Derecho y violencia. La apuesta de la diferencia

AutorMaria Pina Fersini
CargoUniversidad de Málaga/Università degli Studi di Firenze
Páginas265-295

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La vera scommessa […] è che ci sia qualcosa di diverso dalla sovranità monologante della violenza

Eligio Resta1

1. Premisa

De la relación moderna entre el derecho y la violencia conocemos, y podemos conocer, solo lo que han dicho los tres órdenes del discurso que la han abordado: el la crítica, la legitimación y la diferencia. Por tanto, ocuparse de este tema requiere una relectura de las orientaciones y textos en los que el mismo surgió, porque a ellos se debe la introducción en el debate científico de un método y una clave de lectura para efectuar el análisis de una relación sustancialmente desentendida. La palabra desentendimiento no indica, en este contexto, un conocimiento falso o parcial, sino más bien, como advierte Resta, un conocimiento que se sustrae a sí mismo, siendo en cierto sentido ocul-

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to e imposible2. Su imposibilidad consiste en una prohibición, en la presencia de un límite, o, en otras palabras, en la línea que dibuja el horizonte de las cosas, más allá de la cual la mirada no alcanza. Es la naturaleza paradójica de la relación entre el derecho y la violencia la que traza este límite. Por una parte, los ordenamientos jurídicos modernos nacen como instituciones que sustituyen la violencia en el gobierno de los asuntos humanos. De otra, éstos recurren a lo que sustituyen, es decir, la violencia, primero para instituirse y posteriormente con el fin de preservar el monopolio del uso de la fuerza. Esta paradoja crea un bloqueo mental dramático, generando el fracaso de la comunicación cada vez que la relación circular, a la cual dicha paradoja remite, no se interrumpe y las proposiciones que la constituyen se consideran ambas verdaderas, aunque contradictorias.

Tanto el discurso de la crítica, cuyo principal exponente es Benjamin, como el de la legitimación, que correspondería a Hart, han rechazado la paradoja. El primero, identificando el derecho con la violencia y transformando la crítica de ésta última en la crítica de los ordenamientos jurídicos modernos, ha demostrado la falsedad de la primera proposición, según la cual el derecho moderno nace como sustituto de la violencia. El segundo, negando la idea de un derecho como mandato bajo amenaza de sanción y definiendo el mismo como obligación en lugar de orden, ha declarado falsa la segunda proposición, según la cual el sistema necesita de la fuerza para instituirse y mantener el poder.

Desde un punto de vista lógico, la operación de rechazo de la paradoja efectuada por estos órdenes del discurso es correcta. Una paradoja, cuando lo es de verdad (y no un simple razonamiento falaz, válido solo en apariencia), se puede refutar, si se considera como un peligro, o tolerar, si se percibe como un fenómeno marginal. Sin embargo, desde el punto de vista de la ecología de la comunicación, negar una paradoja o marginarla por su irrelevancia equivale a desconocer ciertas carencias del lenguaje común, ciertas distinciones que faltan, aunque sean necesarias, e implica, además, renunciar a la posibilidad de transformar las dificultades del lenguaje en oportunidades de comunicación. Por muy difícil que pueda resultar enfrentarse a una paradoja, reconocerla y admitir que se la pueda analizar siempre representa un itinerario preferible a cualquier operación de negación o marginalización. Una teoría que acepta la naturaleza paradójica de su propio objeto es más comunicativa que una que la niega, por distintas razones: llamada a solucionar la paradoja, dibuja una diferencia en el espacio unitario y primigenio e introduce en el discurso una complejidad que el lenguaje antes desconocía; obligada a enfrentarse a las contradicciones que atraviesan su objeto, recurre a instrumentos de análisis cada vez más penetrantes, que a menudo se toman en préstamo de

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otras disciplinas, y así favorece el diálogo entre los distintos ámbitos del conocimiento y amplía la interdisciplinaridad; guiada por un método deconstructivo, dirigido a identificar las distintas capas semánticas que estructuran el discurso, ofrece una historia del lenguaje que se abre a la comunicación y construcción de un nuevo sentido. Por último, basándose en una filosofía inclusiva, que acoge en lugar de excluir la negatividad de las cosas, también reflexiona sobre zonas sociales oscuras, reduciendo el espacio de no-comunicación.

Veremos que, de los tres órdenes del discurso sobre la violencia, solo el de la diferencia se muestra receptivo a las exigencias de la comunicación ecológica. A través del concepto de différance, ofrece no solo instrumentos filosóficos para pensar la relación entre derecho y violencia, sino también una base teórica válida para la investigación y el análisis de las prácticas sociales que permitan al derecho reducir y contener las manifestaciones de violencia.

2. El discurso de la crítica

Uno de los grandes intelectuales del siglo xx que se detuvo con mayor conciencia sobre la relación existente entre derecho y violencia fue Walter Benjamin. Su reflexión sobre el tema, concentrada en el escrito Zur Kritik der Gewalt, se desarrolló en los años 1920-1921. Se trata de una época en que los ecos de las revoluciones alemana y rusa eran aún muy fuertes y es probablemente su fuerza la que le obligó a emprender una profunda reflexión sobre la legitimidad de tal violencia que, excediendo posibles contextos de juridificación nacional, desemboco luego en las insurrecciones revolucionarias. Sabemos que en el momento de la redacción de Zur Kritik der Gewalt Benjamin ya se ha enfrentado a autores como Charles Péguy, Georges Sorel y Erich Unger, y, por tanto, que través de sus voces era consciente del momento histórico que estaba viviendo3. Al redactar su crítica probablemente actúa bajo presión de una violencia difusa, a la que era preciso poner remedio. El estallido y fracaso de la revolución de 1918, la urgencia de una cuestión palestina, los efectos de empobrecimiento causados por la economía capitalista son los sucesos que delimitan el escenario histórico-político en el que Benjamin escribe. No es casual, pues, que todo el ensayo sea un compendio de las principales problemáticas jurídico-políticas de su época: derecho de huelga, estado policial y guerra.

Sin embargo, desde las primeras páginas del texto se respira algo distinto a una simple disertación sobre los dilemas de la sociedad capitalista. En cada línea se percibe la necesidad –tal vez más gene-

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ral que personal– de trascender los eventos, de superar su materialidad y de buscar sus causas y posibles soluciones en otro lugar. En su estructura general, Zur Kritik der Gewalt es ante todo la historia de una inmanencia y una trascendencia que se encuentran en su último y extremo momento y que en ese instante compartido, dejando de contemplarse una a través de los ojos de la otra, confluyen en una mirada común.

Para expresar este encuentro Benjamin introduce dos pares conceptuales: de un lado, encontramos una violencia que funda acompañada de una violencia que conserva; de otro, una violencia mítica en oposición a una violencia divina. Esta dualidad conceptual, a la cual Benjamin recurre para que su crítica sea posible, nunca es solo una diversidad que, como tal, cree y conserve dos distintas formas de violencia. Es también una identidad ilegítima, porque, en cuanto diferencia, utiliza su propio contrario para explicitarse y haciendo referencia a éste lo incorpora a una unidad que, no obstante, debería mantenerse diferenciada4. Todo el discurso benjaminiano gira alrededor de algo que luego, de repente e involuntariamente, asume la forma de otra cosa. Por tanto, ¿cómo leer Zur Kritik der Gewalt? Sería restrictivo circunscribir el texto a los espacios angostos de los análisis de teoría política y teoría del derecho. También seria arriesgada una lectura solo en clave filosófico-religiosa, limitada a ver en el fundamento de la violencia una imagen del Dios de la tradición monoteísta judeocristiana5. Existen, por contra, otras múltiples claves de lectura para acceder al texto y cada una de ellas constituye un método heurístico válido: está la clave judía, que permite oponer la justa violencia divina (de origen judío) a la violencia mítica (de tradición griega); está, además, el tema del aniquilamiento del derecho y la preocupación por la tutela de los derechos humanos; y asimismo, la crisis de la democracia burguesa, liberal y parlamentaria; hallamos también el encuentro entre el lenguaje de la revolución marxista y el de la revolución mesiánica; y, por último e igualmente, el problema del origen y la experiencia del lenguaje, aunque esta última cifra de lectura ocupe un lugar solo marginal en el discurso benjaminiano.

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Considerando, por tanto, la variedad de temáticas que el autor concentra en un texto de muy relativa extención, acaso sería preferible abstenerse tanto de lecturas unidireccionales, que destacan solo uno de los varios temas tratados por Benjamin, como de interpretaciones exhaustivas, que pretendan proporcionar una lista completa de los asuntos planteados. Sin embargo, cada lectura tiene su punto de vista privilegiado, a partir del cual domina la obra y se deja dominar por ésta. El punto de vista procede del exterior, precede al texto y su existencia prescinde del mismo. El hecho de que, después del encuentro con la obra, aquel punto de vista, al principio genérico, se convierta más tarde en el punto de vista privilegiado del texto, solo significa que el lector y su idea han hallado un terreno fecundo donde brotar, y no que el texto haya plasmado aquel punto de vista como si, antes del encuentro, éste nunca hubiera existido. El punto de vista permanece externo y siempre infiel a la obra. No existen interpretaciones fieles al texto, porque cada lectura...

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