Complejidad emocional en las familias reconstituidas

AutorVinyet Mirabent Junyent
Cargo del AutorDirectora del Centro médico Psicológico Fundació Vidal i Barraquer
Páginas117-140

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1. Introducción

En la actualidad existe en nuestra sociedad un alto predominio de separaciones y divorcios (alrededor de un 40% - 50% de las parejas) con hijos habidos dentro de la relación. De ello también se deriva que los adultos encuentren nuevas parejas formando lo que llamamos familias reconstituidas, en las que a menudo ambos miembros tienen a su cargo hijos de sus anteriores parejas.

Los procesos emocionales que acompañan a los adultos y niños, tanto en la separación-divorcio como en la formación de una nueva familia. son complejos ya que implican afrontar cambios importantes en muchos ámbitos de la vida, elaboración de duelos y con frecuencia formación de nuevos vínculos afectivos.

Si estos procesos son siempre difíciles para los adultos, para los niños lo son mucho más ya que inciden directamente en la formación y desarrollo de su personalidad. A menudo en nuestra sociedad se habla y se contemplan las necesidades de los adultos y muy poco de las condiciones básicas que necesita un niño para poder crecer sanamente tanto física como mentalmente.

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Dada la inmadurez física y emocional de los humanos al nacer, la infancia se configura como un período esencial en el que la familia va a cubrir sus necesidades facilitando su desarrollo y maduración.

Los avances actuales en neurociencia muestran como la calidad de los cuidados afectivos adecuados de los padres estimulan y promueven en el bebé el desarrollo neuronal del cerebro (Gerhardt, 2008). Desde el punto de vista emocional los padres impulsan las bases de su funcionamiento mental y de su personalidad. La construcción de vínculos afectivos estables proporcionan al niño seguridad, autoestima y confianza en sí mismo y en el mundo, La respuesta sensible de los padres a sus necesidades se convierte en un verdadero organizador psíquico para el niño (Marrone, 2001), a partir de la contención y comprensión de sus emociones e inquietudes, promueve su pensamiento, aprendizajes y orientación en la vida.

La familia es pues una institución que educa y forma a sus miembros y que atiende a las necesidades de todos ellos. Es una organización grupal que se forma desde la constitución de una pareja hasta el engendramiento de los hijos, momento en el que se organiza una compleja red de relaciones e inter-cambios mutuos. Por todo ello, en este contexto, cada cambio que experimente va a influir en todos y cada uno de sus miembros (Pérez, 1995; Meltzer 1989).

Ante toda separación y divorcio los niños y los adultos se ven seriamente afectados por procesos dolorosos de duelo y pérdida. Los adultos se ven inmersos en cambios y pérdidas personales, familiares, sociales y económicas (duelos por el fracaso afectivo, distanciamiento con la familia del otro, posible pérdida de amigos del cónyuge, dificultades económicas...).

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En relación a los niños muchos autores consideran esta etapa como una experiencia estresante que conlleva altos grados de ansiedad:

  1. En primer lugar deben afrontar importantes duelos: La pérdida de un tipo de vida cotidiana en la que ambos padres estaban en el hogar (a partir de ahora si están con uno no están con el otro), la pérdida de la frecuencia de relación con cada uno de ellos (lo que fácilmente redunda en pérdida de la intensidad y calidad del intercambio y el posible distanciamiento emocional), pérdida de rutinas y puntos de referencia conocidos y estables, etc.

  2. Se encuentran también ante muchos cambios, de domicilios, de ritmos cotidianos, de normas educativas...

  3. Se suscitan temores: a hablar y expresar sus emociones y a manifestar su malestar, ya que el sufrimiento que ven en los adultos les lleva a inhibir sus necesidades y a adaptarse muchas veces en silencio para no crear problemas añadidos a unos padres estresados, con lo que aumentan sus sentimientos internos de inseguridad, desestabilización o inhibición. Por otro lado pueden tener otros miedos como perder el cariño de uno de los dos padres, ser los culpables de su separación (el niño puede sentir culpa por las veces que su comportamiento provocó discusión entre los padres....)

Todo este cuadro conforma la inestabilidad emocional propia de toda separación matrimonial; la ruptura afecta el desarrollo físico, emocional y psicológico de los niños, sobre todo si no están preparados para afrontarla Las emociones vividas son de gran intensidad a lo largo del primer año, se va a necesitar este tiempo para que pueda surgir un nuevo equilibrio;

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luego, poco a poco, sobre todo si los adultos han podido preservar a los niños sin convertirles en moneda de cambio de su resentimiento y riñas, se vuelve a la estabilización y los hijos recuperan el sentimiento de confianza y seguridad en un nuevo marco familiar. En este sentido la responsabilidad de los padres es enorme, de ellos va a depender que este proceso, doloroso para todos, afecte en lo menos posible a sus hijos (mucho menos dotados de recursos para superarlo sin su ayuda), y puedan integrar esta experiencia encontrando un nuevo equilibrio que siga impulsando su crecimiento y desarrollo.

Con frecuencia tras la separación los adultos construyen nuevas relaciones afectivas que dan origen a lo que se llama familias reconstituidas a la que uno o ambos miembros de la nueva pareja aporta sus hijos habidos con la anterior. A la situación de separación se añade la llegada de esta tercera persona, que a veces ya estaba presente como una de las causas de la ruptura, y se incorpora de forma muy temprana a la dinámica relacional con los niños.

En otras ocasiones la nueva familia no surge después de un divorcio sino que está formada por viudos-as, solteros-as, con hijos a su cargo y nuevas parejas.

Todas estas nuevas familias tienen características distintas a las que llamadas familias convencionales. Los antecedentes que preceden a su formación y los distintos planos de las relaciones entre sus miembros, organizan una basta red de intercambios emocionales que confiere una gran complejidad emocional a su funcionamiento.

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2. Familias reconstituidas: nuevos vínculos – complejidad emocional
2.1. La complejidad en la formación de nuevos núcleos familiares

La formación de la nueva familia supone nuevas adaptaciones tanto para los adultos como para el menor. En primer lugar ambos deberán aprender a relacionarse con una persona desconocida que ocupa un lugar privilegiado al lado de su padre o madre o, en caso del adulto, de su pareja y que va a vivir con él/ella. El adulto deberá asumir que el hijo del otro pueda tener sentimientos contrastados y contradictorios con él/ella (rechazo, seducción, ambivalencia...). Para el niño la entrada de un tercero supone la certeza de que sus padres no van a volver a unirse, una fantasía que había recreado hasta ahora, con lo que va a proyectar sobre el adulto recién incorporado sus sentimientos de desilusión, rabia y enfado ya que él es el portador de la ruptura definitiva. Fácilmente también va a suponerle un conflicto de lealtad con su otro progenitor, el cual puede ser que aún no tenga pareja o que es percibido por el niño en situación emocional y/o económica más frágil. Dependerá del adulto que llega y los otros adultos (padres) que el niño pueda aceptar la nueva situación e ir realizando un acercamiento afectivo sin sentimientos de culpa.

En segundo lugar a menudo también supone una relación nueva entre menores: entre los hijos de uno y los de su pareja, es decir nos encontramos ante una relación entre niños sin vínculo de sangre, pero que conviven como hermanos cuando coinciden. Comparten la misma situación: tener un vínculo filial con un progenitor y no con su pareja, que de entrada es

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un extraño. Comparten rutinas cotidianas, casa, espacios de juego, dormitorio tal vez… También pueden compartir el no tener precisamente las mismas costumbres, los mismos criterios educativos en que han crecido…

Que de esta situación compleja puedan surgir vínculos positivos entre los niños va a depender en gran parte de la actitud de los adultos; en la medida de que éstos sean capaces de fortalecer unas relaciones, muy débiles al inicio, y que están sometidas a gran cantidad de influencias externas, podrán generar una integración familiar entre hermanastros y preservar una dinámica relacional beneficiosa. En este sentido hemos podido observar en algunas ocasiones como, tras una nueva ruptura de la pareja formada por los respectivos padres, los hermanastros han seguido manteniendo cierta relación entre ellos, mostrando con ello el grado de vinculación mutua.

En tercer lugar aparecen más miembros de las familias respectivas dentro del espectro relacional como pueden ser los abuelos respectivos o los tíos. Frecuentemente los abuelos suelen tener un papel importante en la separación de los...

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