Diversidad y ciudadanía: una aproximación desde el pensamiento feminista

AutorRosario Valpuesta Fernández
CargoCatedrática de Derecho civil. Universidad Pablo de Olavide
Páginas1053-1123

Page 1055

1. Una explicación

En este siglo recién comenzado la noción de ciudadanía ha cobrado una gran vitalidad, hasta el punto de convertirse en el concepto clave que concreta las aspiraciones de participar de manera real y efectiva en la toma de decisiones de aquellos grupos y colectivos tradicionalmente excluidos del poder. Se ha encontrado en este término una feliz síntesis de todos aquellos derechos que se deben reconocer a las personas para que puedan estar presentes en los diferentes ámbitos en los que se decide el destino de la comunidad. Esta ciudadanía tiene así una clara dimensión política, pues concierne al gobierno de los pueblos, y tiene mucho que ver con la construcción de la democracia como expresión de la soberanía que a todas y todos corresponde; democracia entendida según los parámetros de la experiencia histórica de la llamada cultura occidental, y que arranca, por lo que aquí interesa, de los cambios políticos operados como consecuencia de la revolución Francesa.

Ahora bien, la noción de ciudadanía que hoy se maneja y que concita la atención de los movimientos sociales, no se corresponde con la idea burguesa que la anudaba casi en exclusiva al sufragio electoral activo y pasivo, y a un Estado débil, que se limitaba a ejercer casi en exclusiva las funciones ligadas a la soberanía. En la actualidad se ha superado esa visión estática para dotarla de un contenido más rico y dinámico, y sobre todo más real, al requerir del ejercicio efectivo de todos aquellos derechos que colocan a las personas en condiciones de libertad e igualdad a fin de ser sujetos activos en los ámbitos de relaciones en los que se construye el futuro de la comunidad. Hablamos entonces de la igualdad sustancial y de la libertad real de las personas, y también, y ello es imprescindible, del goce de los bienes materiales y espirituales que las emancipan y les dan autonomía. Desde esta perspectiva, la ciudadanía requiere de los derechos que tienen un perfil eminentemente político, pero también de aquellos que están llamados a satisfacer necesidades elementales de la persona, como la educación o el trabajo, y se identifica igualmente con bienes como la cultura o el ambiente. Y esta mudanza en la percepción de la ciudadanía ha requerido, como parece lógico, la transformación del modelo liberal burgués en una organización política más implicada con la construcción de esa ciudadanía y, por consiguiente, más concernida con la igualdad sustancial y la libertad real. Este es el cambio que se produce en el tránsito del Estado burgués al Estado democrático y social, que discurre desde la formalidad de la

Page 1056

declaración de los derechos a la esencialidad de su realización, cambio del que daremos cuenta en estas páginas. Un cambio en todo caso imperfecto o, más bien, inacabado, por la propia naturaleza del Estado social, que no ha roto amarras con los postulados liberales; de ahí que debamos elaborar propuestas que superen el déficit democrático de una sociedad que aún sigue siendo excluyente. La ciudadanía no se tiene, sino que se adquiere, y requiere un proceso de construcción permanente.

Este proceso de construcción ha revelado también la parcialidad con la que se concibió al sujeto de derecho universal, y su insuficiencia para acoger en su seno a otras categorías de personas o a otros colectivos que, desde su identidad, no acaban de reconocerse plenamente en el ciudadano único modelado desde el origen de la democracia moderna. Entonces se entendió la igualdad como uniformidad, y ésta se convirtió en parámetro de la ciudadanía; una ciudadanía encarnada en el hombre burgués blanco, que terminó por monopolizar la ruptura revolucionaria y concitar en torno a él el poder político, económico y social. La conquista de esos espacios por parte de los que quedaron fuera ha sido y sigue siendo la lucha por el reconocimiento de sus derechos, como hemos dicho, pero también por la defensa de su diversidad, poniendo en valor una identidad propia forjada en la experiencia colectiva, que tiene sus raíces en el sexo, la etnia, la cultura o la religión, pero que se ha modelado en su relación con el poder establecido -político, social, económico o cultural- Al que difícilmente han tenido acceso.

Se puede afirmar que una de las cuestiones llamadas a centrar el debate político del presente siglo es la asunción de la diversidad de la ciudadanía, manifestada en la multiplicidad de posiciones genéricas, cada una de las cuales aporta una visión de la realidad que le rodea, de los problemas que les son relevantes y de las medidas a tomar que difieren del patrón único en torno al cual se construyó el sujeto activo; y todo ello sin perder la aspiración colectiva de los valores de igualdad y libertad que deben ser compartidos. Ello es evidente también en Europa, donde la multiplicidad de situaciones personales y colectivas es una realidad, marcada por la cultura, la etnia, la religión, la procedencia geográfica, así como por el género.

Ante este reto, la experiencia de los movimientos de mujeres por la conquista de su ciudadanía y el pensamiento feminista constituyen un material de primer orden para elaborar las respuestas que requiere una sociedad compleja y plural, pues ambos evidencian con especial fuerza el impulso de la diversidad. Fueron ellas

Page 1057

en su lucha por la igualdad y la libertad las que pusieron de manifiesto la masculinidad del patrón de ciudadanía dominante, y la necesidad de su deconstrucción, para dar cabida a otra visión del mundo exterior, sus problemas y soluciones. Estamos hablando del movimiento social más importante del siglo xx en la cultura occidental, que aún no se ha asumido por la academia en la dimensión que se merece, y del que se pueden extraer principios, nociones y estrategias que sirven para abordar la diversidad.

Esta diversidad a la que hacemos referencia se evidencia especialmente en lo que concierne a las mujeres, pues éstas no constituyen un colectivo que deba ser objeto de promoción y protección, sino que, por el contrario, integran, al menos, la mitad de la población, que fue excluida del pacto social que alumbró la república burguesa, y que aún padecen discriminación en todos los ámbitos de poder, siendo así que la causa de la situación de desventaja en la que se encuentran es el sexo y la construcción social del género que se ha hecho a partir del mismo.

Claro está que las mujeres no forman un grupo homogéneo y uniforme, ya que la clase social, la etnia, la cultura o la orientación sexual son sesgos importantes que modulan su posición en la sociedad, pero no se puede olvidar que el género acentúa la dimensión negativa que cada uno de estos aspectos y circunstancias pueda tener en las relaciones sociales. Por estas razones, a los movimientos de las mujeres y al pensamiento feminista le dedicaremos estas páginas con la finalidad de entender las claves ideológicas y conceptuales de la conquista de la ciudadanía desde la diversidad.

Queremos centrar esta exposición en la contemporaneidad, pues a la contemporaneidad pertenecen la igualdad o la libertad, nociones básicas, principios elementales que han marcado el sendero de la incorporación de las mujeres al mundo de las relaciones políticas, económicas, sociales y laborales, antes, no cabe duda, las mujeres han estado presentes, pues han sido éstas junto a los hombres las que han construido la historia, las que han modelado la sociedad; sin embargo, solo cuando se fijan las bases conceptuales y filosóficas que permiten el desenvolvimiento de las relaciones sociales hacia parámetros de libertad e igualdad, podemos plantearnos su equiparación a los varones como una conquista política y como una conquista jurídica1.

Page 1058

Y lo la haremos desde el derecho, entendido éste como la expresión de la soberanía popular en las sociedades democráticas, pues es a través del mismo como se imponen las reglas que han de regir la convivencia en la sociedad, se reconocen y otorgan derechos y se fijan los cauces de participación de la ciudadanía en la toma de decisiones que afectan a todas y todos. Además, mediante el mismo, se consolidan las transformaciones que se impulsan desde los centros de poder político, social o económico. Ahora bien, cuando hablamos de derecho, estamos tratando de valores y de principios consagrados en las Constituciones y que han de regir e informar el conjunto del ordenamiento y la actuación de los poderes públicos. Desde esta perspectiva, debemos afirmar que la relación de las mujeres con el derecho se desenvuelve en el plano de los valores constitucionales, pues ha sido el impulso de los textos fundamentales el que ha ido modificando una normativa que les impedía el pleno disfrute de los derechos que como personas y como ciudadanas les correspondían. Una relación, ésta de las mujeres y el derecho, no exenta de tensiones y con resultados muy desiguales para aquellas, y que aún se nos antoja inacabada.

Como...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR