Un acercamiento a las líneas de comunicación romanas

AutorV. Ponte
Páginas31-52

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1. Evolución histórica

Roma, la Ciudad, el Imperio, la más grande metrópoli de la Antigüedad. Pueblo conocido por sus conquistas, su Derecho, su cultura, sus grandísimas obras públicas y, cómo no, entre éstas, sus calzadas, vías y caminos que hasta hoy nos han llegado y de los que aún nos servimos en el siglo XXI. Desde tiempos tempranos los romanos supieron valorar las buenas comunicaciones y su sistema de calzadas se convirtió en uno de sus excelentes logros.

Es en la enorme y admirable red de su sistema viario, extendido a tres continentes, donde se materializa con mayor evidencia el impulso irresistible que conduce a Roma a expandir su cultura y a afirmar su instinto de dominación más allá de los confines de la Ciudad Eterna.

En efecto, el complejo viario de Roma no resulta menos célebre que sus conquistas militares marcando una profunda huella en la geografía y la Historia de Europa. Alcanzando el máximo desarrollo, para tal fin fueron empleadas ingentes sumas24 acompañadas de no pocas dificultades y adversidades a las que, fuera de la omnipotencia romana, difícilmente otro pueblo se hubiera podido enfrentar. Y es que entre los pueblos de la Antigüedad fueron los romanos los más expertos constructores de vías, ya fueran grandes calzadas que se extendían hasta los mismos confines del Imperio, ya las propias calles y caminos que aparecen dentro de Roma y demás ciudades para facilitar el movimiento y la circulación de la población, cada vez más numerosa en una ciudad con una extensión que le servía de asentamiento también muy grande25. Grandes calzadas que favorecían el transporte a larga distancia, pero también calles urbanas que hacían lo propio con el transporte en las civitates, tan importante como el primero. O calles de aldeas y pueblos que, a su escala, contribuían junto a las anteriores al desarrollo de la función más elemental: el desplazamiento. La esencia de la vida romana es la de un pueblo cons- Page 32tante que aplicó a sus construcciones tenacidad, sentido del orden y de la administración junto a las conocidas aptitudes militares26.

Predestinada a dominar el mundo y dictar leyes al universo, en el mundo antiguo ningún pueblo como Roma supo intuir la extraordinaria importancia de un sistema vial correctamente organizado, cimiento de su afán expansionista y siempre adecuado a los intercambios comerciales; expansionismo entendido no sólo en términos de potencia sino, sobre todo, con vocación civilizadora universal.

Las calzadas son un claro ejemplo de una obra de arte construida de forma lógica y bien adaptada a su fin, en un principio estrictamente militar. Posteriormente, favorecedora de relaciones económicas, religiosas y de la creación de una civilización homogénea dentro de un Imperio. Posiblemente estas calzadas fueron uno de los factores que impulsaron al gran autor pagano de la tarda literatura latina, C. RUTILIUS NAMATIANUS27, a elaborar uno de los más bellos elogios a Roma:

"Fecisti patriam diversis gentibus unam; profuit iniustis te dominante capi; dumque offers victis proprii consortia iuris, Urbem fecisti, quod prius orbis erat"

El Estado romano intervenía por la fuerza de los hechos en algunos dominios que no eran ajenos a la actividad económica. Así, se hizo protagonista en la creación de la red viaria de lo que se convertiría con el tiempo en el mayor Imperio.

La expansión viaria acompañó a la política, en parte precediéndola con la construcción de numerosísimas líneas de tráfico y, por otra parte, siguiéndola con la sistematización y terminación de las mismas. El elemento vial, concebido primeramente como instrumento militar y estratégico fundamental para el rápido y seguro desplazamiento de los ejércitos se convierte, en su evolución, en una eficaz ayuda orientada a fines comerciales. Las primeras vías creadas por los romanos, por tanto, sirvieron para el rápido avance de las legiones, una veloz transmisión de órdenes o la fácil y cómoda entrada en Roma de los botines y tributos. De hecho, Roma conservó durante un largo período de tiempo una organización ciudadana basada sustancialmente en la guerra. Con la ampliación de la red viaria no tardó en resentirse positivamente el comercio, aumentándose, creciendo la riqueza y la admirable unión entre todas las partes del Imperio de Roma28. Primero se ex- Page 33 tendió la influencia de Roma a través de toda Italia con vías como la Appia, Flaminia, o la Aemilia.

De este modo es como se va creando esa colección inmensa de vías públicas, orientadas a la esencial comunicación de cualquier estructura de la sociedad.

En un primer momento, los simples caminos trazados a través de los campos comunicaban Roma con las ciudades vecinas. La extensión de esta red primitiva corre paralela al desarrollo de las relaciones comerciales y los progresos de las conquistas. Los núcleos de población y los puntos neurálgicos importantes por alguna razón reclaman rápidamente el desarrollo vial, conexiones. El óptimo emplazamiento de la primitiva red de vías de comunicación fue determinante para el nacimiento de Roma y el enlace de los centros latinos, sabinos y etruscos. Roma se convierte enseguida como punto de irradiación en polo de convergencia de arterias. Es a finales del siglo IV a.C. cuando se comienza a estructurar una red de vías y calzadas de largos recorridos con el objetivo de conectar enormes extensiones, sobre un área en la que actualmente se expanden varias decenas de naciones.

Durante los primeros siglos de la República los nombres que llevan las vías, no derivando de nombres de magistrados romanos, como era la regla general, son un índice de su gran antigüedad. T. LIVIO menciona la via Gabina, que se prolongó más tarde hasta Preneste; la via Latina, que iba de Roma a Campania atravesando los valles de la región, al norte de zonas montañosas; o la via Salaria, por la que la sal de los mares de Ostia era conducida a la tierra de los sabinos.

La primera via pavimentada, tipo calzada, que Roma construyó fue la via Appia, de Roma a Capua (enlazaría, por tanto, las dos capitales del Estado romano-campano) y ampliada ulteriormente hasta Tarentum y Brundisium. Fue obra de Appius Claudius Caecus, censor en el 312 a.C., hombre ilustre cuyo cargo le proporcionó la oportunidad de llevar a cabo reformas y creaciones que hicieron época. Es poco probable que la misma hubiera sido pavimentada desde el principio29. Para GIANFROTTA30, la construcción de la vía tuvo un cierto carácter militar, evidenciado técnicamente por grandes tramos en línea recta o por conexiones rápidas con un centro de gran importancia estratégica en la fase final de las guerras como fue el centro marítimo de Terracina (329 a.C.).

Después vinieron otras, comenzadas en los últimos años del siglo IV, como la via Clodia, la via Aurelia -debida sin duda a C. Aurelius Cotta, cónsul en el 241-, la via Cassia, la via Flaminia -se cree que obra de C. Flaminius, censor en el 220-, la via Aemilia -obra de M. Aemilius Lepidus, cónsul en el 18731-, etc. Page 34

Al final de la República todas las partes de Italia se encontraban conexas a través de buenas vías. En tiempos de CÉSAR, que había consagrado grandes sumas a la restauración de la Appia, Italia entera estaba surcada por rutas que comunicaban Roma con todas las ciudades importantes. En las provincias los trabajos viarios estaban lejos de estar bastante avanzados. Fuera de Italia no se conoce más que un pequeño número de vías romanas anteriores al Imperio; como las de la península, poseían un carácter esencialmente militar. Las dos principales son la via Domitia en las Galias, cuyo nombre no aparece hasta tiempos de CICERÓN ( pro Font. 4) que indica que su autor era Cn. Domitius Ahenobarbus32 -procónsul de la Narbonense en el 121- y que ponía en comunicación de una forma fácil por tierra España e Italia. Y la via Egnatia en Europa oriental, mencionada por primera vez por POLIBIO (34.12.3) al principio de la segunda mitad del siglo

  1. A propósito de Asia, se descubrió sobre el curso de diferentes vías un cierto número de miliarios bilingües a nombre de M. Aquilius, cónsul en el 129, encargado en aquellos tiempos de organizar la nueva provincia como procónsul; se trata, evidentemente, de vías más viejas construidas en tiempos pasados. Los romanos, a su llegada a la región, las emplearon inmediatamente, restaurándolas y jalonándolas de miliarios.

En época imperial las vías romanas formaban una amplia y basta red, continua, de la que el centro era la capital del Imperio, Roma33. Sí, es durante el Principado cuando la construcción se centra en las provincias, aunque en la fase anterior se hubiese atendido en menor medida a estas áreas. Los emperadores romanos aportaron todos o la gran mayoría de ellos un cuidado extremo en la mejora de la red vial que la República les legó. Tenemos testimonio de la importancia de esta empresa a la que se dedicaron gracias a la labor de los historiadores y a través de los miliarios que afortunadamente se han podido rescatar. Los principales constructores y reparadores de vías romanas fueron AUGUSTO y CLAUDIO (particularmente en las Galias); los Flavios y los Antoninos especialmente en Hispania, patria de TRAJANO, y los Severos en África, de donde eran originarios. Sabiendo perfectamente que se facilitarían las relaciones administrativas y los intercambios comerciales34, se aseguró el buen estado de las vías de mayor edad y, además, se completaron con un pequeño número de vías nuevas que continuaron, conectaron o sustituyeron las anteriores.

La construcción de las vías romanas constituye una empresa que duró siete siglos, monumento al dominio de la técnica de los romanos, prueba de su administración e indi- Page 35 cio de su economía. Obra de arte que pone en evidencia la precisión y la eficacia de su organización...

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