Limitaciones en la venta de tabaco para protección de la salud de la población

AutorPedro Rodríguez López
CargoDoctor en Derecho. Jefe del Área Jurídica del Organismo Autónomo Comisionado para el Mercado de Tabacos

1.- TABACO Y SALUD.

Ahora nos corresponde entrar en el lugar más controvertido del consumo de tabaco, su incidencia en la salud y las limitaciones que el Estado está imponiendo para evitar que se produzcan más muertes y más enfermedades crónicas en los fumadores.

La OMS considera al tabaquismo como una enfermedad adictiva crónica, incluida con el código F-17 en su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD- 10)2. Para los especialistas, el tabaco constituye un grave problema de salud pública, el primer problema de salud pública. Estaríamos ante una epidemia en términos de salud. Las personas no fuman por casualidad. En el tabaco hay una sustancia psicoactiva, una droga, que es la nicotina. La nicotina no sólo es adictiva sino que también es tóxica. Fumada en forma de cigarrillos se absorbe a través del árbol bronquial y los alvéolos pulmonares. En menos de 10 segundos la inhalación del humo del tabaco, después de llegar a los pulmones, atraviesa la barrera hematoencefálica. De ahí su potencial adictivo, su rapidez de acción y su poder como reforzador. Su acción se manifiesta en los sistemas nervioso central y periférico, ardiovascular, endocrino, gastrointestinal y neuromuscular3. La nicotina es una sustancia de gran poder adictivo4, siendo la adicción a la nicotina el principal factor responsable de que las personas sigan fumando5.

Aparte de los cancerígenos, el tabaco tiene otras sustancias tóxicas: amoniaco, acetona, acroleína, cianuro de hidrógeno, monóxido de carbono, metanol, tolueno y muchos otros. Por tanto, como veremos ahora, el humo del tabaco ambiental da problemas de cáncer, problemas cardiovasculares y también respiratorios. A nivel cardiovascular, el humo del tabaco ambiental incrementa la frecuencia cardiaca, la presión arterial, los niveles de monóxido de carbono, reduce la capacidad del ejercicio e incrementa la ratio colesterol total/HDL, por lo que es aterogénico, es decir, estrecha las arterias, sobre todo las coronarias y las cerebrales. A nivel respiratorio, aumenta los síntomas respiratorios en personas expuestas en el trabajo o en el hogar. Hay investigaciones recientes que han demostrado que es causa directa de asma bronquial, incluso en personas no alérgicas ni predispuestas a esta enfermedad. El humo del tabaco ambiental y cómo defenderse de él no es una cuestión de cortesía ni de tolerancia, es una cuestión de salud muy seria, sobre todo para ese 12 por ciento de la población que está expuesta ocho horas diarias o más al humo ambiental de tabaco6.

Prácticamente la totalidad del consumo actual se realiza mediante la inhalación de la combustión de los productos del tabaco. En el extremo del cigarrillo que se está quemando se alcanzan temperaturas próximas a los 1000 ºC, lo que transforma numerosos componentes originales de la planta y genera complejas reacciones químicas que dificultan la identificación completa de todas las sustancias que existen o se generan en el proceso de fumar. Hasta ahora se han reconocido cerca de 5.000 elementos químicos tanto en la fase gaseosa como en la sólida o de partículas del humo del tabaco. Es bastante diferente la composición de la corriente principal que aspira el fumador y la secundaria que se escapa del cigarrillo al ambiente. Muchas sustancias nocivas presentes en el humo están más concentradas en esta corriente secundaria (monóxido y dióxido de carbono, amoniaco, benceno, benzopireno, anilina, acroleína y otros muchos), lo que incrementa la toxicidad de la atmósfera que genera. La mayoría de los efectos perniciosos del humo de tabaco, aparte de producir cáncer, se deben a la presencia de monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, amoniaco, ácido cianhídrico y acroleína, entre otras sustancias7.

Aunque la mayoría de estudios de historia de la ciencia afirma que científicos británicos y estadounidenses fueron los primeros en advertir una relación estadísticamente significativa entre consumo de tabaco y algunas formas de cáncer en la década de los cincuenta, lo cierto es que habían sido científicos de la Alemania de Weimar quienes originariamente habían mostrado esta posible relación: a finales de los años 20 Alemania ya disponía de información estadística y epidemiológica sobre los efectos que el consumo de tabaco producía en los fumadores8.

La agencia de tabaquismo y salud de los Estados Unidos de América publicó en 1989 que el consumo de tabaco fue responsable de "más de una de cada seis muertes". Este hecho sirvió para reconocer el abandono del consumo de tabaco, como la intervención aislada más importante dirigida hacia la reducción de la tasas de morbi-mortalidad en la sociedad occidental. Más concretamente, el tabaquismo supone un factor de riesgo de primer orden para las enfermedades cardiacas y vasculares, bronquitis crónica y enfísema; así como para el padecimiento de cáncer pulmonar, de laringe y faringe, cavidad oral, esófago, páncreas y vejiga urinaria. Adicionalmente, también se ha descrito un incremento en el riesgo de infecciones respiratorias y para el padecimiento de la enfermedad ulcerosa de localización gástrica9.

El Informe sobre morbilidad y mortalidad anual atribuida al tabaco, emitido el 12 de abril de 2002 por el CDC (Morbidity and Mortality Weekly Report April 12, 2002, Vol. 51, N. 14. Centers for Disease Control and Prevention, U.S Department of Health and Human Services), sostiene que: Entre 1995 y 1999, murieron prematuramente en EEUU por enfermedades atribuibles al consumo de tabaco una media de 442.398 personas por año 124.813 de cáncer de pulmón, 81.976 de cardiopatía isquémica y 64.735 por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, entre las enfermedades más relacionadas con el consumo de tabaco). Cada año las enfermedades atribuibles al tabaco son responsables de una pérdida de 3.332.272 años potenciales de vida entre los hombres, y de 3.284.113 entre las mujeres. Los adultos fumadores pierden una media de 13.2 años de vida, y las adultas fumadoras, de 14.5. Entre 1995 y 1999, las pérdidas económicas relacionadas con el consumo de tabaco ascendieron aproximadamente a 157.000 millones de dólares anuales. En 1999, por cada uno de los 46 millones y medio de adultos fumadores se gastaron 1.623 dólares en atención médica y se perdieron 1.760$ en productividad. En 1999, por cada uno de los 22.000 millones de paquetes de tabaco vendidos, se gastaron 3’45 dólares en gastos médicos atribuibles al consumo de tabaco, y se perdieron 3’73 dólares en productividad, con un coste económico total de 7’18 dólares por paquete de tabaco vendido10.

Las principales enfermedades crónicas en los países occidentales tienen una gran relevancia ya que producen una elevada morbi-mortalidad, discapacidad y repercusión socioeconómica. Los avances en la investigación epidemiológica y de salud pública han mostrado que una gran parte de la mortalidad e incapacidad causada por las enfermedades crónicas es prevenible a través de un amplio rango de acciones, entre ellas la modificación de los principales factores de riesgo personales, como el consumo de tabaco, la dieta y la actividad física11.

Entre los factores de riesgo12 sobre los que la intervención ha de ser prioritaria figura el consumo de tabaco, al que se le puede atribuir una carga importante de enfermedad crónica. Se estima que se produjeron unas las 56.000 muertes para el conjunto de España durante 199713. Estas dramáticas cifras obedecen, en gran medida, a la enorme prevalencia del consumo de tabaco en España y en sus comunidades. Según la Encuesta Nacional de Salud de 1997 la prevalencia del consumo de cigarrillos fue aproximadamente del 36% en los adultos españoles. Es decir, en España había unos 14 millones de fumadores adultos14.

La relación causal entre fumar y la enfermedad está bien establecida. El tabaco está asociado a diferentes tumores malignos, siendo el principal factor causal del cáncer de pulmón. El tabaco también produce enfermedades pulmonares crónicas y agudas, y está entre los tres factores de riesgo mayores de la enfermedad cardiovascular. De hecho, dos tercios de las muertes atribuibles estimadas por los estudios españoles citados son defunciones por cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cardiopatía isquémica e ictus15.

Desde 1986, en un total de 14 informes bien documentados y elaborados por instituciones médicas y medio-ambientales, así como agencias oficiales en Europa, Norteamérica y Australia, se ha establecido que el consumo involuntario del tabaco constituye un riesgo para la salud pública. Algunas de estas instituciones, como por ejemplo el National Institute on Occupational Safety and Health (Instituto Nacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo - NIOSH) de los EEUU, ha clasificado el aire contaminado por humo de tabaco (ACHT) como factor cancerígeno reconocido16.

El consumo de tabaco es la principal causa de cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y arteriosclerosis periférica, así como una de las causas más importantes de enfermedad cardiovascular y cerebrovascular. Fumar también produce otras enfermedades crónicas e incrementa el riesgo de enfermar de las personas que fuman, en comparación con el de las personas que no fuman17.

Antes de 1920, el cáncer18 de pulmón19 era una enfermedad poco frecuente, mientras que en la actualidad constituye la causa de la mayoría de las muertes por cáncer en los hombres de los países occidentales. Tres estudios europeos realizados entre 1940 y 1955 señalaban que fumar producía cáncer de pulmón. En otros numerosos estudios se confirma esta relación. En Dinamarca, el aumento del consumo de cigarrillos entre 1950 y 1980 fue seguido de un incremento significativo de la incidencia de cáncer de pulmón quince años más tarde. En los Estados Unidos, los cambios en la incidencia del cáncer de pulmón coincidieron con los cambios regionales en cuanto al número de fumadores. La incidencia del cáncer de pulmón se presenta ajustada por edad por 100.000 mujeres por año20.

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