Agua y biosfera. Ecosistema acuático

AutorJorge González González
Cargo del AutorDoctor en Derecho
Páginas32-38

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Los recursos hídricos mundiales deben responder a múltiples demandas: agua potable, higiene, producción de alimentos, energía y bienes industriales y mantenimiento de los ecosistemas naturales. Sin embargo, los recursos hídricos globales son limitados y están mal distribuidos. Esto complica la gestión del agua y, sobre todo, las labores de los responsables de la toma de decisiones, que han de afrontar el desafío de gestionar y desarrollar de forma sostenible unos recursos hídricos sometidos a las presiones del crecimiento económico, el gran aumento de la población y el cambio climático.

Durante la pasada década, la comunidad internacional tomó mayor conciencia de la necesidad de desarrollar prácticas sostenibles para la protec-

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ción, la gestión, el seguimiento y el uso eiciente de los recursos hídricos, hasta el día de hoy47. Hay que destacar que en el capítulo III sobre los objetivos generales del programa sobre el agua del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, en relación con el agua dulce, se recoge que los objetivos se lograrán en el marco de las actividades enmarcadas en los planes de ordenación integrada de los recursos hídricos y de gestión eiciente del agua48.

Prácticamente a todos los niveles, la toma de decisiones sigue atendiendo a consideraciones económicas y políticas a corto plazo, sin considerar una visión a largo plazo indispensable para implantar medidas de desarrollo sostenible.

Puesto que los roles y las interacciones entre los componentes del ciclo hidrológico no siempre se valoran en su justa medida, resulta difícil establecer unas estrategias de prevención y protección adecuadas. El clima, espe-cialmente las precipitaciones y la temperatura, es el factor que más inluye en los recursos hídricos, al interactuar con las masas de tierra, los océanos y la topografía. Aun así, todos los componentes del ciclo hidrológico, como precipitaciones, iniltración, escorrentía, evaporación y transpiración, deben tenerse en cuenta a la hora de elaborar los programas de gestión del agua.

En muchas regiones del mundo, la inluencia humana es ya superior a la de los factores naturales. Los regímenes de los ríos se han visto consi-derablemente inluidos en muchas regiones por la construcción de presas y los trasvases49. Estas, a pesar de ser, por separado, pequeñas obras, tienen

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un importante efecto acumulativo en los caudales luviales50. Los cambios en el paisaje o la eliminación, destrucción o inutilización de los ecosistemas naturales son los factores de mayor impacto sobre la sostenibilidad de los recursos. La deforestación, la urbanización y el aumento de las supericies destinadas a la agricultura inluyen de forma signiicativa en la calidad y cantidad de los caudales de agua. Además, los cambios del paisaje diicultan nuestra capacidad de predecir los impactos que pueden afectar a los recursos hídricos. Esto último diiculta nuestro avance hacia un mejor entendimiento de los futuros efectos del cambio climático.

Si se pretenden alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio en materia de agua dulce, biodiversidad y cambio climático, entre otros, las soluciones de gestión deberán incluir a los ecosistemas. En la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible51(CMDS) de 2002, los países se comprometieron, además de a reducir a la mitad el porcentaje de personas que no tienen acceso al agua potable ni al saneamiento básico para el año 2015, a reducir signii-cativamente la tasa de pérdida de biodiversidad en los ecosistemas acuáticos para el año 2010. Reconciliar ambos objetivos es un enorme desafío.

En su acepción, ya clásica, el desarrollo sostenible se entiende como aquel que «satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad para que las futuras generaciones puedan satisfacer sus propias necesidades», pero al margen de otras posibles críticas, lo cierto es que tiene unas evidentes connotaciones economistas, pues de lo que se trata es de gestionar adecuadamente los recursos para asegurar la justicia intergeneracional, pero nada se dice acerca de cómo poner en acción no solo esa justicia pro futuro, sino también la intrageneracional, lo que resulta imprescindible si de verdad queremos trasladar a las futuras generaciones a un mundo más habitable52.

Desde el punto de vista de la teoría económica, el desarrollo vino a sustituir el paradigma del crecimiento, añadiéndole la consideración por las condiciones de vida, la dimensión de progreso social. Lo que conceptual-

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mente supone el desarrollo sostenible no es otra cosa que añadir a la noción de desarrollo el adjetivo de sostenible, es decir, que se trata de desarrollarse de un modo que sea compatible con el mantenimiento de la capacidad de los sistemas naturales de soportar la existencia humana.

El concepto de desarrollo sostenible releja una creciente conciencia acerca de...

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