control del Califato con ocasión de la prematura muerte de éste, en el año 1008.

El obispo Oliba, tan relacionado con Rey navarro, de quién era familiar, estaba también emparentado con los Condes de Barcelona; el notable clérigo era Abad del Monasterio de Ripoll, donde profesó dirigido por su tío-abuelo Miró, que había tenido ocasión de confraternizar con aquel Gerberto de Aurillac, luego Papa Silvestre II, quien, al doblar el siglo XI, había iniciado el despertar pontifical romano y en el cenobio ripollense había consumido largas horas de estudio de la geometría y ciencia arábigas; el activo eclesiástico era también nieto del Conde Wifredo el Velloso -iniciador del desapego vasallático de los Condados de la Cataluña Vieja respecto de los sucesores carolinos; el Conde había recibido, según la leyenda, del propio Rey Carlos el Calvo las franjas rojas trazadas por los dedos reales untados en su sangre sobre el amarillo de su escudo como premio a su valor-; con su autoridad eclesial, Oliba trataría signifi cativamente a Sancho III de Rex Ibéricus ya en el 1032, y en ese año el Rey mismo se autoproclamaba orgulloso: Santius rex in Aragone, et in Pampilonia, et in Castellae, et in Campis, vel in Legionis imperiali culmine, igual que, dos años después, la propia titulatura hace elogio del esplendor de este Monarca: Ego, Rex, Imperator in Castella et in Pampilona et in Aragone et in Superarbi et in Ripacurcia, sin duda marcando la rivalidad con el Reino de León, en aquellos momentos tutelado por él y del que llegaría a tomar posesión; pero, al mismo tiempo, la fórmula, sutilmente, reconocía la primacía imperial leonesa, Legionis imperiali culmine, como clave de bóveda de la "proyección hispánica" del Rey navarro.

No obstante la expresividad de estos manifiestos, el entusiasmo que por este Rey siente la historiografía, encandilada por la inserción de la cristiandad peninsular en la Romania que despertaba el siglo XI, se nos muestra deudor de una adscripción de la proyección hispana subalterna a la estrategia borgoñona-cluniacense-papal, y en consecuencia tal fervor debe ser refrenado desde la perspectiva de autocentralidad política ibérica. MARAVALL, señala que parece "resultado firme que Sancho el Mayor, sirviéndose del molde tradicional del título imperial leonés, renovándolo según la misma inspiración carolingia que le dio vida, trata Page 268 de insuflarle una ancha idea hispánica"; pero, en todo caso, siguiendo las tesis de MENÉNDEZ PIDAL, esta idea hispánica se anclaría en la perspectiva pirenaica, muy diferente de la idea imperial neogótica astur-leonesa, fórmula de los siglos IX y X, que habría agotado sus posibilidades, y así este Rey "fue, hablando a lo moderno, el primero de los europeizadores en España"670. Antonio UBIETO ARTETA, con el aplauso de VALDEÓN, enfatiza que el Mayor "fue el primer hombre que quiso hacer España, unir a todos los cristianos y quizá musulmanes, a las gentes de habla vasca del Norte de los Pirineos, colocando su sede en el camino que conduce a Francia, dispuesto a europeizar la Península bajo el predominio de Pamplona"671. Pero, la coartada del "europeísmo" sanchiano vela la comprensión del sentido limitado de su proyecto hispánico, en todo caso dependiente del planteamiento estratégico cluniacense.

En efecto, como aduce Américo CASTRO, "los antecedentes de la venida de los monjes de Cluny a Navarra hay que buscarlos en la relación de Sancho el Mayor con Guillermo V de Aquitania"672; el Abad Oliba ejercería una decisiva infl uencia "sobre esa operación que significa el paso desde el mozarabismo -nostalgia de un tiempo pasado y de la España perdida el 711- a esa reforma eclesiástica que signifi caban de modo especial los cluniacenses", según expresa SUÁREZ FERNÁNDEZ673, consciente de que el Rey, "guiado en ésto por los consejos de Oliba, puso su atención preferente en restablecer las relaciones de dependencia con la Iglesia romana, una tarea que va a requerir medio siglo para llevarse a cabo. Desde Pamplona, cercano el Pirineo, era bastante fácil darse cuenta de que España no es otra cosa que la parcela suboccidental de Europa"674. Desde esta perspectiva, el "Camino de Santiago" era el cordón umbilical que anudaría los destinos hispanos a la pujante Romania cluniacense y como tal una dimensión fundamental de la política navarra que hizo de él el eje de su expansión.

Por otra parte, al margen de esta...

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