La política de la Unión Europea referente al 'fracking': ¿el 'drill, baby, drill' a la europea?

AutorJuan Manuel Ayllón Díaz-González
Cargo del AutorProfesor Titular de Derecho Administrativo. Universidad de Málaga
Páginas137-168

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I Introducción

En los últimos años venimos asistiendo a lo que podría ser el preludio de una revolución energética. El modelo energético que hasta ahora nos ha acompañado está en franca decadencia. El sistema hace aguas, y no por una sola vía. Todo está en cuestión. Por un lado, el recurso energético por excelencia, los hidrocarburos convencionales, se agota. No se sabe cuándo, pero, sin duda, las reservas están llegando a su fin. Por otro lado, la volatilidad de los precios de los hidrocarburos y la inestabilidad política de muchos de los países suministradores hacen que la soberanía energética se haya convertido en un objetivo político de primer orden para muchas sociedades. A ello se le suma un incremento exponencial de la demanda energética como consecuencia del mayor nivel de desarrollo socioeconómico alcanzado por muchos países y del aumento de la población mundial. Hay que encontrar fórmulas que permitan aumentar la oferta de energía para hacer frente a esta imparable demanda.

Y en todo este contexto, el dilema ambiental, esto es, la plena conciencia de que el modelo tradicional de producción energética, basado en la quema de combustibles fósiles, es absolutamente insostenible y nos está conduciendo a la debacle. Su mayor manifestación, aunque no la única, el cambio climático. Los tiempos nos obligan, por tanto, a una "ecologización" de la energía.

Como decía al principio, todo está en cuestión, desde la manera como se produce la energía, hasta las formas de distribución y suministro de ésta, pasando, sin duda, también, por cómo se consume. La divisoria entre quien produce y quien consume se rompe, pues el autoconsumo y la autoproducción energética ofrecen nuevas alternativas.

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Y frente a este escenario complejo y poliédrico, nos encontramos inmersos en una revolución tecnológica que abre las vías a nuevas fuentes energéticas, nuevas formas de producir energía, poniendo de manifiesto que éstas son mucho más variadas de lo que, "a priori", cabría pensar. La tecnología nos amplía el abanico de opciones y permite afrontar, si se desea, un cambio radical de paradigma en el modelo energético. En esta línea, el salto tecnológico en el campo de las energías renovables, que incrementa enormemente la manera de aprovechar el sol, el viento, la biomasa, las mareas, etc., es, simple y llanamente, espectacular.

Pero, paralelamente, la tecnología también está al servicio de los productores de energías fósiles y aquí observamos también -entre las expectativas de algunos y el estupor de otros muchos- una explosión de nuevas fórmulas de extracción o aprovechamiento: las perforaciones de hidrocarburos a gran profundidad en el mar, la extracción de hidrocarburos de arenas bituminosas, los almacenamientos subterráneos de hidrocarburos, etc. Y es, en esta línea de las viejas ideas con nuevos ropajes, que parecen querer perpetuar la consabida estrategia del "drill, baby, drill", en la que se inserta la llamada fractura o fracturación hidráulica o, como se la conoce coloquialmente, el "fracking".

El objeto de este artículo es analizar el posicionamiento de la Unión Europea en torno a esta técnica mediante el estudio de los diferentes documentos que hasta la fecha se han ido emanando en su seno2.

II ¿qué es el "fracking"?

El "fracking" es una de las tecnologías que se usa para la extracción de "hidrocarburos no convencionales". Se entiende por hidrocarburos no convencionales aquellos hidrocarburos que se encuentran atrapados en rocas muy poco permeables, situadas, además, a una gran profundidad, de tal manera que las técnicas usuales de extracción no son viables. Estas rocas, que albergan hidrocarburos generalmente en estado gaseoso, suelen ser formaciones geológicas compuestas de esquistos, de ahí la denominación de "gas de esquito" con la que se conocen estos recursos energéticos. No obstante, el mineral también puede estar atrapado en vetas de carbón, o de hulla o en areniscas de baja permeabilidad3. En términos simples, esta compleja tecnología de extracción consiste en construir una serie de conductos subterráneos de gran profundidad -por lo general, de más de dos kilómetros-, verticales, primeramente para llegar a la estructura geológica y, a

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partir de ahí, horizontales, a lo largo de la estructura, para, a través de los cuales inyectar un compuesto líquido a muy alta presión que fracture la estructura geológica en la que el gas natural -o, en su caso, petróleo- se encuentra contenido4.

El hidrocarburo es, así, liberado y reconducido a la superficie a través de estas conducciones, donde es recogido para su aprovechamiento energético.

La técnica de la fractura hidráulica no es novedosa. Se conoce y se ha practicado desde hace décadas, con fines exploratorios o experimentales, o como refuerzo en pozos petrolíferos convencionales. No obstante, ha sido en los últimos años cuando su uso ha experimentado un considerable incremento, muy especialmente en EE.UU. donde el gas de esquisto ha irrumpido con fuerza en su balanza energética y ya constituye una fuente energética de gran importancia -60% de la producción de gas natural en el 2014-5. Ello se ha debido a diversos factores. Por un lado, la incorporación de innovaciones tecnológicas que la hacen sustancialmente más eficaz que en el pasado y hacen posible la llamada "fracturación hidráulica de alto volumen", esto es, la que permite inyectar grandes cantidades de líquidos a una enorme presión a través de conductos horizontales y, por tanto, la hace apta para actuar sobre las estructuras geológicas de esquistos que antes comentaba. Mas, a su expansión han contribuido también el agotamiento de las reservas de hidrocarburos extraíbles mediante métodos tradicionales así como el alza de los precios de estos recursos energéticos. Cuanto más sube el precio del barril de petróleo o el gas natural convencional, más atractivo resulta, desde el punto de vista de la rentabilidad, el empleo de técnicas extractivas alternativas que, como el "fracking", son, "a priori", más costosas. Pero es que, además, los mercados energéticos son tan especulativos y volátiles que el mero anuncio de la existencia de nuevas fuentes o reservas energéticas o de la puesta en marcha de nuevas tecnologías extractivas tiene ya de por sí un efecto moderador sobre los precios6.

De momento, son pocos -aunque significativos- los Estados que cuentan con proyectos de envergadura de explotación comercial de hidrocarburos no convencionales mediante "fracking". Es el caso de EE.UU., Canadá, México y China. A ellos, hay que sumarles aquellos que han dado luz verde a actuaciones exploratorias en sus territorios dirigidas a determinar el potencial de las reservas, la viabilidad de las extracciones y su rentabilidad económica, pero que no cuentan hasta la fecha con explotaciones en servicio. Destacan en este apartado Gran Bretaña, Polonia o España.

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Ahora bien, las expectativas despertadas por esta técnica han ido paralelas a una fuerte contestación social, estando, por ello, inmersa en una gran controversia. Son numerosos los informes científicos que resaltan sus riesgos e incertidumbres, y estos han trascendido a la opinión pública reforzados por documentales de amplia difusión e impacto como el laureado "Gasland" (2010) y "Gasland II" (2013), del director americano Josh Fox, o la película estadounidense "Promise Land", dirigida por Gus Van Sant y escrita y protagonizada por Matt Damon. Incluso en los Estados que se muestran favorables al "fracking", los proyectos tienen que hacer frente a una marcada oposición social y ciudadana, en un claro exponente del fenómeno conocido como "NIMBY"7.

Fruto de esta oposición, son varios los Estados que se están mostrado más cautos y remisos respecto a su uso o fomento, estableciendo severas restricciones al respecto, cuando no prohibiéndolo o constituyendo moratorias mientras se despejan las incógnitas concernientes a su inocuidad y solvencia. En la Europa comunitaria, es el caso de Francia, Alemania, Bulgaria, la República Checa y Luxemburgo8. La oposición más firme la encontramos en el país galo que cuenta desde 2011 con una ley que prohíbe expresamente el "fracking"9. En el posicionamiento de todos estos Estados juega un papel decisivo la aplicación a esta materia del principio ambiental de precaución. Si bien, hay que tener presente que las posturas de cada país están también muy condicionadas por sus balanzas energéticas, el nivel de autoabastecimiento, la importancia potencial de sus reservas de hidrocarburos convencionales y no convencionales y otros factores geopolíticos.

Los impactos ambientales que se le achacan a esta técnica son, principal-mente, los siguientes:

- Riesgo de contaminación de los acuíferos subterráneos y del subsuelo. Este riesgo deriva de una doble fuente. En primer lugar, debido a los aditivos químicos que se añaden al agua, para, junto con la arena, constituir el fiuido de fracturación que estimulará la roca, fraccionándola, y liberará el gas de esquistos. Entre dichas sustancias químicas, se critica la utilización de algunas que son peligrosas (cancerígenas, tóxicas o contaminantes). Y en segundo lugar, porque la perforación y el proceso de estimulación podrían liberar otras sustancias contaminantes existentes en la roca que pasarían a formar

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parte del fiujo de retorno que afiore a la superficie. Aunque la...

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