Un actor escasamente visualizado en Colombia: los mercenarios.

AutorDavid Bondia García
Cargo del AutorProfesor Titular de Derecho Internacional Público, Universitat de Barcelona.
Páginas127-162

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I Introducción

Hablar de Colombia es hablar de un Estado que está sumergido, desde hace más de cuarenta años, en un conflicto armado interno que ha generado y seguirá generando, si no se adoptan las medidas necesarias, una violencia social y política que acabará por fracturar de forma definitiva su tejido social1. Esta violencia tiene unos actores claramente identificados por los medios de comunicación y por los analistas internos e internacionales: se trata del ejército colombiano, de las guerrillas de las FARC y el ELN y de los paramilitares. Sin embargo, existe un actor apenas visualizado y muy relacionado con Colombia: los mercenarios. Page 128 En el presente estudio, consistente en una primera aproximación a este tema, se pretende identificar y definir a este actor en su doble vertiente: por su incidencia dentro del conflicto colombiano y por su implicación en otros conflictos, puesto que, aunque poco conocido, se da la circunstancia que diversos ex-movilizados del conflicto colombiano han probado mejor suerte como mercenarios en el exterior. Antes de tratar estos dos temas relacionados directamente con Colombia, nos aproximaremos a la figura de los mercenarios.

II Los mercenarios

El mercenario no sólo es una figura antigua, existente desde el mismo nacimiento del arte de la guerra y extendida por los cinco continentes, sino que es también una figura de rabiosa actualidad. El antiguo empleo de mercenarios, que prácticamente había desaparecido, fue recuperado por las principales potencias imperialistas para sus nuevas guerras en América Latina y África, conjuntamente con dictadores y señores de la guerra; actualmente el uso de mercenarios supera todo lo conocido con anterioridad, siendo un factor imprescindible para la conducción de las guerras2.

En el mundo occidental se tiende a creer que ese tipo de individuos es algo del pasado, se les recuerda detrás de algunos golpes de Estado Page 129 contra dictadores africanos en los años 60, pero no como algo actual, como parte de la realidad cotidiana del siglo XXI. Ya ha quedado suficientemente claro que esto no es cierto. Sin embargo, lo realmente novedoso en este período actual no es la existencia de mercenarios o de Corporaciones Militares Privadas o de casos de privatización de las funciones militares -aspectos que posteriormente desarrollaremos-, sino el salto cualitativo que se produce en su utilización. Así, por ejemplo, por una parte, vemos que la proporción de un mercenario por cada cinco soldados presentes en Iraq en 2004 cambió rápidamente hasta uno por cada dos soldados en 2006 y, por otra parte, constatamos que un alto porcentaje del presupuesto militar de Estados Unidos es derivado y gestionado por esas Corporaciones Militares Privadas. De este modo, del peligro de la proliferación de guerras conducidas por militares, pasamos al riesgo, aún mayor, de guerras y conflictos con creciente intervención e influencia de empresarios militares privados3.

A través de la cada vez mayor privatización que ha ido experimentando la guerra en general en el mundo4, los mercenarios han visto crecer su valor en el mercado mundial. Las grandes Corporaciones Privadas Militares, buena parte de ella dirigidas por ex-altos cargos oficiales de las Fuerzas Armadas estadounidenses, pero también de otros orígenes, son contratadas por el Pentágono tanto para que se responsabilicen a través de sus miles de empleados de proteger pozos petrolíferos o custodiar convoyes que suministran víveres y suministros a sus tropas, como para llevar Page 130 a cabo peligrosas misiones o incluso para elaborar manuales militares o entrenar determinados batallones de las Fuerzas Armadas regulares5.

Son varios los factores que han incidido directamente en el auge de los mercenarios y de las corporaciones que los contratan. Estas poderosas corporaciones, que pueden crear rápidamente ejércitos privados a la carta, de cualquier envergadura, han profesionalizado el medio, pasando a suplantar a los tradicionales grupos más o menos espontáneos de mercenarios que se reclutaban anteriormente sin demasiada transparencia. Hoy en día, los mercenarios han ganado estatus, trabajan para empresas reconocidas y apreciadas por los Estados, muchas veces ligadas directamente al aún más poderoso lobby industrial armamentístico, el más interesado precisamente en las guerras6.

Constituye un sector económico muy apetecible por su rentabilidad, que atrae constantemente a nuevas empresas, que se unen a las tradicionales y poderosas fabricantes de armamento en los lobbies que presionan y condicionan a los gobiernos y los parlamentos, trabajando en pro de guerras y conflictos que den salida a sus servicios y productos.

Uno de los rasgos más característicos de la actual economía internacional es la producción y el comercio de armamentos. Las industrias de estos medios de destrucción tienen garantizada la venta de la gran mayoría de sus productos porque una buena parte de ellos se fabrican a petición de los gobiernos y sus Ministerios de Defensa, que satisfacen el precio de las armas y municiones producidas con el dinero que tienen presupuestado para Page 131 gastos militares. Las industrias de armamentos son las grandes beneficiarías de los gastos militares, ya que obtienen beneficios a través de la venta de armas al gobierno del país donde están radicadas y a otros Estados del mundo7.

Las guerras de Afganistán, Iraq y Yugoslavia a fines del siglo pasado fueron fuente de pedidos y fabricación de armamentos, a esto se une, por un parte, el mantenimiento de bases y el impulso de las múltiples guerras locales o de baja intensidad que se desarrollan en todo el mundo y, por otra parte, el abastecimiento de los aliados privilegiados de Estados Unidos como son Israel, Colombia, Pakistán, Arabia Saudí y Egipto, entre otros.

Si bien se ha reducido el personal militar profesional por parte de los Estados, es conocido que las grandes empresas fabricantes de armas presionaron para que esa reducción de personal militar no redundara en disminución de sus negocios, manteniendo la tensión internacional y propiciando guerras y conflictos locales y justificando, por lo tanto, la necesidad de crear nuevas armas y acrecentar los presupuestos de defensa.

Esa presión, que requería mayores inversiones por la vía de la modernización de los ejércitos, implicó una tercerización de las funciones militares, derivándolas hacia empresas privadas. Además de los objetivos económicos buscados con la tercerización, existen otros de índole política: los mercenarios y los agentes de los servicios de inteligencia pueden acometer acciones de guerra sucia, violando los derechos humanos, sin que los gobiernos tengan que responder interna o internacionalmente.8Page 132

La política general, de carácter neoliberal, tendiente a reducir el papel del Estado y los problemas para completar los cupos de personal necesario para los ejércitos9, han dado lugar al surgimiento de Corporaciones Militares Privadas.

Desde esta perspectiva, el abandono del servicio militar obligatorio en numerosos países es el resultado de diversas circunstancias. Por una parte, por la tendencia privatizadora que caracteriza a los regímenes neoliberales y que tiende a una reducción de los gastos estatales. Por otra parte, porque los ejércitos necesitan, por el creciente nivel técnico del armamento, de una dedicación más permanente del personal, aunque ello pueda suponer problemas de descoordinación10. Y además, por un lado, por el desprestigio que en numerosos países acompaña a los militares, alentado por los movimientos pacifistas y antiguerra existentes y, por otro lado, por el impacto que las bajas militares en el extranjero suponen para la opinión pública nacional11.

En este sentido, cuando la perspectiva de los ejércitos es hacia un incremento de la actividad bélica, como es evidente en las últimas décadas, es preciso esforzarse para reclutar soldados voluntarios, a los que se atrae mediante la oferta de elevados salarios y otras compensaciones económicas. Page 133 Así, existe una tendencia creciente a la utilización de mercenarios, que no sólo significa la contratación de militares con experiencia dados de baja o retirados de los ejércitos, sino la suplantación de sectores crecientes de las Fuerzas Armadas por personal civil, dependiente de las llamadas Corporaciones Militares Privadas contratadas por el Pentágono12.

De esta forma, la motivación principal del mercenario para ofrecer sus servicios es la retribución económica, que suele ser bastante superior a lo que percibían en sus ocupaciones habituales, fueran éstas civiles o milita-res13. El hecho de percibir un salario les asemeja a los soldados profesionales voluntarios, que integran los ejércitos que han prescindido del servicio militar obligatorio14. Pero la mayor diferencia está en el hecho de que generalmente los soldados voluntarios sirven a su país por un salario, mientras que los mercenarios sirven al que mejor paga, muchas veces en Estados extranjeros, cuya realidad política y social les resulta indiferente. Cuando nos referimos al mejor pagador, hay que tener en cuenta que los empleadores de los mercenarios son en la mayoría de los casos empresas militares privadas, mafias, bandas de narcotraficantes o señores de la guerra, quedando muy Page 134 claro que el objetivo del empleador nada tiene que ver con una supuesta finalidad política.

Antes de abordar el tema concreto de los mercenarios colombianos y en Colombia, se hace imprescindible señalar que las características del mercenario no están condicionadas por su nacionalidad15, ya que un mercenario puede operar en su propio país, en la medida que actúe por un incentivo económico y desarrolle su actividad ilegalmente, al margen de las leyes y de las convenciones humanitarias, obedeciendo a...

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