Deuda ecológica vs responsabilidad social corporativa: las empresas transnacionales ante la crisis socio-ecológica

AutorIñaki Barcena; Rosa Lago
CargoDpto. de Ciencia Política y de la Administración UPV/EHU Miembro de Ekologistak Martxan; Instituto de Tecnología Microelectrónica UPV/EHU Miembro de Ekologistak Martxan
Páginas143-167

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1. Introducción

Recientemente hemos podido oír en el marco académico vasco como el socialista utópico Robert Owen (1771-1865) ha sido caracterizado como uno de los precursores de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Este «economista moral» se vio envuelto en su larga vida en numerosas empresas dispares, desde su exitosa industria de algodón en New Lanark, donde construyó economatos, escuelas y asistencia médica para combatir las plagas del alcoholismo y la prostitución en el proletariado, hasta sus esfuerzos y proyectos cooperativistas, pasando por su experiencia comunista en la New Armony norteamericana. Pero es difícil aceptar que una persona que puso en boga el término socialismo y que luchó denodadamente contra la idea capitalista del «laissez faire, laissez passer» tratando de infundir criterios morales en la nueva economía, sea referencia para quienes pretenden reverdecer su imagen con la idea de aumentar su negocio. Al fin y al cabo la misma persona que defendía lo primero, el consultor John C. Scade, lo hacía con la intención de impresionar al auditorio universitario con una nueva forma «verde» de obtener beneficios. En su propia visión de la RSE, no deja de repetirse que el objetivo central de la RSC está referido a aumentar las operaciones del negocio, eso representa el núcleo básico del asunto.

Quizás convenga recordar que R. Owen abandonó su clamoroso éxito comercial en New Lanark puesto que, a pesar de generar más ganancias que la competencia y repartir una parte de ellas en gastos sociales para sus operarios, no dejaba de abrumarle el que aquellas personas seguían siendo sus esclavos. Para ICADE, ardiente defensor de la RSC, la misma ha estado presente en el mundo empresarial desde hace 200 años y por lo tanto es sinónimo de sostenibilidad, de saber sobrevivir económica, social y medio ambientalmente. Sin embargo no deja de insistir en que este concepto puesto en boga por las empresas transnacionales hace un par de décadas, lejos de ser una actividad filantrópica, supone un buen negocio. Si Owen levantara la cabeza.

2. Respuestas contradictorias a la crisis socio-ambiental Del Norte al Sur y de las empresas transnacionales a los movimientos sociales

Mirándolo desde una perspectiva socio-ambiental, el repunte de la RSC a finales de los años 80 del siglo pasado y la propuesta de los movimientos sociales en el Foro Alternativo de Río de Janeiro (1992) para reclamar la deuda ecológica Page 144 pueden interpretarse como dos estrategias distintas de llamar a la puerta de la opinión pública para ofrecer salidas distintas a la crisis socio-ambiental del planeta.

Según el CEDIB (2008), la compañía British Petroleum (BP) fue la primera en publicar una memoria RSC en 1988, aunque como dicen ellos mismos la RSC nació a la vez que el capitalismo. Como se puede observar en el cuadro adjunto, desde los albores de la revolución industrial han existido debates y prácticas sobre la responsabilidad del empresariado en los asuntos sociales y, cómo no, siempre han existido los proclives a la acción social y los amantes del negocio y de la crematística pura y dura.

Cuadro 1

Evolución histórica de la RSC

Etapa Planteamientos ante la idea de RSC
Siglo XVIII-principios del XIX Paternalismo de los grandes empresarios
Siglo XIX-principios del XX Acciones sociales en respuesta al temor de las nuevas regulaciones
Década de los 30-40 Equilibrio de intereses diversos a través de la nueva ?gura del directivo
Década de los 50 Desarrollo conceptual
Década de los 60 Intensificación de posturas enfrentadas
Década de los 70 Perfeccionamiento del concepto de RSC
Década de los 80 Expansión de la investigación práctica
Década de los 90-principios del siglo xxi Nuevos temas de interés: Business Ethics o Teoría de los stakeholders

Fuente: Araque Padilla y Montero Simó (2006).

Para distinguir el grano de la paja, hemos de decir que si bien es cierto que en la actualidad existen iniciativas empresariales como el London Benchmarking Group con más de 200 compañías transnacionales con estrategias de RSC, también hoy encontramos posturas negacionistas en el amplio y variado campo empresarial que niegan la validez de tales estrategias. Por otro lado, no debemos olvidar que, en nuestro caso, cuando tratamos de enfrentar la lógica de la RSC con la demanda y reivindicación del reconocimiento de la deuda ecológica, nos estamos refiriendo básicamente a grandes grupos empresariales transnacionales que son la parte del león de nuestra crítica. Page 145

La Cumbre de Río de Janeiro en 1992 fue para las empresas transnacionales (ETN) y para la RSC un momento crucial, donde lograron con la ayuda de Cámara de Comercio Internacional (ICC) eliminar toda referencia concreta y frustrar todos los intentos de regular la actividades y las responsabilidades socio-ambientales de las ETN (Corporate Wacht 2006, pag.6). Por su parte, el Business Council for Sustainable Development, más tarde Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible, dirigido por el empresario canadiense Maurice Strong, secretario general de las Cumbres de Estocolmo en 1972 y de Río en el 1992, fue el encargado de diseñar la estrategia de los «cambios en el camino de la industria», encaminándose hacia la regulación voluntaria, alma mater de la RSC. Así es más fácil de entender por qué Greenpeace colocó en el famoso Pan de Azúcar de la ciudad carioca una gran pancarta donde el planeta Tierra llevaba la inscripción sold out (vendido), en clara referencia a la victoria de las ETN en el marco institucional de las Naciones Unidas. Al hilo de aquellas iniciativas empresariales se produjo la creación del Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible en el seno de la ONU, para dar cabida más allá de las voces gubernamentales a otras voces representativas de la sociedad civil, autoridades locales, sindicatos, campesinos e indígenas, mujeres y ecologistas, pero sobre todo empresas transnacionales. Diez años más tarde, en la Cumbre de Johannesburgo, ante la desoladora inactividad de los gobiernos para enfrentar la crisis socio-ambiental serán precisamente las ETN las llamadas a asumir de forma voluntaria la inversión de los fondos económicos necesarios en los proyectos a tres bandas entre gobiernos, ONG y empresas, los llamados acuerdos tipo 2, fruto de la estrategia puesta en marcha por Kofi Annan, conocida por sus siglas inglesas como Global Compact. Se trataba de obtener, como hemos dicho, los recursos financieros que las Naciones Unidas necesitaban para llevar adelante sus planes de desarrollo sostenible en el mundo, de las empresas transnacionales ya que los gobiernos más poderosos del mundo no estaban por la labor. Johannesburgo fue un fiasco diplomático a pesar de que las delegaciones de las ETN fueron en muchos casos más numerosas que las de los gobiernos. Empero, los resultados de esos acuerdos financieros voluntarios con las ETN están por ver y la crisis de la propia ONU en la materia ha llevado algunas voces a decir que, visto lo ocurrido en Johannesburgo en el 2002, quizás nunca más se organice otra cumbre mundial medioambiental (Barcena, 2003).

Lo que se evidenció en Johannesburgo fue el malestar de esas otras voces convidadas al debate con las ETN pero sin su misma capacidad financiera, y su crítica se manifestó en los debates oficiales, en el Foro de la Sociedad Civil y en las calles. El Foro Alternativo reunido en Río de Janeiro en la década anterior (1992) había recogido entre los tratados de los movimientos sociales y de la sociedad civil las ideas de la deuda ecológica y de la justicia ambiental, y con contenidos y formas diametralmente distintos a los propuestos en la RSC, han sido numerosas las campañas, redes y movilizaciones que se han activado en el mundo para exigir ese «otro mundo posible» frente a las sedes y a las juntas de accionistas de las ETN. Page 146

El economista ecológico catalán Joan Martínez Alier, en su obra El ecologismo de los pobres. Conflictos ambientales y lenguajes de valoración, dedica un capítulo a la deuda ecológica y plantea que este concepto abarca multitud de conflictos socio-ambientales y pone sobre el tapete la cuestión de los lenguajes en que estos conflictos están expresados. En el texto se hace un repaso exhaustivo de los conflictos ambientales distributivos en los que se ven enfrascados millones de personas en todo el mundo, echando por el suelo esa idea tan extendida en el mundo occidental, en la academia y en los medios de difusión, de que el ecologismo es un movimiento de gentes bien pensantes de clase media y cada vez más de fenómenos NIMBY (Larrinaga y Barcena, 2009).

Este libro es un interesante compendio de luchas estudiadas desde el ángulo de lo que Martínez Alier llama la ecología política materialista, fusión de la ecología humana y de la economía política. Señala que, más allá de los discursos ambientales del culto a lo silvestre y de la eco eficiencia, existe un ecologismo popular que mantiene que el crecimiento económico implica severos impactos sobre el medio ambiente y genera un creciente desplazamiento geográfico de fuentes de recursos y de uso de sumideros de residuos, de la periferia a los países industrializados.

Entre los variados ecologismos y entre las corrientes ambientalistas subraya el ecologismo de los pobres, el que se desarrolla en África, Asia y Latinoamérica principalmente, aunque también en los barrios suburbanos de Norteamérica o, viniendo a nuestra geografía...

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