Biología y ética de la bioética: La urgente necesidad de realismo

AutorNatalia López Moratalla
CargoDepartamento Interfacultativo de Bioquímica y Genética
Páginas251-264

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1. El futuro de la Bioética

La refiexión ética sobre el mundo de la vida, y especialmente de la vida humana, necesita reorientación, volver el camino andado hacia la fuente originaria en busca de la realidad. Se hace necesario recuperar la capacidad de reconocer que el mundo natural existe previa, e independientemente de nosotros, y tiene un significado propio que no se lo da ni la ciencia ni las ideologías. Ni los científicos, ni los promotores de los grandes proyectos de dominio tecnológico, crean el mundo. Los investigadores solamente lo estudian para aprender de él y lo observan para imitarlo y transformarlo. Más necesario es aún reconocer la constitución del ser humano y su puesto en el mundo natural.

Tanto la búsqueda de certezas mediante el método de las ciencias positivas, como las aplicaciones de los conocimientos, exigen una racionalidad ética -justamente la racionalidad interdisciplinar de la Bioética- capaz de establecer la relación entre el sentido biológico de los procesos, que pone de manifiesto el conocimiento científico, y el sentido personal de los procesos del cuerpo humano, puesto que el hombre es un ser vivo titular con nombre propio de su cuerpo. Sin embargo, las bioéticas se han reducido con demasiada frecuencia a la descripción mecánica de los procesos sin preguntarse por el sentido biológico de los mismos, y sin preguntarse por la dimensión propiamente humana de los hechos naturales del cuerpo humano.

El mundo natural no es un catálogo de seres sin relación y referencias entre sí, ni con el hombre. La naturaleza no es homogéneamente neutra y, por ello, el núcleo esencial de la racionalidad científica es describir la razón de ser, la función propia, de las realidades vivas. Con los métodos de la Biología no somos capaces de dar cuenta cabal de todo lo que hay en cada ser humano: de su inteligencia, sus sentimientos, su aspiración de inmortalidad, su búsqueda irrenunciable de sentido, etc. Sin embargo, la Ciencia busca descubrir el significado natural de los hechos biológicos humanos, y puede hacerlo con rigor y profundidad.

El no reconocimiento de la realidad objeto de estudio ha impedido la integración de la racionalidad científica y la racionalidad ética que constituye la exigencia propia de la Bioética. El diálogo interdisciplinar se ha reducido a un mero consenso entre las percepciones particulares de planteamientos dispares, incompatibles entre sí, e imposibles de consensuar. La cuestión fundamental que subyace, y pone de manifiesto la claudicación racional de las bioéticas, es en definitiva, nada más y nada menos, si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios, de forma que esa relación constitutiva ponga el límite de la naturaleza humana a una total autonomía del individuo. Esto es, si de hecho somos o no disponibles para nosotros mismos, y si lo son los demás. En definitiva, si el hombre es radicalmente autónomo por ser fruto del azar y creador del sentido y de las normas que permiten la convivencia, o es criatura y existe una razón, una coherencia y una lógica que sostiene la realidad, que es distinta de la suya y que él no ha creado sino que se la encuentra existiendo previamente.

La refiexión bioética, la Bioética, renuncia a su valor de guía cuando no conjuga los dos aspectos indisolubles para realizar el juicio ético. En un primer plano, el rigor del conocimiento de los hechos biológicos y de su significado natural más allá del hecho empírico; en un segundo escalón, las referencias necesarias que emanan del "plus de realidad" de cada ser humano, que se ponen de manifiesto en la capacidad intrínseca de todo ser humano de liberarse del encierro en los automatismos biológicos y liberarse del encierro de estar siempre solamente en presente. Lo decisivo para el juicio es cómo y de que manera cada dimensión biológica involucra a la persona titular del cuerpo. Qué significado propio personal, tiene un proceso corporal y, por tanto, qué es lo que se hace realmente al intervenir en él. El rigor de la Biología potenciada con libertad, la Biología Humana que no es mera Zoología, marca el camino de la recuperación de referencias en que se pueda confiar y racionalizar los intentos de consenso.

El elemento, quizás más infiuyente, en el desierto de referencias al que se ha visto abocada la Bioética ha sido la falta de rigor científico. La Biología Humana ha sido pasto, por una parte, de la ciencia ficción, que cree a ciegas que la técnica podrá lograr lo que se proponga sobre

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el nivel biológico de la vida humana; y, por otra, pasto de una manipulación de los datos y fraudes, orquestados por grupos de presión ideológica, hasta crear una realidad ficticia. Analizaremos, más adelante, la trayectoria científica que nos deja en herencia el siglo XX, para purificar las certezas alcanzadas de ficciones y fraudes, de forma que nos permita liberar la racionalidad de la Biología, primer escalón de la racionalidad de la Bioética.

1.1. La incidencia de la racionalidad técnica: conocer para poder

Una de las causas, posiblemente la principal, de la claudicación de la Bioética ha sido la cultura del "conocer para poder", la cultura biotecnológica, que tiene su máxima expresión en la pretensión de borrar los limites entre el poder y el deber. La ciencia es fácilmente convertible en un saber para manipular y doblegar lo conocido, sin atender a lo que la realidad viva dice de suyo, cuando sólo importan las ventajas o inconvenientes de intervenir en tal o cual proceso. Entonces, el avance de los conocimientos de la Biología lleva a creer que ya se han desvelado todos los misterios de la vida. Y, por tanto, si se ha alcanzado la raíz misma del vivir, ya no hay más que el dato empírico, plenamente manipulable al quedar despojado de algo más profundo que la mera apariencia.

Cada generación tiene sus retos intelectuales específicos, justamente porque en cada etapa el avance del conocimiento de la naturaleza plantea desarrollos tecnológicos que permiten un tipo, u otro, de intervenciones, que siempre requieren orientación. Ahora bien, la orientación no es técnica sino ética.

A lo largo del siglo XX la ciencia se ha adentrado tanto en el micro como en el macrocosmos alcanzando grados de conocimiento mayores que en toda la historia de la humanidad. Los instrumentos de observación y experimentación se han perfeccionado de forma ininterrumpida, al compás de los resultados de la investigación que, a su vez, penetra la realidad a niveles cada vez más profundos gracias a las tecnologías que la misma investigación genera.

La Biológica Humana actual cuenta con dos grandes descubrimientos. El conocimiento del mapa del genoma humano y de la dinámica de la vida, y el conocimiento del atlas de los genes en el cerebro y de las conexiones -circuitos, fibras y fascículos- entre neuronas, que conducen la información y se construye con la biografía de cada uno. Conocimientos difícilmente compatibles con el determinismo biológico.

En la primera mitad del siglo la Física y Química nuclear ensayaron en la Tierra la potencia de las energías de la fisión o la fusión atómica, inexistentes en ella, y propias del Sol. Como tantos de su generación, Borh -creador de la teoría atómica- no se detuvo a considerar en el significado de ese potencial energético, ni en las consecuencias posibles de la aplicación de los conocimientos que alcanzaban. Supuso, como tantos otros, que la energía atómica sólo aportaría bienes a la humanidad y, como tantos otros despertó, cuando en agosto de 1945, se arrojaron sobre ciudades japonesas las primeras bombas atómicas. La técnica se había deshumanizado progresivamente, de forma que lo decisivo para los científicos de su generación no era el hombre y la vida, sino la superioridad técnica, la potencia industrial, etc., el servicio al poderío político. No supieron establecer el límite ético que separara lo ilícito de lo ilícito, ni supieron dar una medida humana al progreso tecnológico. "... de no haber sido así, -dirá Borh- la conciencia de la responsabilidad del científico se hubiera filtrado en mis actividades docentes, y quizás no se hubiesen prestado tantos de mis discípulos a colaborar en la bomba atómica". El uso bélico destructor con que se inicia las aplicaciones de la energía nuclear permanece como moneda de presión de los poderes políticos, sin alcanzar acuerdos que permitan anular la amenaza nuclear con pocas perspectivas de solución.

Por otra parte, se encontraron con el problema del almacenamiento a largo plazo de los residuos radiactivos, lo que propició el rechazo de su aplicación como fuente de energía, en medio de controversias de tinte político y económico, de la tragedia provocada por la desidia de los trabajadores de Chernobil, o la preocupación por catástrofe natural en Japón. Por el contrario, el uso con medida humana de los isótopos radioactivos del planeta para diagnostico y tratamiento, permite el desarrollo la Medicina Nuclear, sin complicaciones.

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La segunda mitad del siglo pasado deja en herencia un conocimiento de los mecanismos íntimos de la vida y, con ello, desde la posibilidad de la manipulación genética de organismos, la capacidad de predecir las características individuales y diagnosticar predisposiciones y enfermedades antes que saber curarlas, hasta la...

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