'Ni dios, ni amo, ni ley'. La ideología jurídica del anarquismo español

AutorJavier Dorado Porras
Cargo del AutorEditor
Páginas889-932
En memoria de RAMÓN ÁLVAREZ PALOMO
1913-2003
“Aunque muy maltratada por la vida, que no me
ha ahorrado dolores ni pruebas, no puedo tampo-
co maldecir de mi suerte. He encontrado muchas
personas buenas y, lo que es más raro todavía, per-
sonas que, sin ser buenas, conmigo se han portado
noblemente y eso en momentos en que mi pobre-
za, mi desamparo, los peligros que me rodeaban,
excluían toda probabilidad de cobrarse el servicio”.
(Federica Montseny, Mis primeros cuarenta años)
1. EL ANARQUISMO EN ESPAÑA
A la muerte de Franco, cuando volvieron a España ideologías y
personalidades exiliadas, y aparecieron diversas organizaciones de iz-
quierdas, el retorno del anarquismo fue tímido. Parecía como si el co-
munismo le hubiera ganado la batalla. Lo curioso, sin embargo, es que
se aprovechó para reeditar multitud de obras de clásicos libertarios: de
Proudhon, de Bakunin y de Kropotkin, de Lorenzo y de Mella1. En el
ámbito de la teoría jurídica, se publicaron muchos estudios y ensayos
de signo marxista o sobre el marxismo, pero casi no se habló del anar-
1Merece la pena apuntar un librito del entonces, el que la exitosa Biblioteca de Divul-
gación Política de La Gaya Ciencia dedicó al anarquismo, que vale como primer acerca-
miento a la ideología libertaria: MONTSENY, F., Qué es el anarquismo, La Gaya Ciencia,
Barcelona, 1976.
HISTORIA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES. Tomo III: Siglo XIX890
quismo. La cuestión es ésta: ¿por qué el pensamiento jurídico español
no se fijó en la ideología ácrata, una ideología que había sido funda-
mental para nuestra historia y que, a la vez, incluía la más radical y
subversiva filosofía del Derecho que pudiera imaginarse?
A) Brevísima historia del movimiento anarquista en España
Aunque no sabemos cuanto duró exactamente, el viaje tuvo que
ser largo. En ferrocarril desde Ginebra, por fin debió de subirse al bar-
co en Génova y arribar a Barcelona, lo más seguro que a fines de octu-
bre. Estamos en 1868, el año de la revolución, y aquel anarquista de
unos “cuarenta años, alto, de rostro grave y amable, barba negra y po-
blada, ojos grandes, negros y expresivos”; aquel anarquista llamado
Giuseppe Fanelli, venía a la península con el encargo, ¡confiado por el
mismo Bakunin!, de traer la idea a España y crear aquí la correspon-
die nte se cció n de la Inter nacio nal2. Es cierto que las condiciones no pa-
recían las mejores, ¡ni tenía casi dinero, ni conocidos, ni hablaba espa-
ñol!, y que luego sería criticado por haber cometido algún error
(propiciar la confusión entre la Alianza de la Democracia Socialista y la
2Que yo sepa, no existe una investigación profunda sobre el viaje de Fanelli a Espa-
ña, referido, eso sí, en cualquier historia del anarquismo español. Se sigue teniendo como
el mejor documento sobre aquel viaje la “Presentación de Fanelli”, el capítulo que le dedi-
có LORENZO, A., en El proletariado militante (Memorias de un internacional), (1901 y 1925),
Zero, Bilbao, 1974, pp. 37-43. Sí hay que apuntar la opinión de Rafael Pérez de la Dehesa,
para quien habría que desmitificar ese viaje de Fanelli. El anarquismo español hallaría su
origen en el pensamiento pimargalliano, verdadera explicación “de que la mayor parte de
los internacionalistas españoles siguieran a Bakunin” y no a Marx; en el “Estudio Prelimi-
nar” a URALES, F., La evolución de la filosofía en España, Ediciones de Cultura Popular, Bar-
celona, 1968, pp. 9-71, pp. 28-29. Evidentemente, no se pretende que el viaje de Fanelli ex-
plique por qué arraigó en España, de la forma en que lo hizo, la ideología libertaria, pero
probablemente sirvió como fogonazo que prendió en aquel ambiente caldeado por las
ideas de Pi y Margall, traductor por otra parte de Proudhon. Es cierto que el pensamiento
de aquél tuvo varias fases, que no era estrictamente anarquista, pero también que admira-
ba la ideología ácrata: “Condenamos los crímenes de los anarquistas. Consideramos digna
de atención la anarquía, y hasta creemos que puede ser un faro para que no se desvíe el
progreso. A ella tienden hace tiempo las reformas económicas y las políticas, y a ella enten-
demos que se debe encaminarlas. El hombre, fuente y raíz de todo saber, de toda moral y
de todo derecho, iniciador de todo adelanto, en los comienzos de toda revolución autori-
dad suprema contra la de todo su linaje, es ley de sí mismo y rebelde por naturaleza a todo
poder extraño. A que no tenga ley sobre la suya se ha de dirigir principalmente todo es-
fuerzo”; en PI y MARGALL, F., Pensamiento social, Editorial Ciencia Nueva, Madrid, 1968,
pp. 338-339. No hace falta decir que los grandes anarquistas españoles como Anselmo Lo-
renzo o Ricardo Mella, se consideraban discípulos de Pí.
Capítulo XV: “Ni Dios, ni Amo, ni Ley” - BENJAMÍN RIVAYA GARCÍA 891
Internacional); además, los primeros contactos no debieron de resultar
esperanzadores... El tiempo probaría, sin embargo, que la misión ha-
bría de ser todo un éxito, un éxito mayor del que nadie podía imagi-
nar. Estuvo por Tarragona, Tortosa y Valencia, y luego le pidió dinero
prestado a Reclús, a un hermano de Eliseo, y se fue para Madrid. En la
capital se reunió con grupos de obreros radicales que se rindieron ante
su pasión. Digo ante su pasión porque Fanelli les habló en francés e ita-
liano, idiomas que la mayoría sino la totalidad de aquel público desco-
nocía, y así todo, por lo que cuenta Anselmo Lorenzo sabemos que lo-
gró transmitir sus convicciones con una fuerza asombrosa. Por
ejemplo, al hablar al auditorio de la miseria en que vivían los obreros
lo hizo con tal vehemencia que produjo en quienes le escuchaban “es-
calofríos y estremecimientos de horror”. Tampoco estuvo mucho
tiempo en Madrid y retornó a Barcelona, donde ahora sí lograría con-
tactos más fructíferos. Así todo, se debió de quedar definitivamente
sin dinero y en el mes de febrero decidió volverse. “En menos de tres
meses —diría Brenan—, sin saber una palabra de español y sin haber
encontrado más que unos pocos españoles que le pudieran entender
en francés o italiano, había iniciado un movimiento que habría de per-
sistir, con avances y retrocesos, durante los siguientes setenta años y
que había de afectar profundamente a los destinos de España”3.
En efecto, durante la década de los setenta del XIX los anarquistas
comenzaron a organizarse en cientos de asociaciones locales que, aun
preservando su independencia, estaban en contacto entre sí y en mu-
chas ocasiones actuaban solidariamente. Iba perfilándose un mapa en
el que el anarquismo dominaba en Cataluña, el Levante y Andalucía,
aunque se extendía por el resto del territorio. Huelgas, algaradas y
otros actos de resistencia otorgaban mala fama al movimiento entre
muchos sectores sociales, pero en breve sería aún peor: durante la últi-
ma década del XIX y la primera del XX el término anarquismo pasó a
significar sencillamente terrorismo. La intensidad de la agitación obre-
ra ya había aumentado en los años ochenta, pero ahora se incrementa-
ría, a la vez que se producirían gravísimos atentados: el de Paulino Pa-
llás contra el general Martínez Campos y el de El Liceo, en 1893; el
atentado del día del Corpus, en el 96; al año siguiente el asesinato de
Canovas a manos de Angiolillo; en 1906 el atentado de Mateo Morral
contra Alfonso XIII... Parecía que una cosa era la teoría ácrata y otra su
3BRENAN, G., El laberinto español. Antecedentes sociales y políticos de la guerra civil
(1943), Plaza & Janés, Barcelona, 1996, pp. 187-188.

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