Sobre el género gramatical y sus implicaciones sociológicas

AutorM.ª Elena Azofra Sierra
Cargo del AutorUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas267-294

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Abordamos en este estudio una cuestión que se encuadra dentro del campo de la Sociolingüística; vamos a referirnos, desde un punto de vista pragmático y normativo, a la denominación de las distintas actividades profesionales y públicas de la mujer en la actualidad, así como a la problemática que esta cuestión terminológica genera y refleja (las implicaciones, en nuestra opinión, se dan en los dos sentidos). Nos ceñiremos, pues, al campo de la feminización de nombres de profesiones y cargos, sin olvidar que en este ámbito existen otros fenómenos íntimamente relacionados, como la defensa o la censura del uso del masculino genérico, que también cabría estudiar bajo el epígrafe que encabeza este capítulo1.

Desde el momento en que la mujer se incorpora a deter-minados puestos dentro del mundo profesional o de la esfera pública, existe una tendencia clara a la formación de femeninos específicos para dar nombre a su actividad; sin embargo, se advierten en el uso numerosas dudas y vacilaciones, condi-

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cionadas por motivos culturales y sociales, por interferencias o ajustes entre los cambios sociales y los usos lingüísticos. Seguramente, todos hemos dudado alguna vez acerca del uso correcto de expresiones como la ingeniera, la presidenta, la gerenta o la jefa; para resolver estas vacilaciones, solemos acudir a diccionarios y manuales de estilo, pero es frecuente que la inseguridad se mantenga. Un buen ejemplo puede ser lo sucedido cuando Angela Merckel ganó las elecciones en su país, en otoño de 2005; los días que siguieron a su elección fuimos testigos de numerosas vacilaciones en la prensa, hasta que la Real Academia Española decidió publicar en su página web una nota informativa, aclarando el uso correcto del término canciller, que por primera vez debíamos aplicar a una presidenta (¿o diremos mejor "a una mujer presidente"?) en Europa. Hablantes cultos y profesionales de los medios de comunicación supimos entonces que lo correcto era decir la canciller, no *el canciller ni *la cancillera; sin embargo, cancillera era una forma habitualmente usada en Hispanoamérica, donde designa a la ministra de Asuntos Exteriores en muchos países.

1. Norma y pragmática en español

Antes de entrar a analizar la problemática concreta del grupo de términos elegido para estudiar las denominaciones de la actividad profesional y pública de la mujer, conviene hacer un pequeño repaso de algunas cuestiones sobre norma, gramática y pragmática, esenciales para entender el análisis realizado aquí.

El término norma se refiere a una abstracción que engloba el conjunto de usos de la lengua considerados correctos, es decir, lo admitido por el organismo responsable de hacerlo, que en España es la Real Academia Española. ¿Cómo elabora la Academia esa norma, es decir, cómo se decide lo que es correcto y lo que no?: en teoría, basándose en el uso de los ha-

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blantes cultos, que son aquéllos que poseen una educación que les permite preocuparse por el uso correcto de la lengua (frente a aquellos hablantes sin instrucción o con poca instrucción, o que no muestran sensibilidad hacia el uso correcto). Por otro lado, el término pragmática se utiliza para referirse a la lengua en uso, condicionada por el contexto cultural y sociolingüístico en que se producen los actos de comunicación. Es decir, las autoridades académicas deben tener en cuenta, a la hora de decidir sobre el carácter normativo de algunos términos como los que nos ocupan, no sólo el uso que de ellos hacen los hablantes cultos, sino también las condiciones pragmáticas de su producción, el uso dentro del contexto social. Se trata de una tarea muy difícil en la actualidad, en un mundo tan cambiante, con una transmisión tan veloz de la información y unos cambios sociales tan vertiginosos.

Una vez tomadas las decisiones oportunas, la Academia debe hacer llegar a los hablantes sus recomendaciones normativas. Lo habitual no es encontrar esta información en la página de inicio de la RAE, como en el caso de la canciller, sino expresada en sus obras más conocidas: gramáticas y diccionarios, que constituyen sus principales medios de difusión. Repasemos estos instrumentos en los que podemos acceder a la información. La última gramática académica es el Esbozo, publicado en 1973; la nueva Gramática, presentada en marzo de 2007, todavía no ha sido publicada. De escasa utilidad resulta la doctrina gramatical del Esbozo en un tema como el que nos ocupa, con tantas implicaciones socioculturales, pues evidentemente ha quedado muy desfasada. Sin embargo, sí podemos extraer información muy útil de otros medios: el Diccionario usual, conocido como DRAE, cuya vigésima segunda edición está disponible en Internet en la página de la Academia, así como el reciente Diccionario panhispánico de dudas (en adelante, DPD), una obra con voluntad normativa que tiene varias ventajas: en primer lugar, es lo más reciente (salvo el Diccionario esencial, más limitado en sus objetivos); en segundo lugar, es fruto del consenso entre la Real Academia

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de la Lengua y las demás academias de la lengua española y puede considerarse, por tanto, como norma panhispánica, de ahí su título; finalmente, su mayor ventaja, en nuestra opinión, es que no se reduce al inventario léxico de términos, sino que ofrece una información gramatical en sus artículos llamados "temáticos", que resulta muy útil para el hablante hasta que podamos disponer de la nueva gramática académica2.

Por otro lado, el uso real puede constatarse en la lengua oral, en la conversación espontánea o dirigida, o bien documentarse en los corpus de lengua oral y escrita, especialmente el CREA de la Real Academia (Corpus de Referencia del español acual), que agrupa miles de textos de géneros, medios y países muy diferentes. Por último, a través de los buscadores de noticias en la red podemos documentar los usos más frecuentes; hemos utilizado en este estudio el buscador de Noticias de Google, en un período de un mes comprendido entre mayo y junio de 2008.

2. Género gramatical tipos de sustantivos y tendencias históricas en la formación de femeninos

Los sustantivos que nos ocupan se utilizan para designar referentes bien delimitados en función de su sexo, hombres y mujeres. En español, esta diferencia de sexo biológico no siempre se encuentra reflejada por el género gramatical de los

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sustantivos, sino que estos pueden dividirse en varios grupos según su género gramatical:

varios géneros género único (epicenos)
marcas morfológicas marcas sintácticas (comunes en cuanto al género)
m. abogado / f. abogada m. el periodista / f. la periodista

m. buen fisio / f. buena fisio

miembro

Como vemos en esta pequeña tabla, podemos distinguir entre sustantivos con marca morfemática (normalmente -o para masculino / -a para femenino) y sustantivos comunes en cuanto al género; en estos últimos, el género se marca a través de procedimientos sintácticos como el artículo o la concordancia con los adjetivos. Son raros, en el grupo léxico que nos ocupa, los llamados epicenos, es decir, sustantivos con un género único para referirse a seres sexuados de ambos sexos; sin embargo, recientemente ha suscitado polémica el empleo de miembras por parte de una ministra española, por lo que es obligado hacer una referencia en este punto: miembro es precisamente un sustantivo epiceno, por lo que no admite forma femenina (lo mismo que víctima no admite un masculino *víctimo); sin embargo, el DPD admite el empleo de miembro como común en cuanto al género, que parece haberse extendido en el uso culto (el miembro / la miembro, pero no *la miembra); esta tendencia, como atestigua la justificación buscada por la ministra, es más acusada en Hispanoamérica que en la Península3.

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En el caso de los sustantivos comunes en cuanto al género, los adjetivos deben establecer la concordancia de acuerdo con el sexo del referente (una cónsul secuestrada, la detective privada); sin embargo, según el DPD se producen algunas discordancias en sintagmas con estos sustantivos, e incluso con otros que se emplean con la forma masculina a pesar de contar con un femenino específico (así podemos encontrar construcciones como * la primer ministro o * la primera ministro, en vez del correcto la primera ministra).

La tendencia histórica en la lengua es dotar de diferencia genérica, con una terminación específica, a aquellas palabras que no la tenían (las comunes en cuanto al género: española, traidora, señora, por ejemplo, carecían de forma femenina en los primeros siglos de nuestra lengua escrita). La terminación más frecuente para el femenino es -a (frente a morfema cero, es decir, ausencia de morfema, o frente a la terminación -o de masculino). Esto no significa que no sean posibles, y de hecho existen, por motivos históricos, masculinos en -a (pediatra) o femeninos en -o (modelo). Otros morfemas como -isa o -esa son menos frecuentes (poetisa, alcaldesa), por eso suele usarse preferentemente la -a como morfema en la feminización de sustantivos.

La incorporación de la mujer a un número cada vez mayor de puestos en el mundo laboral ha provocado que desde los años ochenta se haya planteado la necesidad de contar con un femenino específico para muchas denominaciones de profesiones y cargos, antes reservados a los hombres4. Las reivindicaciones sociales y el rechazo al sexismo en la lengua han favorecido la creación de nuevos términos, no...

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