Paro, políticas laborales y género en la Cataluña Republicana (1931-1936)

AutorSoledad Bengoechea - Cristina Borderías
Cargo del AutorGRC-T.I.G. (Trabajo, Instituciones y Género), Universidad de Barcelona - GRC-T.I.G. (Trabajo, Instituciones y Género), Universidad de Barcelona
Páginas117-149

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Ver nota 1

El desempleo forzoso constituye uno de los problemas más graves de las relaciones laborales en las economías contemporáneas y, a determinados niveles, un factor de desestabilización política, como sucedió en algunos países europeos durante la Gran Depresión. Desde finales del siglo XIX, pero sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, algunos países comenzaron a implantar subsidios de desempleo. En la primera conferencia internacional de la Organización Internacional del Trabajo habida en Washington en 1919 se recomendó a los Gobiernos la elaboración de estadísticas y el establecimiento de oficinas de colocación. Estados Unidos tenía en los inicios de los años veinte un 32% de desocupados, Holanda un 21%, Bélgica un 17%.2En 1935 la OIT daba ya la cifra de treinta millones de parados. El convenio de la OIT por las 40 horas (1935) respondía

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asimismo a esta situación crítica, aunque no fue seguido de forma regular. Sólo después de la Segunda Guerra Mundial los Estados iniciaron una política decidida contra el desempleo.

A pesar de carecer de datos fiables sobre el paro durante la Dictadura de Primo de Rivera, numerosas evidencias ponen de manifiesto que la crisis industrial habida en la posguerra europea se prolongó notablemente, hasta tal punto que es durante esos años cuando cobra fuerza la necesidad de mejorar las estadísticas.3 En los años 1925-1927 algunos ayuntamientos comenzaron a elaborar detalladísimos recuentos sobre obreros en paro registrando, incluso, el número de horas trabajadas "antes y después de la crisis", así como su efecto sobre los salarios.4Las estadísticas elaboradas durante la República continuaron siendo muy deficientes, de ahí que la dimensión del paro, su naturaleza y sus repercusiones sobre la conflictividad social y política sigan siendo aún temas de debate historiográfico. Estas deficiencias afectan en mayor medida al conocimiento de la dimensión del género del paro; un tema que, a diferencia de los mencionados, ha interesado escasamente a los historiadores, a pesar de que la crisis, debido a la segmentación sexual del mercado de trabajo, tuvo una incidencia muy distinta en hombres y mujeres, y de que las políticas del paro emprendidas por los sucesivos gobiernos republicanos ahondaron las desigualdades de género.

La hipótesis, planteada hace más de cincuenta años, sobre las posibles repercusiones del paro en el trágico final de la Segunda República fue descartada ya entonces al considerar que su dimensión cuantitativa fue menor, especialmente en comparación con la que alcanzó en otros países durante la Gran Depresión; algo en lo que han coin-cidido los historiadores económicos más recientemente.5 Efectivamente, mientras en

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Alemania se alcanzaron porcentajes del treinta y cinco por ciento, en EEUU del vein-ticinco por ciento y en Gran Bretaña del veinte por ciento, en España, según los datos disponibles hasta el momento, ni en los peores momentos se superó el diez por ciento de parados. Con todo, como veremos más adelante, hay que tener en cuenta que, en determinadas localidades, estos porcentajes se superaron ampliamente. Otros autores han señalado que el nivel de desempleo tenía aquí consecuencias relativamente más graves debido a la ausencia de seguros y subsidios así como a la tímida respuesta estatal, en especial la menor inversión en obras públicas.6En los últimos años algunos estudiosos del movimiento obrero han vuelto a retomar el viejo debate sobre las repercusiones del paro en la estabilidad del régimen republicano, considerándolo como un elemento explicativo muy relevante de la conflictividad y de las movilizaciones sociales. Se ha enfatizado así el destacado papel que habrían tenido los desempleados en las movilizaciones de 1930-1931, considerando que el recurso a la violencia por parte de algunos sectores de parados, lejos de constituir una manifestación desesperada y esporádica habría sido producto de la "aproximación insurreccional al paro" promovida desde sectores faístas.7

De hecho, desde 1931, incluso las corrientes más moderadas de la CNT habían declarado que "la revolució era la única sortida de la crisi econòmica (...)", como lo recogía en 1931 el manifiesto trentista.8Así, la capacidad desestabilizadora del paro, más allá de su dimensión numérica, residía, en todo caso, en su utilización como pieza central en la estrategia de la confrontación política entre la CNT y los sucesivos gobiernos republicanos.9De hecho, en Cataluña aun siendo el desempleo menor que en otras zonas

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de España hubo un mayor número de conflictos. El paro se notó fundamentalmente en las ciudades, y en particular en Barcelona donde las organizaciones obreras eran más fuertes y más activas y donde las corrientes más radicales de la CNT tenían mayor peso.10

El estudio del paro durante estos años confronta al historiador a una aparente contradicción entre el número de parados -relativamente menor al de otros países europeos- y la dimensión de la respuesta social y de la conflictividad. Desde luego no puede negarse que, aún falta de aplicación y en muchos sentidos ineficiente, hubo una abundantísima legislación; que, promovidas desde el estado, los gobiernos locales, la patronal y las asociaciones obreras, se formaron numerosas comisiones para su estudio; que surgieron no pocas asociaciones -públicas y privadas- para paliar sus efectos; que se publicaron, desde todos los sectores sociales, miles de dictámenes, manifiestos y proclamas; y que eran muy frecuentes las colectas e incluso las rifas y tómbolas para obtener recursos para los parados... A finales de 1931 la patronal catalana expresaba ya su preocupación por la dimensión del mismo: "El grave problema del paro forzoso, que azota vivamente a los países más poderosos, hizo su aparición en nuestra nación a los pocos días del cambio de régimen, y tomó, en apariencia, tales proporciones, que requirió la actuación de las autoridades, de la prensa y de cuantos siguen con interés el curso de los problemas económicos y sociales...".11Incluso las corrientes más moderadas del obrerismo se alarmaban por sus posibles repercusiones: "Distinguit senyor nostre: La crisi de treball produeix un gran malestar entre la classe obrera, i pot tenir greus repercussions en l’ordre públic i en les activitats socials. Conscients del deure que tenen avui tots els sectors socials, i molt especialment les entitats representatives, hem decidit celebrar una Assemblea de representants d’aquelles per canviar impresions i cercar formules per aminorar els estralls de l’atur forçós".12Sin embargo, hasta tanto no haya estudios que sean capaces de ofrecer cifras más fiables del paro de las actualmente disponibles queda por dilucidar si estas alarmas obedecían a una situación objetiva o si eran una reacción de temor generada por la dimensión que estaba teniendo en otros países y por la previsible respuesta de los sectores antirepublicanos del movimiento obrero.

Como ya hemos señalado, la historiografía apenas se ha ocupado de analizar la dimensión de género del paro. Una dimensión especialmente difícil de abordar por las propias carencias de las estadísticas. Aún insuficiente, los datos disponibles muestran que la crisis tuvo una incidencia muy distinta en el empleo de hombres y mujeres. Efectivamente, la fuerte segregación sexual del mercado de trabajo hizo que, en sus inicios, cuando el paro afectaba fundamentalmente al trabajo agrario y a la construcción, fuera la

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mano de obra masculina la mas afectada, mientras que a partir de 1933, cuando comenzó a hacerse sentir con mayor intensidad en las industrias de consumo, en particular en el textil, el mayor número de parados estuviera compuesto por mujeres.

La legislación laboral, a pesar de los progresos que la República hizo en algunos sentidos, siguió siendo discriminatoria en muchos aspectos y el Estado permitió además que para reducir el paro se aprobaran normativas que vetaban el acceso de las mujeres a determinados sectores. Por último, las políticas ocupacionales emprendidas desde el Estado, la Generalitat y los municipios, así como la ayuda a los parados en sus diversas formas -seguros, subsidios...- lejos de abordar por igual la situación de parados y paradas, contribuyeron a ahondar las desigualdades de género. Este capítulo aborda, precisamente, esta dimensión menos conocida del paro. No aporta datos cuantitativos globales sustancialmente distintos a los ya conocidos, aunque propone una lectura de los mismos desde la perspectiva de género. Nuestro propósito es analizar las distintas repercusiones que el paro tuvo sobre hombres y mujeres, debido no solo a la estructura de género del mercado laboral, sino a las políticas llevadas a cabo desde las instituciones públicas y las asociaciones obreras.

1 Segregación sexual del mercado de trabajo y paro

La estructura del mercado laboral catalán y la segregación sexual de los sectores y ocupaciones son factores de primer orden a la hora de explicar la dimensión del paro masculino y femenino y su diferente evolución a lo largo del período republicano. Aunque los datos de actividad registrados por los Censos Nacionales de Población son inferiores a los reales, sirven para poner de relieve la concentración de las trabajadoras catalanas en dos sectores: la industria textil y el servicio doméstico, seguidos en proporciones mucho menores por el comercio y otros sectores industriales, donde su presencia era aún muy poco significativa (Ver Tabla 1).

Tabla 1. Trabajadores de la industria, el comercio y el servicio doméstico, Cataluña 1910-1930

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