El humanismo de Andrés Bello y su proyección en el Derecho civil iberoamericano

AutorJosé M.<sup>a</sup> Castán Vázquez
CargoAcadémico numerario de la Real de Jurisprudencia y Legislación. Madrid
Páginas653-666

Cuando tras la emancipación de la América española apareció en los nuevos países la tendencia a la codificación, comenzaron a gestarse -siquiera fuera con alguna lentitud que permitió que la legislación española siguiera vigente en las diversas Repúblicas durante un tiempo mayor o menor- los nuevos Códigos Civiles. Esa aspiración a ordenamientos propios dio ocasión a que se consagraran como auténticos codificadores algunos juristas nacidos en el continente americano. Tres entre ellos han pasado con honor especial a la historia del Derecho: el venezolano Andrés Bello (chileno de adopción), el argentino Dalmacio Vélez Sarsfield y el brasileño Augusto Teixeira de Freitas. Sus obras respectivas -el Código Civil chileno, el Código Civil argentino y el esbozo de Código Civil brasileño- contienen millares de preceptos todavía vigentes y siguen siendo merecedores de aprecio y estudio. Por otra parte, las figuras de los tres codificadores, cuyos centenarios se han celebrado en la década de los ochenta, continúan suscitando atención y admiración. Interés singular merece acaso ANDRÉS BELLO, autor personal, virtual-mente único, del Código.Civil chileno, cuerpo legal de obvia importancia en el elenco de los Códigos americanos por su temprana fecha y su expansión a otros países del continente. Las presentes notas aspiran sólo a poner de relieve desde España -en la línea de otros trabajos anteriores (I) y aPage 655 través de la admirable Revista Crítica de Derecho Inmobiliario- el humanismo de Andrés Bello, su reflejo en el Código Civil de Chile y el valor de este cuerpo legal como aportación jurídica consciente a la unidad iberoamericana.

I Andrés Bello, Humanista

La condición de humanista es, sin duda, esencial en la personalidad de Andrés Bello. Antes de iniciar su fecunda dedicación al Derecho, Bello fue poeta, escritor y estudioso del lenguaje 2. Las Humanidades fueron, pues, su primera vocación, nunca abandonada.

Pero interesado como buen humanista por cuanto afecta al hombre, Bello no podía limitarse a un puro y grato cultivo de las letras. Le era, por el contrario, casi forzoso el extender su estudio a otras áreas y el proyectar su esfuerzo a otras actividades. Lo mismo, en el curso de la historia, les había ocurrido en Europa a muchos humanistas, entre ellos a varios de los renacentistas más ilustres. Y él había de sentirse especialmente obligado en función del momento que le tocaba vivir con la recién conquistada independencia de las Repúblicas americanas, que era preciso consolidar e incluso encauzar hacia integraciones superiores, como soñaba Bolívar, amigo y discípulo de Bello en la primera juventud de ambos. Así se convertiría don Andrés en el polígrafo increíble cuya obra literaria y jurídica no puede contemplarse hoy sin asombro.

Es natural que a un maestro de esa altura se le haya comparado con diversas figuras señeras del pensamiento occidental. Un jurista y escritor español contemporáneo, el profesor ALFONSO García-Valdecasas, en sugestiva conferencia de hace años sobre BELLO, recordaba que a don Andrés se le ha comparado con algunos hombres del siglo xvui y especial-Page 656mente con Feüoo, aunque él le veía mayor semejanza con JOVELLANOS dado el común interés de ambos por la cultura y la ciencia y su desvelo por el bien común. También con Balmes, observaba, ofrece analogía BELLO, al tener ambos una actitud filosófica de raíces tradicionales que busca una situación equilibrada del elemento racional y del empírico; consta, desde luego, que Bello conoció la obra de Balmes; y si en algún momento reaccionó críticamente contra ella, reconoció en definitiva su valía. Puede también establecerse un paralelo, ajuicio de García-Valdecasas, entre Bello y Tocqueville: éste desde el Viejo Mundo contempla la naciente República norteamericana y escribe La democracia en América con la visión cansada de un hombre que ve la inmensa fuerza naciente del continente americano; Bello, por su parte, observa el Viejo Mundo desde el Nuevo y su visión de Europa, distinta de la de Tocqueville, tiene un horizonte de futuro histórico; Bello no se siente provinciano, y hablando de los pueblos americanos dice que se hallan incorporados a una gran asociación de pueblos de cuya civilización son destello y de cuya cultura son herederos 3.

Más recientemente, y desde América, se ha comparado, o al menos aproximado, a BELLO con Diego Portales. Afinidades entre ambos han sido, en efecto, señaladas por Óscar Rojas Jiménez en uno de sus ensayos sobre la Gramática de don Andrés: "Estas afinidades del relevante político con el venezolano, esa era portaliana fue, en gran parte, configurada por Bello; y piénsese también que pudo ser la era de BELLO. Por ello fueron amigos leales. ¿Bello y Portales políticos? La apreciación podría ser valedera si, como en el caso presente, úñense en las faenas el empeño y la eficacia para la transformación e identidad de un país que pretendía definirse con opciones politiqueras, dejando de lado los grandes proyectos ambiciosos planificados por el político chileno con el brazo ejecutor de ANDRÉS BELLO" 4.

También en España y desde la vieja tribuna del Ateneo de Madrid, dentro del foro bellista organizado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana, en colaboración con la Comisión Nacional del Bicentenario de Andrés Bello, se ha trazado un parangón entre éste y Jeremías Bentahm. Así lo hizo PEDRO Schwartz, quien no dejó, empero, dePage 657 señalar las diferencias ideológicas entre ambas figuras, poniendo de relieve que Bello fue enemigo del utilitarismo y del estatismo 5.

Por mi parte, me he atrevido a apuntar 6 las coincidencias que cabe observar entre Andrés Bello y Juan Luis Vives, derivadas de curiosas afinidades en el talante personal, en la peripecia vital, en la inquietud intelectual y en la proyección supranacional.

Como coincidencias, en efecto, creo que pueden, entre otras, anotarse:

  1. a La moderación: Luis Vi ves fue, en su tiempo, enemigo notorio de la violencia. Hizo la apología de la concordia 7 y, lo que es más difícil, la practicó personalmente de acuerdo con su lema sine querella, que para sí y para su obra de humanista había adoptado. Andrés BELLO, por su parte, fue también en su tiempo (época por cierto no tranquila en la América española) hombre moderado. "Por su carácter -observa GRASES- no era hombre para participar en acción pública que implicase violencia. Su espíritu moderado y analítico correspondía al modo de ser de quienes trabajan en el silencio de la meditación y de la reflexión pacífica, por más que su pensamiento se adhiriese a los cambios de régimen. Nos costaría imaginarnos a BELLO en luchas y combates. Su misión en la vida era distinta" 8.

  2. a El amor a las letras: Vives fue un humanista renacentista típico, prontamente entregado al estudio de la literatura clásica, cuyo conocimiento profundo asoma a toda su obra. También Bello se entregó tempranamente a la literatura -desde la primera etapa de su vida en la Caracas natal- 9 y pudo afirmar muchos años más tarde, en el de 1843, en su importante discurso de inauguración de la Universidad de Chile, hallándose ya en la sesentena y volviendo la vista atrás con comprensible nostalgia, que las letras "adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida". En realidad adornaron la totalidad de su existencia.

  3. a La modestia de vida: Vives, formado sin lujos en su Valencia natal, se creó una vida sencilla y serena de trabajo intelectual en un hogar de Brujas. Bello, por su parte, conoció en el segundo período de su vida -el de Londres- dificultades y estrecheces: "No tengo medios de que disponer", le escribía en una ocasión a su madre. Bien ha podido, pues, el profesor JULIÁN Marías recordar recientemente la "pobreza" dePage 658 Bello 10. Y si en la última etapa de su vida -la de Santiago de Chile- alcanzó BELLO una situación oficial importante, rodeado del respeto general en su país de adopción (respeto que era también, por supuesto, sentido en su país de origen y se extendía a otras Repúblicas de América e, incluso, a los círculos cultos de España), no parece que su vida llegase nunca a caracterizarse por el lujo.

  4. a El relativo exilio: Tanto Vives como BELLO hubieron de pasar buena parte de su vida y producir la mayor parte de su obra lejos de su país natal, aunque dentro de la misma comunidad de pueblos. Luis Vives, en efecto, salió a los diecisiete años de Valencia y vivió en París, Lovaina, Oxford y Brujas; añoró siempre su ciudad natal, que evocaba llamándola "mi Valencia", y describió con nostalgia en alguno de sus Diálogos los paseos juveniles por la calle de la Taberna del Gallo y otros lugares valencianos; pero de sus años de exilio, muchos transcurrieron en Brujas, que, como ha observado Corts Grau, "era un rincón del Imperio": si no una ciudad española, tampoco una urbe totalmente extranjera para un español. De modo un tanto análogo, Bello abandonó también muy joven su ciudad natal, Caracas, a la que nunca había de volver, pero a la que nunca dejó de añorar. Su etapa de Londres constituyó, al decir de Caldera, "la maceración del alma de BELLO" 11, y el poema conocido como Elegía del desterrado fue la bella y dolorosa expresión de su nostalgia 12. Pero si Vives no fue un extranjero en la ciudad en que fundó su hogar, Brujas, tampoco Bello fue extranjero -todo lo más, como ha dicho Marías, forastero- 13 en la ciudad en que vivió la más larga y fecunda etapa de su vida: Santiago de Chile; porque esa ciudad, que tanto cariño llegó a demostrar a Bello y en la que tan fielmente se conserva su recuerdo, no podía ser territorio extranjero para un venezolano; Santiago pertenecía, como Caracas, a una comunidad de pueblos, los de Hispano-...

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