Organización social y sistemas normativos: la importancia del derecho

AutorBenito de Castro Cid
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho en la UNED

Objetivo general

Esta lección intenta explicar la idea de que el Derecho es un elemento necesario para la ordenación y funcionamiento de la sociedad y, consecuentemente, también para la realización de la propia vida de los individuos, ya que los hombres somos "naturalmente" (es decir, inevitablemente) sociales.

Esquema de desarrollo

La idea central de la lección se desarrolla en cuatro fases complementarias: La primera se limita a exponer la tesis de la dimensión social de toda vida humana. (En efecto, parece que los individuos sólo pueden vivir de forma plenamente humana cuando están integrados en algún sistema de acción coordinada de vida social).

En la segunda se explica cómo las normas de conducta han sido siempre uno de los más eficaces medios para conseguir el adecuado funcionamiento de cualquier vida social.

La tercera pone de manifiesto cuáles son, en la actualidad, los principales sistemas o códigos normativos que, junto con el Derecho, contribuyen al mantenimiento de la organización social.

En la cuarta se examina el tipo de vinculación existente entre la vida social y el Derecho y las consecuencias que esa vinculación tiene para la configuración del propio Derecho.

  1. LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA VIDA HUMANA

    Los datos que proporciona la experiencia histórica parecen corroborar la existencia de una estrecha correlación entre estas dos condiciones existenciales de los individuos: ser-hombre y vivir-en-sociedad. Parece legítimo, en consecuencia, establecer estas dos tesis complementarias: que los individuos humanos son hombres (es decir, sujetos que poseen la capacidad de comunicarse racionalmente) por cuanto son seres sociales y que son sujetos constitutivamente sociales en tanto en cuanto son hombres.

    La sociedad es, pues, el ambiente o medio natural de la existencia humana, tal como pone de manifiesto el propio desarrollo de esa existencia y la estructura y funcionamiento de la organización social. Y puede afirmarse que la vida del hombre es verdaderamente humana en la medida en que se realiza dentro de la sociedad, en la medida en que es convivencia, constante interacción o intercomunicación1.

    En efecto, todos los individuos humanos tenemos necesidad vital de la sociedad, por cuanto necesitamos continuamente un sinfín de soluciones y remedios, tanto para la satisfacción de las inmediatas necesidades biológicas como para superar las urgencias o apetencias del espíritu. En todos esos aspectos dependemos de alguna forma de otros individuos que pueden contribuir con sus aportaciones a la solución de nuestras necesidades. Y, a su vez, estos individuos están también en dependencia frente a nosotros mismos y frente a otros para poder cubrir sus propias necesidades de naturaleza biológica o cultural. Se da, por tanto, en la vida humana un complejo y recíproco necesitar y ser necesitado, un constante y firme ensamblaje de correspondencias; cada individuo vive, actúa y se realiza dentro de los tupidos sistemas o constelaciones de relaciones que constituyen la estructura básica de la sociedad. Y, por eso, la vida humana está profundamente vinculada a los mecanismos o actitudes que determinan la estructura y el funcionamiento de la propia sociedad. ¿Qué mecanismos son esos? Al menos, estos tres: unidad de acción, cooperación e integración.

    Parece claro que el sistema básico de relaciones sociales que canaliza la vida de cualquier sociedad comporta, en primer lugar, una mínima unidad de acción o "coincidencia de programa" entre la mayoría de los miembros que integran el grupo, ya que, en caso contrario, la dispersión reinante dinamitaría los cimientos del sistema social. A su vez, el logro de esa unidad de acción exige una participación común en todos aquellos elementos fundamentales que constituyen la plataforma sobre la que se sustenta la propia vida social, es decir, exige una estrecha y constante cooperación. Tanto la creación, conservación y desarrollo del idioma (vehículo mínimo de entendimiento y comunicación) como la conformación de la religión, la filosofía, las ciencias y las artes o el perfeccionamiento de las actividades económicas y técnicas implican una múltiple concurrencia de esfuerzos por parte de todos los miembros que componen el grupo social. Y, así, todos los individuos se ven forzados a participar en alguna medida en la lucha por elaborar y perfeccionar los diversos mecanismos de respuesta a las múltiples, inmediatas y generalizadas necesidades con que tiene que enfrentarse a diario la vida social.

    Por otra parte, esta cooperación constante es la que hace que en todos los grupos sociales estables se dé, al menos en su grado mínimo, la integración que les es imprescindible para mantenerse. La conservación de la vida social exige que los diversos individuos y grupos primarios que forman parte de los grupos sociales mayores acepten y desarrollen conjuntamente unas formas básicamente coincidentes de pensar, valorar y actuar frente a las necesidades y los objetivos fundamentales de la colectividad. De este modo, el lenguaje, las creencias religiosas, las concepciones filosóficas, los idearios políticos, la actividad económica, los cánones artísticos... o cualquier otro ámbito de manifestación de la actividad social tiende a actuar como nexo de convergencia o cohesión que refuerza la mutua interdependencia a través de las múltiples relaciones y procesos que genera. Y, cuando esa coincidencia básica no se logra, o cuando, una vez conseguida, llega a desaparecer, entonces la convivencia...

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