Perder

AutorMiki Osanai
Páginas61-63

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13 de julio de 2015

Casi me cuesta creer que hace ya dos años que me gradué. Parece que ha pasado mucho menos tiempo, pero probablemente se deba a que en estos años no ha pasado nada: no hay trabajo, apenas llego a fin de mes con las deudas de la universidad y parece que el mundo entero se me viene encima… Carla dice que no me agobie, que es una mala racha. Pero cada día que pasa todo parece más negro y la gente más desesperanzada.

Esta es la última página del diario de mi padre. La escribió poco antes de que estallara el colapso. Yo era muy pequeño entonces para recordarlo pero, por lo que solían contarme mis padres, todo el sistema se vino abajo de la noche a la mañana. La gente retiró todo su dinero de los bancos, la estructura financiera se derrumbó y nadie sabía qué hacer. Fue entonces cuando comenzaron las purgas. Al principio fueron pequeños ataques que pasaron desapercibidos ante la opinión pública, pero más adelante se convirtieron en asesinatos premeditados y con saña. Las primeras víctimas fueron políticos y banqueros, pero cuando se quedaron sin nadie a quien matar pasaron a aniquilar a cualquiera que hubiera estado empleado en la gestión del Estado.

A estas alturas ya empezaban a escasear los alimentos y hacía mucho que no se veían lugares con electricidad o agua corriente. La única constante era el miedo, aunque esa sensación parecía venir de mucho tiempo atrás. Los que quedaron, para garantizar su supervivencia, comenzaron a agruparse en pequeñas alianzas que peleaban entre sí por los pocos recursos restantes. Había pocos niños y menos gente mayor. “Si puedes, haces lo necesario para seguir adelante. Si no, no sigues”, decía mi padre.

Fue más o menos en ese momento cuando decidieron que lo mejor era alejarse de los antiguos núcleos urbanos. Pero sin lugares donde resguardarse y con escaso abrigo, era inevitable que ocurriera lo que ocurrió. Mi padre cayó y mi madre nunca volvió a ser la misma después de aquello.

Poco después fuimos capaces de unirnos a una alianza formada por un señor bastante mayor y sus dos hijos. Ese hombre había sido profesor antes, mucho antes del colapso, y solía contarme, apasionado e indignado, que las cosas nunca debieron ser así.

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Me explicó que incluso antes de que él naciera, el mundo estaba dividido en reinos o incluso en imperios. Pero al igual que con el colapso, la gente estaba descontenta: querían decidir, querían que todo fuera mucho más justo y que no hubiera unos pocos...

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