Bellomo, Manlio: La Europa del Derecho Común. Roma, 1996, 264 pp.

AutorA. Bermúdez
Páginas590-593

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Cuando en el espacio de ocho años una obra científica es objeto de siete ediciones en su propia lengua italiana, de una edición inglesa y de otra española, resultaPage 591 lógico pensar que tal hecho sea una consecuencia directa de la favorable acogida que su contenido ha tenido entre sus potenciales destinatarios.

En mi opinión, dos son los factores que ayudan a explicar tan amplia repercusión. El primero no es otro que la personalidad del autor, en este caso un especialista que ha consagrado su vida académica y científica a la materia; Bellomo es, en efecto, docente de Historia del Derecho Italiano, director de un Instituto Universitario de Ius Commune, director de la Rivisita Internazionale di Diritto Comune, propiciador de múltiples encuentros científicos en Erice y, junto a todo ello, autor de una dilatada producción científica en torno a esta temática. El segundo factor interviniente en el éxito de la edición ha sido el interés y la actualidad del tema, pues es indudable que la problemática del ius commune tiene mucho que sugerir al actual jurista europeo.

Es así que la feliz conjunción de estos dos factores ha propiciado la obra objeto del presente comentario. Una obra de difícil realización, porque hacer novedosas aportaciones sobre ius commune, exige, cuando menos, ampliar el rico legado científico de un Calasso o un Besta, por no citar sino a algunas de las grandes figuras de la historiografía italiana al respecto. Una obra, además, la de Bellomo, de difícil calificación en cuanto a su género científico, ya que, si bien por su amplia panorámica cabe considerarla como un manual, termina por rebasar esta condición al incorporar características propias de un trabajo monográfico; son buena prueba de ello las teorías, reflexiones y puntualizaciones que a cada paso ofrece el autor, y el específico respaldo crítico y bibliográfico con el que las acompaña.

Pero, al margen de esta dúplice condición, lo primero que constata el lector nada más abrir el libro es la habilidad con la que se le introduce en el tema. Porque el punto de partida no es, como cabría imaginarse, el inicio de un decurso histórico, sino que súbitamente se comienza con la exposición de la actividad y de los logros del proceso codificador en la Europa del siglo XVIII. Ello permite al autor, siguiendo una evolución que termina en nuestros días, y siguiendo también la opinión de un cierto sector doctrinal, llegar a la caracterización del tiempo presente como un...

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