Internacional Situacionista: el último discurso crítico de la modernidad

AutorCésar de Vicente Hernando
Páginas73-92

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La Internacional Situacionista se constituyó el 28 de Julio de 1957 en la conferencia de Cosio d’Arroscia (Italia) como resultado de la unificación de tres grupos diferentes: la Internacional Letrista, escisión izquierdista del grupo Letrista1fundado en 1952 y que publicaba desde 1954 un boletín de crítica cultural llamado Potlatch; el Movimiento Internacional para una Bauhaus Imaginista, formado en diciembre de 1953 y cuyos miembros habían desarrollado distintos trabajos críticos en diferentes medios (Cobra, Ion, etc.); y el Comité Psicogeográfico de Londres, con un único miembro, Ralph Rumney en 1957. La conferencia había estado precedida un año antes por un Congreso Inter-nacional de Artistas Libres celebrado en la ciudad italiana de Alba cuyas conclusiones impulsaron la creación de la nueva organización. La crisis general del arte que se manifiesta, según todos estos grupos, en esta época no puede resolverse sin una perspectiva general que supone «la aparición de posibilidades superiores de acción sobre el mundo»

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(Potlatch, 2002: 108). En Potlatch se edita un texto, «La plataforma de Alba», en el que se citan unas conclusiones que proclaman: la necesidad de «construir integralmente el marco de la vida por un urbanismo unitario que debe utilizar el conjunto de artes y de técnicas modernas; el carácter caducado por anticipado de toda renovación aportada a un arte en sus límites tradicionales; el reconocimiento de una interdependencia esencial entre el urbanismo unitario y un estilo de vida por venir que hay que situar «en la perspectiva de una libertad efectiva más grande y de un mayor dominio de la naturaleza», y por fin la «unidad de acción entre los firmantes sobre este programa» (el sexto punto enumera además las modalidades diversas de un apoyo recíproco» (Potlatch, 1996: 248). En Alba se producirá también una nueva problemática escindida: una involución (la vanguardia se convierte en arte) y una revolución (el arte se convierte en vida).

El documento fundacional de la IS, redactado por Guy Debord, el «Informe sobre la construcción de situaciones y sobre las condiciones de organización y la acción de la tendencia situacionista internacional», empieza por establecer un punto de partida común que supone en sí mismo el establecimiento de una frontera: «Pensamos que hay que cambiar el mundo. Queremos el cambio más liberador posible de la sociedad y de la vida en la que nos hallamos. Sabemos que este cambio es posible mediante las acciones apropiadas» (Potlatch, 2002: 141). Asumen así la tendencia revolucionaria que se impone en todo el mundo y que tendrá su eclosión alrededor de Mayo del 68. Esta tendencia tenía tres ejes: el primero, el eje de las luchas de liberación del llamado Tercer Mundo (en la que Argelia será para los situacionistas una experiencia clave) y no solamente en términos políticos sino imaginarios en tanto que conlleva también la emergencia de una liberación de las estructuras coloniales que se traduce en la descolonización de la vida cotidiana; el segundo, el eje de los conflictos desarrollados en los llamados países del socialismo real para salir del burocratismo autoritario estalinista (que será tratado en numerosos artículos de la revista de la IS) que significa el rechazo del modelo soviético como forma de transformación social que había sido preeminente en la primera mitad del siglo XX y que supondrá la constitución del modelo de los consejos obreros (con la Hungría de 1956 al fondo y la experiencia del Mayo del 68); y un tercer eje que supone la liberación de la subjetividad en los países occidentales en los que funcionaba ya el Welfare State (discurso iniciado por Marcuse desde EE.UU. y que se extenderá rápidamente por Europa).2

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El documento de fundación de la IS asigna una tarea a esta organización: «El tema que nos ocupa es precisamente el uso de ciertos medios de acción y el descubrimiento de nuevos -que se pueden identificar fácilmente en el dominio de la cultura y de las costumbres- aplicados en la perspectiva de una interacción de todos los cambios revolucionarios» (Potlatch, 2002: 141). Es fundamental no dejar pasar por alto la precisión de lo dicho: nuevos medios aplicados a cambios revolucionarios. De aquí derivarán la mayor parte de las expulsiones que empezarán inmediatamente después de la constitución de la IS. Desde esta perspectiva se entiende que la IS reclame la realización del arte y del urbanismo, de la filosofía. La autonomía del arte se diluye en la vida alimentándola. El tercer párrafo del Informe señala el marco histórico en el que se está: «Nuestra época se caracteriza fundamentalmente por el retraso de la acción política revolucionaria respecto del desarrollo de las posibilidades modernas de producción, que exigen una organización superior del mundo (Potlatch, 2002: 141). Esta idea de desfase conforma la crítica situacionista del tiempo (las condiciones técnicas hacen innecesario el tiempo de trabajo), del espacio (el acceso a materiales polivalentes facilita la transformación del medio urbano), etc. Todo puede estar sometido a los deseos de las subjetividades. El documento asume como escala de acción política el sistema-mundo, pero señala un campo de intervención distinto al que había caracterizado las luchas anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ahora ese campo se llama «cultura» en tanto que ésta «manifiesta, pero también prefigura en una sociedad dada, las posibilidades de organización de la vida» (Potlatch, 2002: 141), en tanto que ésta es «una combinación de la estética, de los sentimientos y de las costumbres: la reacción de una época sobre la vida cotidiana (Documents: 610). Pero esta dinámica subversiva entra en conflicto con la dinámica capitalista: «los procedimientos contra-revolucionarios que causan la confusión son, paralelamente, la anexión parcial de los nuevos valores y una producción deliberadamente anti-cultural apoyada en los medios de la gran industria (no-vela, cine), consecuencia natural del embrutecimiento de la juventud en las escuelas y en la familia. La ideología dominante organiza la banalización de los hallazgos subversivos y los difunde ampliamente una vez esterilizados. Incluso consigue servirse de los individuos subversivos: muertos por el falseamiento de su obra y vivos gracias a la confusión ideológica general, drogados con una de las místicas con las que comercia» (Potlatch, 2002: 142). Algo que no pueden evitar siquiera las vanguardias: «En el dominio de la cultura, la burguesía se esfuerza en invertir el gusto de lo nuevo, que en nuestra época le resulta peligroso, hacia ciertas formas degradadas de novedad, inofensivas y confusas. Los mecanismos comerciales que dominan la actividad cultural dividen las tendencias de vanguardia en fracciones que pueden controlar, una vez restringidas por el conjunto de las condiciones sociales. La gente que destaca en estas tendencias es admitida generalmente a título individual, al precio de las negaciones que se imponen. El punto capital del debate es siempre la renuncia a una reivindicación general y la aceptación de un trabajo fragmentario, susceptible de diversas interpretaciones. Lo que da al término "vanguardia" -a fin de cuentas siempre manejada por la burguesía- algo de sospechoso y ridículo» (Potlatch, 2002: 142).

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Es por ello que dadaísmo, surrealismo y otros movimientos artísticos en otro tiempo críticos son considerados entonces como limitados. «La descomposición lo ha invadido todo» se dice mientras se explica que desde 1956 se ha entrado en una «nueva fase de la lucha» (Potlatch, 2002: 147). En el epígrafe «Plataforma de oposición provisional» se declaran las tareas que tendrá la IS: «Una acción revolucionaria en la cultura no habría de tener como objetivo traducir o explicar la vida, sino prolongarla. [...] Hay que definir nuevos deseos en relación con las posibilidades de hoy. En lo más fuerte de la lucha entre la sociedad actual y las fuerzas que quieren destruirla, es hora de encontrar los primeros elementos de una construcción superior del medio, y las nuevas condiciones de comportamiento». En segundo lugar: «Tenemos que emprender un trabajo colectivo organizado, tendiente a un uso unitario de todos los medios de agitación de la vida cotidiana. Es decir, que tenemos que reconocer la interdependencia de estos medios, en la perspectiva de una mayor dominación de la naturaleza, de una mayor libertad. Tenemos que construir nuevos ambientes que sean a la vez el producto y el instrumento de nuevos comportamientos». En tercer lugar: «No debemos rechazar la cultura moderna sino apropiárnosla para negarla. No puede haber un intelectual revolucionario si no reconoce la revolución cultural ante la que nos hallamos. Un intelectual creador no puede ser revolucionario sosteniendo simplemente la política de un partido; tendrá que serlo mediante procedimientos originales, pero trabajando junto a los partidos por el cambio de todas las superestructuras culturales. Del mismo modo lo que determina en última instancia la cualidad de intelectual burgués no es el origen social ni el conocimiento de una cultura -punto de partida común de la crítica y de la creación-, sino una función en la producción de las formas históricamente burguesas de la cultura. Cuando la crítica literaria burguesa felicite a los autores de opiniones políticas revolucionarias, éstos tendrán que preguntarse qué errores han cometido». Así las cosas, para el funcionamiento correcto de esta nueva organización conviene: «exigir un acuerdo completo entre las personas y los grupos que participan en esta acción conjunta, pero no facilitarlo permitiendo que se disimulen ciertas consecuencias. Se ha de mantener a distancia a los esnobs y a los arribistas que tienen la inconsciencia de querer llegar por esta vía; [...] recordar que si toda actitud realmente experimental es utilizable, el uso abusivo de esta palabra a menudo...

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