La filosofía de Jürgen Habermas como fundamento de la democracia deliberativa

AutorEnrique Cebrián Zazurca
CargoUniversidad de Zaragoza
Páginas141-175

El presente artículo se enmarca dentro de los trabajos del Grupo de Investigación consolidado "Nuevas vías de participación política en democracias avanzadas" (Gobierno de Aragón - S102).

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La democracia deliberativa constituye una senda doctrinal harto transitada en los últimos años. Creemos, por ello, que se trata de un camino el de la deliberación democrática que debe comenzar a recorrerse por el principio. Esta afirmación, que con toda justicia podría ser calificada como una obviedad, no es empero emitida en balde. Muy elevado es el número de trabajos que, de unos años a esta parte, han visto la luz, dedicados al tema de la deliberación democrática. Pero -salvo excepciones- pocos de entre ellos son los que verdaderamente tratan de situar el asunto en sus justas coordenadas intelectuales y escasos asimismo los que lo explican haciendo referencia a su origen. De esa manera, son muchas las ocasiones en las que el importante objeto de estudio democracia deliberativa acaba ante nuestros ojos como una realidad desdibujada, poco consistente, endeble; un compendio en ocasiones de pueriles manifestaciones de buena voluntad, de crítica deslavazada de las instituciones existentes y de pérdida de contacto con la realidad. Todo lo cual ha dado pie a la existencia de refutaciones del modelo deliberativo, algunas de ellas acertadas, según pensamos. Por todos estos motivos -y partiendo de la convicción de que las propuestas deliberativas encierran un encomiable potencial de perfeccionamiento democrático del sistema representativo y de que, por ello, debe trabajarse en aras de su fomento y perfeccionamiento-, nos parece de especial importancia y necesidad el llevar a cabo una labor destinada a rastrear el origen del concepto democracia deliberativa. Este -en su formulación más sólida y en el ámbito geográfico-intelectual más cercano al nuestro- se encuentra en la obra del filósofo alemán Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929)1. Habermas,

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educado en los postulados neomarxistas de la Escuela de Fráncfort2, viene escribiendo una obra filosófica atenta a los más diversos temas: la Filosofía del Lenguaje, la Sociología, la Teoría del Estado y del Derecho, etc.3. Su presencia activa en las controversias intelectuales de nuestro tiempo se ha convertido en una constante, cincelando una figura de pensador que -lejos de la sola reclusión en las aulas y en los manuales de especialización- participa en el debate público y en los medios en los que este se manifiesta.

Como decimos, la obra de Habermas presenta unos perfiles enciclopédicos, tanto en lo que respecta a productividad, como en lo que atañe a la variedad de los asuntos que despiertan su interés4.

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No obstante, nos detendremos aquí tan solo en aquellas construcciones intelectuales referidas al concepto democracia deliberativa, así como -muy brevemente- en aquellas que nos permitan llegar a tal concepto desde su origen y por las sendas adecuadas.

1. Razón y decisión

A la hora de acercarnos a la obra de Jürgen Habermas, con la intención de presentar en último extremo su construcción de la democracia deliberativa, consideramos que existe un conjunto de conceptos especialmente útil y válido como punto de partida del camino a emprender: nos referimos a los conceptos de razón y decisión.

En su obra Teoría y praxis, Habermas apela a "la acción práctica de una teoría (...) que (...), gracias a penetrantes representaciones de una crítica tenaz, impulsa hacia adelante el interés de la razón por la mayoría de edad, por la autonomía en el obrar y por la liberación del dogmatismo"5.

No hemos de olvidar en este punto que Jürgen Habermas disiente de sus compañeros francfortianos en la pesimista visión -herencia weberiana- que estos mantienen en lo relativo al moderno proceso de racionalización6.

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Habermas no suscribe el sentir mayoritario de la Escuela de Fráncfort, según el cual la Ilustración y la razón serían las causantes de "las nuevas formas de alienación y barbarie", pensando por el contrario que todo ello se debe a una "realización defectuosa o inconsecuente" del proceso racionalizador.7Habermas -con su visión no apocalíptica8- nos guía en el desbroce del camino contra el dogmatismo, a través del pensamiento de los que él denomina "decididos esclarecedores"9. Estos habrían representado la unión entre razón y decisión hasta la aparición en escena -a partir de la segunda mitad del siglo XIX- de movimientos como el positivismo, el pragmatismo y la filosofía analítica. En este momento, razón y decisión quedan aisladas la una de la otra. La racionalización queda reducida a técnica y la irracionalidad pasa así a apoderarse en gran medida del ámbito de la praxis. De esta manera, queda establecida una distinción entre conocer y valorar: el primer término apunta a una comunicación racional de técnicas, mientras que el segundo lo hace a una elección irracional, quedando los valores, las normas y las decisiones bajo el dominio de las interpretaciones filosóficas. Ante este estado de cosas, se erige el pensamiento habermasiano, muy crítico con la filosofía positivista. Habermas declara que el positivismo es incapaz de tener conciencia de que él mismo implica lo que hacia fuera combate: la razón decidida. Esto tiene lugar -apunta nuestro autor- debido a que, si la ciencia pretende poner en cuestión el dogmatismo, ello "sólo es posible en forma de una ciencia que se refleja y se pretende a sí misma como una meta, o sea,

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nuevamente a la manera de una razón decidida"10. Continúa Habermas: "Si, en cambio, renuncia a la fundamentación, el conflicto entre la razón y el dogmatismo sigue siendo en sí mismo cosa de dogmática; la indisolubilidad del dogmatismo sería admitida desde un comienzo"11.

Por lo tanto, tal y como venimos afirmando, Habermas sostiene que la crítica ideológica que el positivismo lleva a cabo termina, inevitablemente, en una forma de razón decidida y en una apuesta por una progresiva racionalización.

En definitiva, Jürgen Habermas concluye demandando una recuperación de la convergencia entre razón y decisión y alertando acerca del "peligro de una civilización exclusivamente técnica que prescindiera del nexo de la teoría con la praxis. Semejante civilización -prosigue Habermas- se vería amenazada por la dicotomía de la conciencia y por la escisión de los hombres en dos clases: en ingenieros sociales y moradores de hospicios cerrados"12.

Adelantando algunas claves importantes de las tesis de Habermas, hemos de afirmar -con Margarita Boladeras- que "para Habermas la razón es logos, argumentación, trama discursiva que articula las acciones de los individuos"13.

Para el filósofo alemán, la razón será razón comunicativa, frente a la razón instrumental. O, como ha escrito Daniel Innerarity, "su pensamiento [el de Jürgen Habermas] se orienta en la línea de un intento de restablecer la racionalidad a partir del paradigma de los procesos discursivos. Lo que confiere un especial vigor al proyecto de Habermas es precisamente el haber acogido al lenguaje y a la acción comunicativa como el instrumento más eficaz para superar aquella separación entre razón teórica y razón práctica, entre una lógica de los hechos y una lógica de las decisiones que se produce en los siglos XVI y XVII"14.

2. Jürgen Habermas y la ética kantiana

Seguimos nuestro camino sin perder de vista el destino: la tesis de la demo-cracia deliberativa elaborada en el pensamiento de Jürgen Habermas. Para poder comprender correctamente este concepto, es necesario que hagamos otro

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alto en el camino de la historia de la filosofía. Se trata de una parada especial-mente importante para comprender la construcción de nuestro autor: nos referimos a la obra de Immanuel Kant, concretamente, a sus postulados éticos.

La ética kantiana es punto de partida indiscutible para comprender la ética habermasiana y, en último término, para arribar con éxito al puerto de la democracia deliberativa. Habermas recorre la estela dejada por Kant, partiendo de los postulados establecidos por este y tratando de superar los problemas planteados en su ética15.

La ética de Kant es una ética formalista -en el sentido de que la atención se centra tan solo en la forma del obrar- y autónoma -puesto que se basa únicamente en sí misma o, lo que es lo mismo, se basa en una voluntad acorde con lo universal-. En Kant existe un a priori moral, que determina que lo principal de una ética no es sino la libertad de que los sujetos se den sus propias normas.

Este a priori del que hablamos se identifica con el deber, se trata de un querer el deber per se, de una convicción racional no impulsada por móviles considerados espurios (como puedan ser, por ejemplo, el interés personal o el bienestar); sino por ese amor al deber, ese amor a la ley, entendida no como un texto positivo concreto, sino como ley moral, esto es, como expresión de la razón. Kant supera un criterio de utilidad y sitúa en su lugar este criterio del rigor moral. En esta superación se adivina, en cierta manera, la impronta dejada por Jean-Jacques Rousseau en el filósofo de Königsberg: ambos desdeñan lo útil. Este desdén, no obstante, se manifiesta de manera contrapuesta en ellos: Rousseau concibe una libertad equiparable a esa auto-nomía natural no manchada por la cultura, por la socialización; mientras que Kant rechaza precisamente esa naturaleza en su defensa del rigor, de la forma de la ley16. Mientras Rousseau procede de manera sintética, partiendo

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del hombre natural, Kant reconoce hacerlo analíticamente, partiendo del hombre civilizado17.

De esta manera, la ética formal de Kant no son juicios lo que enuncia, sino un imperativo categórico. Las éticas materiales -aquellas que establecen...

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