Defensa apasionada de la revista en soporte papel. A propósito de Imago Crítica. Revista de Antropología y Comunicación. N.º 3 (2011)

AutorJosé Antonio González Alcantud
Páginas221-223

Page 221

Cada vez que hablamos entre los practicantes de las ciencias humanas y sociales de revistas científicas surgen inevitablemente dos temas de la máxima actualidad: en primer término, los hit parade de clasificación porcentual, en «cuartiles», etc. de las revistas científicas de cada ramo del conocimiento, y en segundo las virtudes y defectos de la edición on line. A este propósito, surge en paralelo la inevitable crítica a las debilidades de clasificaciones, índices de impactos, etc. de las listas al uso de Humanidades y Ciencias Sociales. Algunos ejemplos son conocidos y recurrentes: en Fran-cia, por ejemplo, suele argüirse que la principal y muy prestigiosa revista de historia Annales, fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en 1929,1ni siquiera figuraba en los listados ya que a nadie se le había pasado por la cabeza incluirla en los parámetros ahora al uso. Y ello sin tener presente lo que hoy sería considerado un criterio de evaluación negativo: que los fundadores y directores firmaron durante los veinte primeros años de existencia de la revista casi la mitad de los artículos editados en Annales.2 Otras críticas, como las esbozadas recientemente por el filósofo Marcel Gauchet van por el camino de destacar que el actual sistema clasificatorio de las revistas científicas pone en solfa un orden en el campo de las Humanidades donde el libro ha sido la culminación y consagración en el campo humanístico.3Por supuesto un caso como el de Karl Krauss que publicaba y escribía él prácticamente solo una revista, Die Fackel, en la Viena fin de siècle sería visto como una aberración total.4 En el terreno práctico cuando se con-sultan los índices circulantes en español queda el lector crítico horrorizado al ver los criterios formales empleados -hasta treinta y tantos- que permiten aupar en teoría a lo más alto del debate a revistas insignificantes desde el punto de vista intelectual, que con cierta pillería pueden llegar a dar la impresión de conocimiento. En fin, no merece extenderse en asunto tan banal, pero ahí están esas listas haciéndoles perder el sueño a los jóvenes investigadores, que se ven obligados a seguir obligadamente este extraño cursus honorum para progresar.

Una segunda parte del problema concierne directamente a la difusión. La «ansiedad de influencia», que señalaba H. Bloom,5hace que la mayor parte de los colegas hayan caído en la trampa informática concebida como la panacea de difusión e inmediatez. El asunto comienza a medirse en número de citaciones. Hasta la maquinaria gigantesca de Google posee su propio motor de búsqueda, grandemente imperfecto dicho sea de paso. El problema a este tenor no es la lectura e influencia en profundidad, como se concebía antaño, sino la extensión de la información. La panacea para los ansiosos de influencia parece ser la puesta en red, gratuita y de libre acceso. Evidentemente ello tiene un efecto perverso sobre la creación e investigación que se ve como un hecho...

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