Análisis de las políticas de responsabilidad social corporativa de las multinacionales vascas: los casos de BBVA e Iberdrola

AutorCristina Sáez; Mikel Barba; Jorge Lago
CargoInvestigadores del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad / Bakea ta Duintasuna
Páginas193-221

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Queremos... actuar de forma correcta, ética y eficiente con todos los sectores con los que, directa o indirectamente, nos relacionamos, tomando en consideración equilibradamente todas las dimensiones de nuestra actividad. La económica, desde luego, pero también la humana, la social y la ambiental.

Francisco González, presidente del BBVA (2005)

Tiempo de los camaleones: nadie ha enseñado tanto a la humanidad como estos humildes animalitos. Se considera culto a quien bien oculta, se rinde culto a la cultura del disfraz. Se habla el doble lenguaje de los artistas del disimulo. Doble lenguaje, doble contabilidad, doble moral: una moral para decir, otra moral para hacer...

E. Galeano, «El Sistema/2» (2003)

1. Introducción: ¿responsabilidad o irresponsabilidad social corporativa?

Según el informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), las empresas transnacionales controlaron el 84% de la Inversión Extranjera Directa en 2006 en todo el mundo. Asimismo, según Clairmont y Cavanagh (1999), la cifra de negocio anual de las 200 mayores multinacionales supera el 25% de la producción mundial. Cabe señalar que, además de transnacionales como Shell, General Motors, Ford, Exxon, IBM, Mitsubishi, Repsol YPF, Telefónica o el Banco Santander, esta selecta lista incluye asimismo en sus primero lugares, a reconocidas multinacionales de ámbito vasco como BBVA (puesto 134) ó Iberdrola (puesto 339)1.

En una relación dialéctica con este incremento en el volumen de las actividades económicas y del peso estratégico del lobby de las empresas transnacionales en los espacios globales de toma de decisiones, también se ha incrementado el cuestionamiento hacia el papel que aquéllas juegan en la construcción del modelo de desarrollo hegemónico y sus consecuencias económicas, sociales y ambientales a nivel planetario.

Por ello no es de extrañar que, en las últimas décadas, desde el mundo de la empresa, los organismos internacionales y diversos grupos multisectoriales, haya crecido la reflexión sobre la necesidad de escuchar a todos los agentes con los que se relaciona la empresa: trabajadores, proveedores, clientes, sociedad civil, Page 194 gobiernos, etc. Este nuevo enfoque stakeholder parte de la premisa de que la empresa es parte de la sociedad y que una empresa para perdurar tiene que ser sostenible y ello, hoy en día, significa tener en cuenta, a la hora de definir y diseñar las futuras estrategias de desarrollo del negocio de la compañía, a todos los agentes sociales con los que se relaciona.

Con este fin, se han promovido «estándares», códigos de conducta, directrices, normas y otros instrumentos para facilitar la puesta en práctica de las denominadas políticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Las empresas multinacionales de ámbito vasco como el BBVA e Iberdrola no han sido ajenas a esta tendencia.

En este sentido, se han elaborado un sinfín de definiciones de RSC y una cantidad inagotable de interpretaciones de la misma, pero en lo que coinciden todos los expertos es en su carácter voluntario; en la inexistencia de legislación vinculante en el ámbito estatal o internacional y en la carencia de un estándar para el desarrollo de memorias sociales y ambientales (Hernández Zubizarreta y Ramiro, 2009).

Así las cosas, algunos grupos están de acuerdo y ven en ella una oportunidad de construir espacios de diálogo con las empresas y conseguir que las compañías reduzcan sus impactos mediante la autorregulación voluntaria. Y otras organizaciones, incluso, consideran la RSC como una oportunidad para recibir financiación para el desarrollo de sus proyectos de cooperación en alianza con las empresas. Esto es, desde determinados ámbitos, se nos presenta la Responsabilidad Social Corporativa como la contribución de las empresas al bienestar de la sociedad. Pero, ¿es eso posible?

Para un gran número de ONGD y movimientos sociales de Euskadi y del Estado español la respuesta a esta pregunta es un rotundo no. Lo que en realidad las empresas transnacionales estarían haciendo es usar la RSC como herramienta de marketing y promoción de su reputación corporativa para mantener el prestigio de sus marcas ante los consumidores y accionistas. En definitiva, se trataría de generar una cortina de humo con la que ocultar los impactos negativos que están provocando en las sociedades del Norte y del Sur: violación de los derechos humanos, incumplimiento de medidas de seguridad laboral, discriminación de género, explotación infantil, impactos ambientales y generación de deuda ecológica, erosión de democracias por corrupción, etc.

En resumidas cuentas, lo que a día de hoy resulta evidente es que la RSC no es un término inocente o neutro, y que debe ser evaluado sobre la base de criterios objetivos y no partiendo de meras declaraciones de intenciones. Efectivamente, con un valor en el Ibex-35 de 54.601 y 66.553 miles de euros, respectivamente, en enero de 2009, superiores al PIB de numerosos Estados africanos y latinoamericanos, el BBVA e Iberdrola han dejado de ser simples empresas privadas Page 195 dedicadas a la obtención «aséptica» de beneficios y la generación de valor. Al contrario, se han ganado un papel preponderante en el «gobierno» del régimen neoliberal -que es el que, en definitiva, les permite generar esos valores-, y han adquirido una responsabilidad, de momento sólo ética, pero que más temprano que tarde deberá ser también una responsabilidad legal, sobre los impactos que dicho modelo genera.

El presente artículo nace precisamente con esa intención, la de analizar los casos concretos de BBVA e Iberdrola, símbolos junto al grupo Mondragón de la potencia económica vasca, con el objetivo de responder en un primer momento a las siguientes cuestiones: ¿qué hay de cierto en las políticas de RSC impulsadas por las principales multinacionales vascas? ¿Es la RSC, simplemente, una nueva vuelta de tuerca en la estrategia de marketing de las corporaciones transnacionales o es algo más peligroso con complejas implicaciones legales, políticas y éticas? ¿Qué se esconde detrás de la voluntariedad de las políticas de RSC y la inexistencia de herramientas legales con carácter vinculante y poder coercitivo?

En segundo lugar, pero no por ello menos importante, el artículo pretende situar en el debate la gran cuestión sobre si realmente «puede el capital privado "responsabilizarse" de las carencias sociales. Si se conviene que la pobreza es un problema de exclusión social y económica, con raíces políticas, la solución pasa necesariamente por transformar las relaciones de poder en una sociedad. ¿Son las transnacionales los actores más adecuados para impulsar ese cambio? ¿No ocupan precisamente ellas una posición central de poder en el mundo globaliza-do?» (ACSUR y CEDIB, 2008).

No es el objetivo concreto del presente artículo analizar o debatir los pormenores ni los efectos socioeconómicos y ambientales del modelo neoliberal imperante. Tampoco pretende realizar un juicio de valor sobre si el crecimiento económico sostenido, como receta infalible para generar desarrollo y bienestar colectivos, es una realidad científico-económica o es un axioma dogmático de un sistema autista desde el punto de vista medioambiental y humanitario.

En todo caso, resulta inevitable, si estudiamos la responsabilidad social de los actores principales del modelo de desarrollo capitalista, como son las corporaciones transnacionales y, en especial, las vinculadas al sistema financiero, analizar el modo en el que se alcanza esta mecánica de generación de valor sostenido. De dónde obtiene los beneficios, en que negocios se involucra y a costa de qué o quiénes, cuáles son las estrategias utilizadas y cuáles los abusos cometidos. En definitiva, la incógnita que pretendemos despejar, a través del análisis de los casos del BBVA e Iberdrola, es si debemos hablar de la RSC o de la Irresponsabilidad Social Corporativa de las empresas transnacionales. Page 196

2. Las políticas de RSC en el BBVA
2.1. Introducción

Desde la fundación del Banco de Bilbao en 1857, la entidad financiera ha ido creciendo, expandiendo su actividad por diferentes países y realizando numerosos procesos de fusión hasta alcanzar, en el año 2000, la configuración de la actual marca corporativa BBVA. Operativo en 31 países, el banco gestiona el capital de hasta 47,4 millones de clientes y cuenta con 889.734 accionistas. Los beneficios obtenidos durante el año 2007 ascendieron a 6.126 millones de euros, un 29,4% más que en el año anterior. De éstos, 2.397 millones proceden de España y Portugal, 1.880 millones de México y 623 millones corresponden a su actividad en América del Sur. Cuenta con un total de 111.913 empleados, de los cuales 31.106 están...

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