El cimiento visigótico de iberia y la "pérdida de España"

AutorModesto Barcia Lago
Páginas165-210

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"La conmoción fue brutal", resume un crítico, catedrático de literatura árabe, Serafín FANJUL373. Sobre los escombros del edifi cio ruinoso de la Hispania visigótica, el empuje de la expansión imperial árabe galvanizada por la fe musulmana construyó el esplendor de Al Andalus. Fue entonces, como ha destacado el profesor Marcello CAETANO en su obra citada, que la tozuda política de fusión de los godos con la población hispano-romana quedó completada, ya que la invasión musulmana "pôs frente a frente dois grupos: os cristâos e os islamitas". Más propiamente, en la caracterización de OLAGÜE, a los trinitarios niceanos frente a los unitaristas musulmanes en que había derivado el sincretismo del fondo ideológico-religioso popular arriano, lo que, en su opinión, excluye el concepto mismo de "invasión árabe"374, aunque aquí no nos competa terciar en la discusión historiográfi ca de este aspecto, porque es, como ya indicamos a propósito de la precisión suevo-visigótica, la visión ideológica que el relato tradicional, que pone en el "corte" arábigo de la "natural" evolución romana el acento, lo que tenemos que examinar en la perspectiva ibérica que asumimos.

Ahora es necesario destacar con OLIVEIRA MARTINS, que culmina, ciertamente, el largo período de disolución de la Hispania romana que amoldara la dominación germana; pero, justamente, porque la creación de Al Andalus venía a ser el ápice algarvío, el nuevo fi nis terrae, de otro Imperio asentado en una visión del mundo antagónica a la de la latinidad cristiana, esa disolución era condición inexcusable para la afirmación del Imperio de Allah y no podía, ni quería, recabar ningún tipo de legitimidad romana; en la tesis de FANJUL, con la irrupción árabe Page 166 se imponía la "aculturación de Hispania"375, naturalmente, para construir en ella un nuevo Dar al-Islam, un espacio de paz islámica, arrancando la tierra hispana de la yahiliya en la que se encontraba, de la etapa de ignorancia primitiva, para instalarla en la Ummah, la comunidad de los fieles mahometanos, agrandada con los espacios occidentales, al Gharb.

El asentamiento duradero, con vocación de arraigo permanente en el solar de una nueva patria en los algarves mediterráneos de la orilla norte, como el de los visigodos en su tiempo, del dominio arabo-musulmán, aunque étnicamente fuera fundamentalmente bereber, supuso un radical desvío del curso histórico previsible de la Hispania romana, apuntando a una reconversión de su funcionalidad geoestratégica como centro de poder islámico, Dar al-Islam, morada de paz, en el espacio geopolítico del Mediterráneo occidental en la etapa del Emirato independiente, y tanto más en la del Califato, y después como línea avanzada, marca fronteriza con el mundo cristiano, Dar al-Harb, espacio de confrontación, en la época de los Imperios magrebíes de los almorávides y almohades. De acuerdo con la tesis que apunta Américo CASTRO, "lo cierto es que España sucumbió, o más exactamente, fue apartada del curso seguido por los demás pueblos occidentales"376.

La infl exión de esa trayectoria, la disolución de la Hispania, como escribió OLIVEIRA MARTINS, fue, pues, "consumada por los árabes en el año 711 tras la memorable batalla de Chryso"377 dando lugar a una "nueva transfusión de sangre africana a las venas del cuerpo peninsular"378; afi rmación que encuentra eco en el "ideal antiafricano" de la inquietud fi nisecular expresada en el "regeneracionismo" y en el "noventayochismo" españoles del siglo XIX, especialmente en el aragonés Joaquín COSTA, o en el propio UNAMUNO379, pero que en PESSOA adquiere unha intensidad defi nitoria para la síntesis cultural ibérica, que, según mantiene, "devía nascer da conjugaçâo de três elementos, ou atitudes. Baseia-se no nosso comúm carácter ibérico, e esse é o fundo ibero-romano-árabe da nossa personalidade psíquica común"380. Page 167

El impacto andalusí en la ideología de la "Reconquista"

Si la impronta de la época visigótica en la construcción de Iberia estaba en el mismo origen del concepto político de ésta como entidad autónoma vertebradora del espacio peninsular, también la constitución de Al-Andalus significó la expresión política de la pretensión de protagonizar esa articulación bajo la soberanía alternativa de una matriz cultural hispano-araboislámica, inmediatamente a seguir de la etapa de ocupación y rapiña que refl eja la Crónica bizantina de 741, y justifica el lamento oh, infelicem Spaniam de la Crónica mozárabe de 745.

Por eso, enseguida, tras el colapso del Regnum hispano-godo, cuando el inicial bandidismo resistente de los núcleos norteños se transformó en esfuerzo de las protoentidades políticas autónomas cristianas, por encima de sus disputas y rivalidades, comenzó a tomar forma, sobre de todo a partir del siglo IX, con Alfonso III, la ideología mozárabe del recuerdo de aquella perdida unidad peninsular hispano-goda, que legitimaba la lucha contra del enemigo islámico que había arrebatado la tierra patria.

Así, siendo cierto, como sostiene Gustavo BUENO, que "la identidad de Hispania como provincia o diócesis de Roma se transformó en el momento en que el Imperio Romano resultó fragmentado", de tal modo que "la unidad peninsular recibió una nueva identidad que terminaría equilibrándose a través del Reino de los visigodos"381, la pesquisa acerca de la génesis de aquel ortograma de articulacción del espacio geopolítico ibérico que consideramos en nuestra refl exión, la indagación de la "línea de sombra", como dice J. CARRASCO382, del ideal de reconquista común a todos los Reinos hispánicos, ya no podrá asumir como dato simple indiscutible que, como dice el fi lósofo asturiano, "el punto crítico del regressus está constituído por la invasión musulmana", ni la tesis castriana, tan vehementemente rechazada por SÁNCHEZ-ALBORNOZ, de que "hay que comenzar con los siglos posteriores a la invasión musulmana, porque entonces, y sólo entonces, empezó el habitante de la Península a sentir la conciencia de pertenecer a un pueblo, y luchó tenazmente para mantenerse vivo y para estructurar su existencia. Antes de esa época ignoramos cómo fuera la conciencia de ser español, y cuáles fueran las bases de una vida nacional pensada y querida"383. Page 168

¿Es que San Isidoro o Juan de Bíclaro, Leovigildo o Recaredo, etc., no hubían demostrado de sobra una conciencia clara del espacio ibérico y de las implicaciones de la opción por un poder peninsular autocentrado, como antes vimos? Claro está que aquel proceso de "Reconquista" que se pone como punto de partida de la "conciencia de ser español", representa una infl exión específi ca de la pulsión ibérica subyacente, y tal infl exión determinó la dirección del caudal histórico que condujo a nuestra contemporaneidad de españoles y portugueses; de ahí su importancia; pero, justamente por ello, no cabría entender esa inflexión y su trascendencia sin considerar por entero la pulsión ibérica en la que se inscribe como uno de sus hitos demarcadores.

Por tales razones perdura con especial impronta el momento fecundante de la etapa gótica, aspecto que tiene enfatizado J. MARÍAS sobre la incomprensión orteguiana de que se llame "reconquista" a un proceso de ocho siglos384. ¿Puede reducirse la persistencia e intensidad de ese sentimiento colectivo de "pérdida de España" a la simple "memoria idealizada de una Hispania visigoda unida bajo un solo monarca y fundida en una sola fe", según sugiere ALVAREZ JUNCO385? Porque, como en cambio aduce MAÍLLO SALGADO incidentalmente, "es sin duda innegable que los godos fueron el instrumento de la primera unifi cación de España, aunque sería anacrónico considerar que la nación española nació en los siglos VI y VII; pero el concepto de España se forjó en esa época, por eso se vio la etapa visigótica en las edades medias como una especie de edad de oro"386.

Es evidente la funcionalidad del sentimiento de "pérdida de España" que embarga la empresa de la "Reconquista" frente al poder antagónico de Al Andalus, "polo de atracción negativa que galvaniza todas las conciencias y brota a cada paso en la literatura, suscitando, como mínimo, el deseo de recuperar por entero la integridad política y religiosa de la Península", al decir de FANJUL387, aunque ese sentimiento no fuera óbice para relaciones y alianzas coyunturales de unos Reinos cristianos con el enemigo común sarraceno contra otros competidores nazarenos, conforme a conveniencias de circunstancia; muestra, por otra parte, de la permeabilidad recíproca de los diversos actores peninsulares, rivales en la aspiración al liderato del espacio común ibérico, así como de las posibilidades abiertas a una síntesis diferente de la propugnada por el Papado; porque, como ya insistía A. CASTRO, "durante la Edad Media no hubo completa separación geográfi ca y racial entre cristianos y musulmanes"388. Pero ninguna ideología es Page 169 construcción arbitraria del pensamiento, sino expresión de las pulsiones colectivas a las que provee de interpretación funcional; la relación entre la ideología y la realidad social tiene en las corrientes del marxismo, muy especialmente en Antonio GRAMSCI y su concepto de "Bloque histórico"389, páginas esclarecedoras.

Lo relevante es la persistencia del recuerdo godo como "edad áurea" a recuperar, que combina la Laudatio Hispaniae de cuajo isidoriano, con la deploratio o lamentatio por la dominación musulmana. Induce a la resistencia y al martirio fanatizado en el tiempo de desesperación de los mozárabes cordobeses, que tuvo en la fl oración intelectual de Abad Sansón, de Álvaro de Córdoba y del obispo Eulogio, como aduce MAESTRE SÁNCHEZ, "el último destello de la cultura bética cristiano-romana" en el medio inclemente de un islamismo hostil, a la búsqueda de asentar también el...

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