Sobre el discurso de las minorías

AutorMª del Carmen Barranco Avilés/Montserrat Abad Castelos
Páginas55-77

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1. Quizá algunas precisiones conceptuales

Hace algunos años asistí a un Congreso donde un ponente —creo recordar que era el escritor Suso de Toro— sostuvo la tesis de que todos somos minoría. No me consta que haya defendido esa tesis por escrito, y he intentado buscar el eco actual de esta idea, que se podría considerar escaso1. En las siguientes líneas me propongo explorar qué supone asumir que todos somos minoría y cuál es el andamiaje conceptual necesario para afirmar esta tesis y las posibles críticas que se le podrían hacer.

Para analizar esta tesis deberíamos previamente estudiar el concepto de identidad donde, como han puesto de manifiesto autores como Young,

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las identidades se definen de forma múltiple, dinámica y contextual. La identidad tiene múltiples manifestaciones donde existe el peligro de esencializar un aspecto de esta en detrimento de otros elementos identitarios. La complejidad de las identidades es algo consustancial a la autodefinición de los individuos y su relación con diversos colectivos, donde se particulariza una perspectiva que ha sido estudiada bajo la etiqueta de la interseccionalidad o la posición transubicacional.

Una forma de entender qué son las minorías es acudir al paradigma del canon mítico. De la misma forma que el patrón de la distancia metro es un metro de platino e iridio que se guarda en la Oficina de Pesos y Medidas de París, el canon mítico ha establecido qué es el ser humano. De esta forma, habitualmente, en nuestro contexto, el canon reconocía al hombre blanco, propietario, heterosexual, diestro, capacitado, católico. Se podría añadir que fuese de la etnia mayoritaria y hablante de la lengua mayoritaria. Por exclusión de estas características se ha venido definiendo la noción de minoría en cada caso.

La tesis de que todos somos minoría desde esta perspectiva sostiene que, dado que las identidades se definen de forma múltiple, el discurso sobre quién es minoría debería ser más complejo y contextual, teniendo como resultado que será más difícil encontrar personas que cumplan todas las características de canon mítico y así estén siempre del lado de la mayoría. Esto significa que la experiencia de pertenecer a una minoría puede ser más común de lo que en un principio podría parecer. Ser mujer, zurdo/a, obrero/a, homosexual, ateo/a, negro/a, discapacitado/a pueden ser experiencias cotidianas para muchas personas, con expectativas legítimas que la sociedad debe proteger y con una perspectiva particular —de discriminación, en algunos casos de estigma— que no debe ser un obstáculo para que desarrollen su planes de vida, en igualdad de condiciones que personas que pertenecen a las identidades mayoritarias.

Siguiendo con esta línea de argumentación, lo mítico del canon mítico sería que exista realmente una mayoría de seres humanos que en ninguna circunstancia tengan un juicio de disvalor sobre alguna de las características que forman su identidad. Como ese juicio de disvalor es contextual, depende de las circunstancias, no se puede dar una respuesta nítida a esa cuestión. Pero de lo que sí se puede hablar es de los estereotipos y prejuicios que funcionan como constructo social sobre los diversos elementos de la identidad. Esa forma latente de discriminación, e incluso de estigma social, da cuenta de uno de los elementos más destacados de la noción de minoría.

Alguien podría sostener que, aunque bienintencionado, el enfoque propuesto es ingenuo y que realmente está claro que, en las diversas sociedades, hay mayorías y minorías bien diferenciadas. En otro sentido, se podría sostener que todos somos minoría, ya que esta palabra ha sido

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históricamente polisémica y políticamente el tema de las minorías ha preocupado de forma importante a los diversos constituyentes en el mundo occidental.

El ejemplo más claro es la discusión de los federalistas y antifederalistas sobre la Constitución americana y sus temores entre exceso de influencia de los many y los poderes de los few. Como explica Gargarella, en los textos históricos de los federalistas se ve claramente este concepto: «Allí vemos cómo se equipara directamente la idea the few, “los pocos”, “los que tienen poder”. Hamilton, clásicamente, utilizó la idea de minoría como sinónimo de la de los “ricos y bien nacidos”. Madison hizo explícita esta analogía, sosteniendo, por ejemplo, que el Senado debía estar deter-r minado a proteger a “la minoría de los opulentos” frente a la mayoría. Estas opiniones no representan citas aisladas, sino que se repiten frecuentemente en diferentes textos de la época. Robert Dahl, por ejemplo, en su excelente análisis de la “democracia madisoniana”, sostuvo que la forma de argumentar madisoniana suministró una satisfactoria y persua-siva ideología, destinada a proteger a las minorías con riqueza, estatus y poder, que desconfiaban de sus más encarnizados enemigos —los artesanos y granjeros inferiores en riqueza, estatus y poder— que, según ellos, constituían las mayorías populares»2.

Por tanto, habría dos significados para el término minoría que serían antagónicos: la minoría como elemento discriminado, en un juicio de disvalor, por la sociedad y la minoría como elite, que reuniría a los grupos poderosos social y económicamente. Paradójicamente, la tesis de que todos somos minoría sería más verosímil ya que todos estarían incluidos en alguno de estos dos sentidos de minoría.

Si el discurso de las minorías es relevante políticamente y da origen a los derechos de las minorías es precisamente por su carácter emancipatorio y de reconocimiento de identidades específicas, como forma de empoderar a aquellos que sufren prejuicios y estigmas. Este carácter aleja la noción de la minoría como elite del debate de los derechos de las minorías.

Para profundizar en los rasgos de la noción de minoría se debería considerar que está vinculada a la posesión por los individuos de una deter-r minada característica que los conforma como grupo. Esta característica puede pertenecer a categorías innatas o que dependen de la socialización, donde algunas teorías morales hacen una especial distinción entre cirr

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cunstancias que no dependen del individuo —consideradas como moralmente arbitrarias— y circunstancias producto de acciones voluntarias del individuo —sobre las que se aplicaría la responsabilidad individual—.

El concepto de minoría parece vincularse con la inferioridad numérica del grupo frente a la mayoría. En principio, esta es una noción que así está reconocida. Sin embargo, también es cierto que se dan situaciones donde las mayorías están minorizadas, es decir, actúan como minorías. Un ejemplo clásico es la población negra en la Sudáfrica del apartheid.

Otro rasgo de minoría es el de discriminación, como se ha visto, y el de no tener poder. Así los derechos de las minorías funcionarían como una forma de empoderamiento para individuos que pertenecen a grupos minoritarios. Como sostiene De Lucas:

por supuesto, no hay definición de minoría sin el carácter cuantitativamente reducido del grupo y sin la referencia a signos de identidad, pero lo decisivo es la referencia a un contexto social o jurídico-político/institucional más amplio, que define los cánones de normalidad/desviación y (dis)valora históricamente esas características diferenciales, produciendo la minoría, minorizando al grupo en cuestión

3 .

De forma sintética, se podría decir que la noción de minoría parte de una determinada característica de la identidad compartida por un grupo, generalmente inferior numéricamente al resto de la población, que está discriminada y no tiene poder. Esta sería una noción adecuada de minoría. Sin embargo, la cuestión sobre qué derechos tienen las minorías y las tensiones entre las pretensiones de varias minorías no es una cuestión exenta de polémica.

2. Más allá de la dicotomía entre minorías sociales y minorías culturales: ¿qué derechos tienen las minorías?

En su obra Ciudadanía multicultural, Kymlicka precisa una serie de distinciones que marcan su enfoque cuando afirma: «resulta básico distinguir las minorías nacionales (sociedades distintas y potencialmente autogobernadas incorporadas a un Estado más amplio) de los grupos ét-

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nicos (inmigrantes que han abandonado su comunidad nacional para incorporarse a otra sociedad). Por su parte las minorías nacionales y grupos étnicos se distinguen de los que suelen denominarse “nuevos movimientos sociales” —es decir, asociaciones y movimientos de gays, mujeres, pobres, discapacitados— que han sido marginados dentro de su propia sociedad nacional o de su grupo étnico»4.

Según el enfoque de Kymlicka existen minorías culturales —minorías nacionales o grupos étnicos— que tienen derechos de grupo en función de la ciudadanía diferenciada y, por otro lado, existen minorías sociales donde se requería una aplicación de los derechos individuales y el principio de igualdad y no discriminación, incluso justificando en algunos casos medidas de discriminación positiva. A su vez, dentro de su esquema, existe una jerarquía dentro de las minorías culturales, donde reivindicaciones de las minorías nacionales serían prioritarias respecto a los grupos étnicos.

La visión de Kymlicka se centra en las minorías culturales y propone una teoría que busca ser una síntesis entre multiculturalismo y liberalismo, que él denomina culturalismo liberal. Está concepción justifica la protección de determinados contextos culturales para poder realizar elecciones autónomas de los individuos y...

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