El fútbol: deporte criminógeno

AutorFerrando Mantovani
Cargo del AutorOrdinario di Diritto Penale. Università di Firenze (Italia)
Páginas321-334

Page 321

    Traducido al Español del original en Italiano por Ignacio Francisco Benítez Ortúzar, Profesor Titular de Derecho Penal de la Universidad de Jaén (España).
I Consideraciones introductorias

El fútbol, el más bello y el más popular de los deportes, es degradado a «factor criminogeno». Y en este sentido, cabe señalar: 1) que los otros deportes, incluso aquellos que movilizan a grandes multitudes de espectadores, como el automovilismo y el ciclismo, ignoran completamente los episodios de violencia en ocasión de sus respectivas manifestaciones deportivas, que siempre se desarrollan de un modo más civilizado; 2) que sólo el fútbol, en un tiempo deporte civil y caballeresco, desde hace algunas décadas está cada vez más asolado por crecientes olas de violencia; 3) que, siendo la violencia una característica exclusiva del deporte futbolístico, también los factores que predisponen a tal violencia deben considerarse propios y exclusivos de este deporte y, por tanto, se encuentran dentro del mundo de fútbol y de las «mutaciones subculturales» que han ido experi- Page 322 mentando 4) que, en definitiva, no siendo obviamente ningún deporte, ni el profesional, en sí mismo criminógeno, que termine convirtiéndose así depende de cómo es vivido.

Así surge la pregunta de fondo: ¿Cómo es vivido el Futbol? Pues bien, el fútbol es en sí mismo, también el deporte más espectacular por su inimitable "coralidad" que implica a 22 atletas, dos banquillos de compañeros (momentáneamente excluidos y por ello no de buen agrado, si bien no desean que ningún compañero sufra en el campo un infortunio); dos exagerados entrenadores gritando, una pareja de guardalineas y un director del juego (la criatura mas vilipendiada del mundo, sin piedad, no respetando siguiera su honorabilidad filiar ni conyugal) Asi como una multitud de espectadores, cada vez menos espectadora y más activamente «partícipe».

Pero el fútbol, ahora es vivido de tal manera que no sólo es esupidógeno, sino también criminógeno. Y no sólo por el subsuelo de las corrupciones emergentes, de los partidos falseados, de los fraudes deportivos y de las quiebras fraudulentas cada vez más frecuentes, sino porque está drogado por el tóxico de una «estupidez criminógena», que está invistiendo por completo el universo futbolístico, cubriendo todos los frentes en los que se combate por esta «gran causa»: las «avanzadas trincheras» de los periodistas y comentaristas, el «nervio» de los jugadores y la «mano armada» de los tifosis y de las falanges de los ultras. Y que después, con los campeonatos supranacionales y mundiales se internacionaliza. Estupidez drogada por el tóxico del vacío y la nada.

II La concepción estupidógena-criminógena del fútbol

Esta concepción del deporte en el Fútbol está drogada por la mutación sobrevenida que ha sufrido. Y eso es: 1) Por la transformación de un simpático«juego humano» en una «árida técnica», con sofisticadas estrategias y jerga para iniciados; 2) Por el derroche de partidos, dominicales y durante la semana, diurnos y nocturnos, adelantados y retrasados, invernales y de verano, siendo ahora todo el fútbol una copa, nacional y supranacional, europea y mundial, con el fin de hacer frente a los despilfarros financieros de las sociedades futbolísticas y con un aumento exponencial de los infortunios de los futbolistas por el exceso de la explotación física de los mismos; 3) Por el balance de las sociedades futbolísticas, incluso cotizadas en bolsa, entre deudas ocultas, riesgos de quiebras y corrupciones; 4) Por la Page 323 dependencia de la publicidad de los patrocinadores, que condiciona la formación de los equipos y hace jugar prematuramente a jugadores lesionados, más aún si son campeones; 5) Por un mercado de futbolistas, donde el arte de la actividad inferior alcanza cuotas inconmensurablemente superiores a cualquier arte del cerebro; 6) Por la inconmensurable desproporción entre la objetiva marginalidad del hecho futbolístico y la importancia, nacional y supranacional, que tiene atribuida523, con la encomiable complicidad de los medios524; 7) Por los absurdos festejos y celebraciones a escala nacional por la victoria en un campeonato mundial, no comparables, por sonoridad e histeria colectiva, a aquellas por el fin de la segunda guerra mundial; y por el luto nacional por la eliminación incluso de un simple campeonato europeo, con semanas de procesos mediáticos y de polémicas; 8) y, no menos importante, por el torbellino de dinero que ha terminado por contaminar y deseticizar el fútbol en todas sus expresiones, degradándolo de deporte a mercado.

III La estupidez criminogena mediática

Drogados están los medios futbolísticos. Si es verdad, como es verdad, que los índices de estupidez son el número, el volumen, el diámetro y el peso específico de las palabras (debido a la difundida convicción de que la bondad de una idea es directamente proporcional al número de los sonidos emitidos y a los decibelios con los que es pronunciada; y que las gran- Page 324des ideas se identifican con las megapalagras, aunque su peso específico sea tendente al cero, en abierto desprecio a la máxima de la sabiduría « palabra grande, cerebro pequeño»), tales índices están copiosamente presentes en el periodismo, en las crónicas televisivas, y en los comentarios futbolísticos de la televisión. Casi insuperables: 1) Por logorrea, porque ésta no sólo alimenta una copiosa prensa especializada, ad hoc, sino que se ha apropiado también de amplios espacios mediáticos, incomparablemente superiores a aquellos reservados a las tantas tragedias de nuestros tiempos, desapareciendo genocidios, calamidades naturales y el hambre de todos los sur de la tierra, frente al falaz silbato de un fuera de juego o a un inmerecido penalti; 2) Por el léxico, que por la altisonancia y la vanilocuencia alcanza niveles de idiocia semántica no superable ni por el peor lenguaje político525, ni por el intelectualismo sedicente progresista526; y que sobre ciertas áreas frágiles de la hinchada tiene el mismo efecto que los esteroides anabolizantes sobre los músculos: los infla en exceso; 3) por la inútil Page 325 pugnacidad, que constituye el caldo de cultura común en el que desvarían y alborotan los agitados debates televisivos en los interminables «teleprocesos deportivos» sobre el nada (pero con una duración de más de veinticinco años, superior a aquella del difunto régimen fascista); 4) Por el ser de las televisiones, nacionales y locales, con un todo alterno de partidos, en directo, en diferido y en moviola, con la creciente dificultad para los no deportivos de beneficiarse de cualquier teleprograma alternativo.

Para el resto de los deportes no es necesaria -como se ha dicho- una literatura épica popular, que como en la edad de oro en el argot de los caballeros andantes exaltaba el vigor, el coraje, el interés por la aventura, el ánimo de los héroes y de sus hechos. Y la lucha contra el Mal. Ahora el Deporte tiene más necesidad de contables, en tanto que no es un modo de entender la vida, sino de ganársela, que reembolsa mensualmente a sus reclutas y enriquece a sus campeones más de lo legal. Su fin no es la lucha contra el Mal, sino contra el Tiempo de los record y los débiles en la clasificación.

IV La estupidez criminógena de los futbolistas

Cada vez más drogado el mundo de los futbolistas: 1) por su condena a chutar, chutar, chutar, casi todos los días, cada semana del año, dada la proliferación de los campeonatos y copas, nacionales e internacionales; 2) Por esta rápida explotación físico-psíquica -unida a la creciente frecuencia de incidentes y de lesiones en el juego- que se sabe que si no de doping, de genocidio intelectual, teniendo en cuenta la ley freudiana de estabilización o regresión en el proceso intelectual de aquellos obligados a vivir una existencia, privada entre otras cosas de problemas económicos, programada y remachada por las sociedades futbolísticas, por calendarios preestablecidos de campeonatos y copas, de entrenadores, médicos deportivos y masajistas; 3) por los consiguientes infantilismos en el comportamiento en el campo; de la hiperexaltación en el gol marcado (con el salto en salto, puños cerrados sobre el cielo, con la contorsión de la cara y el cuerpo zumbado; o mejor aún, con el abrazo colectivo en "un racimo humano piramidal" del equipo entero sobre el autor del gol quitándose puntualmente la camiseta)527, o de la profunda depresión por el gol fallado (postrándose desventurado sobre el suelo de rodillas y cogiendo los puños de la ingrata Page 326 madretierra); comportamientos, también estos que concurren para ofrecer un buen identikit personológico; 4) y, aún peor, por la creciente frecuencia y habitualidad en la provocación de faltas (de las abundantes zancadillas y retenciones y de las excesivas patadas a los adversarios. Sí, el deporte del "futbol": al hombre, alternado con algún golpeo a la pelota?); así como los altercados, los insultos, los actos violentos y las riñas entre los jugadores: con las consiguientes tarjetas amarillas y rojas, expulsiones del campo y descalificaciones. Cosas, estas, que las personas normales no practicarían nunca a lo largo de su devenir como ciudadanos; vicisitudes completamente desconocidas en un tiempo no lejano, como bien recordarán los viejos deportistas; y tareas de las cuales se ocupa un sujeto denominado arbitro y no los Públicos Ministerios528, porque la serie A529 correría el...

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